Por Obed Betancourt
Hay fechas que se fijan en la memoria colectiva con alegría. Se transmiten de generación en generación y crean expectativas de gran regocijo o cierta ensoñación profunda, así la Noche Vieja y las Fiestas de la Calle San Sebastián o la Navidad y la Semana Santa, respectivamente.
Hay otras fechas que dejan huellas intensas, por trascendencia histórica o personal, de tanta que las elevamos a mito o rito de iniciación, que celebraremos rutinariamente, como podrían serlo el 23 de septiembre de 1868 o la fecha de algún nacimiento o boda.
El 23 de septiembre de 1868 quedó petrificado en nuestro imaginario puertorriqueño como el de un alzamiento que, no por fracasado, dejó de ser glorioso. Lo que enaltecido quedó fue el gesto en Lares, el grito anticolonial. Es decir, la dignidad de luchar contra el Ancien Régime, el ponerse de pie. Desde entonces, se celebra esa lucha por la liberación del yugo que implica ser una colonia. Más recientemente, se ha abierto a esa puerta para la descolonización la estadidad.
Pero es igualmente el 23 de septiembre, cuando suceden a veces los equinoquios de otoño (hemisferio norte) y primavera (hemisferio sur), cuando se descubre el planeta Neptuno, una fecha que suma tragedias de muerte, como las ocurridas en 1868, la de Neruda, Bob Fosse, la de Tommy Olivencia y la de Roberto Roena, entre otras gentes que los pueblos han realzado.
En la madrugada del 23 de septiembre de 2005, apenas minutos pasadas las 12:00 de la medianoche del 22 de septiembre, murió asesinado a cuchillazos y adoquinazos el joven empresario judío-canadiense Adam Joel Anhang, en la calle Luna, esquina calle San Justo, a manos de un conocido criminal residente del Viejo San Juan: Alex Pabón.
Este 23 de septiembre de 2021 se cumplieron 16 años de esa muerte que nadie querrá celebrar, porque, hay que reconocerlo, hay otras que se celebran. Con esa muerte por poco muere igualmente -como corolario necesario- el inocente acusado y convicto para la poca eternidad que nos corresponde a los humanos, Jonathan Román Rivera. Una investigación policíaca chapucera y el fiasco de los fiscales, que hasta escondieron prueba exculpatoria, destinaron a ese joven del barrio La Perla a la muerte. Afortunadamente, los abogados de defensa, encabezados por el Lcdo. Carmelo Dávila Torres, no permitieron esa injusticia.
Al final del día, en 2008, luego de su convicción y encarcelamiento en 2007, Jonathan fue exculpado y liberado; Alex y su empleadora Áurea Vázquez Rijos, su hermana Marcia y su entonces novio José Ferrer Sosa, fueron hallados culpables de ser los conspiradores de la muerte del joven Adam Joel, que tuvo el infortunio de enamorarse de una mujer que, de tan escaso amor, sólo era capaz de enamorarse del dinero.
Pero la muerte de Adam Joel esa madrugada del 23 de septiembre de 2005, que más tarde arrastraría la muerte en vida de muchos, entre ellos de su familia y amigos, de los inocentes y hasta a los victimarios, apenas ocupó un muy pequeño recuadro de El Vocero el día 24. Fue una muerte que no pudo superar otra muerte de gran envergadura, histórica, internacional y de ribetes geopolíticos en conflicto.
Ese 23 de septiembre de 2005, cuando Aníbal Acevedo Vilá (PPD) ocupaba La Fortaleza, el FBI y cientos de sus fuerzas especiales asediaron al guerrillero Filiberto Ojeda Ríos (“Greco”), comandante del Ejército Popular Boricua (EPB-Macheteros), brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores Puertorriqueños (PRTP), de orientación comunista.
Fue rodeado en su casa de seguridad en Hormigueros desde la madrugada por el FBI y la Policía de Puerto Rico, que cooperó con el asalto. Un tiro de un francotirador del FBI a través de la ventana lo golpeó, algunos dicen, mientras tocaba la trompeta. Ojeda Ríos, llamado el G-2 cubano, por su entrenamiento en Cuba y su relación con la inteligencia cubana, era músico de profesión y entre sus discípulos de trompeta en Cuba se destacó muchos años después el famoso Arturo Sandoval. Murió desangrado aquél que sus amigos llamaban “Fito”, y con él su perro “Caoba”.
Diez años antes, el 30 de agosto de 1985, cuando Rafael Hernández Colón (PPD) era gobernador de Puerto Rico, el PRTP-EPB (Macheteros) fue desarticulado por el FBI y la Policía de Puerto Rico mediante una gigantesca redada. Ojeda Ríos se mantuvo fugitivo en la Isla luego de zafar el grillete electrónico durante su enjuiciamiento federal en 1990 y evadir todos esos años (15 años) las órdenes de arresto.
Así, el 23 de septiembre en Puerto Rico se cimbra como una fecha con motivaciones de recordación para sectores tan distintos en Puerto Rico. Es una fecha con misterio, como una anomalía matemática, intrigante, casi sagrada y, siempre, de muerte, como una tragedia clásica.
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