En total oscuridad

Por Obed Betancourt / PRENSA INTENCIONAL

La joven secretaria llegó al consultorio médico en la mañana y se estacionó con destreza. Poco después llegaría el médico, retrasado solo por algunos minutos, pero suficientes para no encontrar estacionamiento, así que lo dejó en doble línea. Al salir el primer paciente de la consulta médica, pidió a la secretaria que moviera su vehículo, que le bloqueaba la salida. Extrañada, la secretaria recordaba haber estacionado en su espacio, así que preguntó por la marca del vehículo. Un Yaris, gris, un modelo viejo. ¡Oh! ese es el carro del doctor, dijo mientras se retocaba el cabello involuntariamente, peinado en el beauty Making Divas, el más exclusivo del pueblo. Ella conducía una formidable Sienna del año, un vehículo familiar de la marca Toyota, lujosa, costosa, en la que cada domingo llevaba su familia a la iglesia.

1. Un médico baterista y rockero

Es otro viernes para el médico Roberto Hans Hau Rosa, en los primeros días de enero de 2016. Cerró el consultorio médico en la tarde, luego de muchas horas de trabajo. Terminaba otra semana en la que, como otras en los últimos 40 años de médico, terminaba agotado. Aunque ahora más que antes. Debía descansar un poco y cenar, acaso algo liviano. Al fin de cuentas, ya no tiene 20 años de edad. También debía dedicarle tiempo a su esposa Blanca, que trabajaba en su consultorio, y tenía varios padecimientos de salud, entre otros, era, como él, sobreviviente de esa enfermedad que con solo nombrarla se oscurece el horizonte.

El sábado habría ensayo y a su instrumento debía sacrificarle unas cuantas calorías, que en él no sobraban. The Universals Rock Band, en la que ha tocado la batería desde sus inicios en la década de 1960, ha sido su pasión, su mayor entretenimiento, o más bien, esparcimiento, porque cada golpe en el redoblante, el bombo o en los platillos aleja los problemas rutinarios que suele haber mientras se vive. Y aunque el Dr. Hau y los demás músicos, un grupo de amigos de toda la vida, conocían bien el repertorio, el ensayo siempre les servía al grupo (cantante, tecladista, guitarrista, bajo y baterista) para repasar y afinar sus destrezas que -debían saber- por su edad no mejorarían notablemente, aunque podrían mantener las que ya tienen y no permitir que decaigan. Tocar en la banda de rock era la mejor recompensa al extenso horario de trabajo de Hau, que incluía a veces visitas a domicilio porque, me ha dicho en una entrevista, es un médico “old school”, de la vieja escuela.

Hau tocó clarinete en la banda de la escuela Luis Muñoz Rivera, en Isabela, y siguió clases de música en Mayagüez con el maestro Celso Torres. Mientras, John Phillip Seguí, el bajista del grupo, tocaba la trompeta en la misma escuela que Hau. César Santiago, el tecladista, es profesor de música, y obtuvo un grado de maestría. Junto al cantante José Carlos Cordero y el guitarrista Juan G. Padín, que también estudiaron en la Muñoz Rivera, formaron (excepto César, cuyo hermano sí tocaba la guitarra y el teclado) en esas edades adolescentes el grupo, cuando estudiaban la escuela superior. Son, entonces, todos, viejos amigos. Con el tiempo, los estudios, la vida profesional, la familia, la banda se desbandó, pero reiniciaron en el 2009 con el mismo empeño y necesaria calidad.

He visto y escuchado la banda a través de su página en Facebook, en la que colocan sus vídeos y otras hazañas. Suenan muy bien en su especialidad, la música de la década de 1960 y “early” 1970 (por supuesto -me obligo a comentar- la mejor época del Rock, cuando se permitían experimentar nuevos sonidos, letras atrevidas, romper esquemas musicales y, sobretodo, protestar). El cantante de la banda mantiene en forma su voz, el tecladista hace alarde de sus estudios formales en piano, el guitarrista luce impecable en sus acordes, el bajista aporta a los riff con buena digitación y Roberto se ve al fondo en la batería con sus lentes oscuros, muy chic, a lo Ringo Star, calmado, agitando solo sus brazos. Reproducen música de los grupos viejos, pero The Beatles en ellos suena muy bien, sin artificios, sin imitación. Son ellos mismos, sus talentos y sus características tocando buena música.

Hau es, para muchos, el médico del pueblo, y se ganó el agradecimiento de sus pacientes cuando abrió su oficina al otro día del azote del huracán María, de categoría 4, ocurrido el 20 de septiembre de 2017. “Teníamos agua, no teníamos luz, pero tampoco la necesitaba, pues por qué entonces no dar los servicios”, señaló, sin aludir a sus propias necesidades, que ya entonces eran muchas, causadas por otro huracán que arruinó únicamente a la familia Hau-González, llamado Merari.

De los que ha azotado Puerto Rico, el huracán María fue uno de los más mortíferos y el fenómeno más intenso en el mundo en el 2017. El catastrófico evento atmosférico dejó 2,975 muertos, directos e indirectos, a su paso por la Isla, y $92,000 millones en pérdidas. Además, causó el apagón más largo en la historia de EEUU, el cual se extendió desde la fecha del paso del huracán hasta el 18 de junio de 2018, aunque algunas miles de personas continuaban sin electricidad a ese día. Había destruido casi por completo la red eléctrica. Sólo un huracán, el legendario San Ciriaco en 1899, estimado en categoría 4, había sido tan devastador, dejando aproximadamente 3,370 muertes directas, y una gran hambruna en ese Puerto Rico puramente agrícola. La isla tenía entonces una población de 953,243 personas, distinto a los 3.2 millones en 2017.

Es sábado de ensayo. Sin embargo, Hau no estaba bien. Lucía cansado, distraído, aunque había logrado descansar su poquito. Las bromas, sin ninguna crítica a su edad (nació en el 1951) no tardaron en surgir. Eran, antes que nada, amigos de toda la vida y sesentistas todos. Afortunadamente, no todos vivían de la música, pero sin la música jamás.

Roberto, sin decirle a nadie todavía, enfrentaba una situación que le había, como él dice, “robado el alma”, y le distraía enormemente. Una situación surgía en su consultorio médico para lo cual no estaba preparado, y que ahora, descubierta, amenazaba con hacer permanente los días duros que durante años había estado enfrentando y posponer un retiro en el que no había pensado todavía. Blanca González y Roberto son, ambos, sobrevivientes de cáncer, esa enfermedad traicionera que insiste a veces en reaparecer cuando menos se le espera, como un perro que se nos pega y no quiere soltarnos, y cuando suelto, le vemos arremeter de nuevo. Se puede ser vencedor de la enfermedad, por supuesto, pero solo a costa de la eterna vigilancia. Pero en este momento no era esa enfermedad el problema. Había otro cáncer, detectado tardíamente, que los consumía.

Es apenas el segundo médico-músico que conozco. El otro es el argentino Jorge Busetto, de quien sé por un reportaje de la periodista Leila Guerriero: “El clon de Freddie Mercury” (en Frutos extraños, Alfaguara 2020). Talentoso, líder desde chico, un día que descubrió el grupo Queen decidió montar su propia banda para honrarlo, imitarlo. En la banda One, él sería Freddie. Con gran éxito, compartió ambas profesiones, la de médico y cantante. La de médico y otros trabajos que hacía, sin embargo, sufrieron porque cada día la de cantante, y las contrataciones del grupo, aumentaban. Inicialmente solo tocaban su música, pero más adelante, distinto a lo que hace The Universals Rock Band, comenzaron a vestirse y actuar como ellos, hasta usar permanentes en el pelo, teñirlo, copiar sus manierismos. Jorge se transformó en Freddie, con todo y bigote, pintado, aunque sin la humanidad propia del músico inglés, hasta convertirse finalmente en Dr. Queen. Ahora serían One & Dr. Queen. “Me gusta ser médico, pero la banda me apasiona”, revela en el reportaje. Hay una frase de Jorge, maravillosa, que podría describir muy bien a Roberto, y a muchos otros que no dejan de lado los sueños que los definen: “todos soñamos mucho más de lo que podemos alcanzar, y todos los días hacemos algo por alcanzarlo”. Al Dr. Hau, sin embargo, unos acontecimientos le jugarían una mala pasada para alcanzar sus sueños, como si un cazador, oculto y muy bien colocado, los tiroteara.

Esa tarde luego del ensayo su viejo vehículo Yaris encendió a la perfección y pospuso llamar a su hijo para que le ayudara a trabajarlo. Hau es hijo de un vendedor y mecánico de motoras, y de pequeño aprendió la lógica de un motor. Su hijo es hasta más diestro, dice un orgulloso padre. Roberto, sin embargo, prefirió especializarse en la mecánica del cuerpo humano.

No es ostentoso este médico, como suelen serlo la mayoría. Más bien prefiere opinar algunas cosas en las redes sociales sobre asuntos medulares del país y con más frecuencia elaborar sus reflexiones y anécdotas bajo el titular “Pensamiento del día”, que divulga a través de whatsapp y en su página de Facebook, también es escritor, y junto a tocar con el grupo y dedicarle tiempo a su nieta, que es la niña de sus ojos, y a sus hijos, así como estar con Blanca, se llenan sus días.

Hay mucho aquí del carácter típicamente pisciano, si se me permite esta herejía. Suelen ser personas tranquilas, amables. Poseen gran sensibilidad y corresponden con empatía a los sentimientos y el sufrimiento de los demás.. Un piscis típico, al valorar las relaciones humanas termina siendo muy popular. No en balde se hizo médico, porque músico ya era.

“Soy un médico old school (de la vieja escuela)”, asegura en una de las entrevistas con este redactor. De esos que visitan todavía a domicilio de ser necesario, de los que tienen el número de tu teléfono y te llaman para darle seguimiento a tu estado de salud. De esos médicos, más escasos cada día, que no ven un signo de dólar en la frente de su paciente, sino la temperatura del cuerpo, de los que toman tu brazo, no para arrancártelo a cambio del servicio, sino para tomarte la presión. Salir del consultorio más tarde ese día o comenzar más temprano otro han sido gajes de su oficio que no le molestan. También está seguro de que su Yaris le responderá hoy para regresar a su hogar.

“No se puede ver al paciente con un signo de dólar en la frente”, dice uno de varios principios que sostiene en su práctica médica. “Hago evaluaciones, examino al paciente, me detengo a escucharlo, le pregunto mucho, evalúo todos sus sistemas, hago un examen de la cabeza a los pies. Cada vez que me visita yo mismo le tomo los vitales. Si soy el que receto y firmo, yo me hago totalmente responsable. No es la cantidad de pacientes, es la calidad de la evaluación lo importante. No se juega con la vida de un ser humano. Hay que cobrar porque es nuestro trabajo, por supuesto. Pero mis pacientes son como mis hijos. A veces me llaman sin necesitarme, y a veces cuando me necesitan, no me llaman (ríe). Y cuando me dan el privilegio y el honor de poner sus vidas en mis manos, yo los trato como si fueran mis hijos (reitera). No puedo hacer menos.”

Esa tarde, antes de irse al ensayo, o como en tantos otros días, Hau se aseguró de que su esposa estuviese bien y se preparó para ver a sus amigos y tocar algo de música. En sábados como ese, desde hacía una década, posiblemente su secretaria entraba a la tienda de la exclusiva joyería Zales y era atendida por la propia gerente, se surtía de joyas y acaso visitaba después un concesionario de autos para comprarse la Sienna, esa otra joya de la Toyota que tanto éxito, a pesar de su alto precio, ha tenido. Su esposo conducía un Camry del año. Quizá, en una de esas noches sabatinas, planificó uno de los 14 viajes que hizo a Disney World y la estadía con toda su familia en el hotel Princess, o acudía en familia a distintos restaurantes de la zona noroeste de la Isla, como tantas veces hizo. Tal vez era día de gastar cientos de dólares en Sam’s Club, en buenos cortes de pura carne, sin grasa, en vegetales de colores verde intenso, anaranjado profundo o rojo carmesí, y frutas frescas, refrescantes y jugosas, o en enseres domésticos tan necesarios como caros, aires inverters, televisores de pantalla gigante. Más tarde pagaría con ese mismo dinero sus deudas de Dish Network, FIA Card, el auto, préstamos y otras necesidades, muchas, que creía tener.

Cualquier cosa era buena para comprar y pagar con el dinero que durante una década le estuvo robando al médico, quien dudaba todavía si debía llamar a su hijo para revisar el Yaris, aunque solamente fuese para asegurarse de que podría salir sin contratiempos alguna noche si a Blanca le regresaba algún percance de salud, o si sus hijos o la nieta le necesitasen de momento, o incluso, para llegar sin falta a su consultorio médico o al ensayo musical.

Robaba la joven secretaria a una familia que luchaba solo para mantenerse con vida, ese instinto tan adentrado en las personas, particularmente en los que son padres y no quieren faltar para, sobretodo, continuar protegiendo a sus hijos en la medida que les sea posible, sin importar la edad, la de ellos o la de sus hijos. Y también disfrutar algo, porque mucho han trabajado.

Sé que hay algo extraño en este caso, de la manera en que lo he planteado, que no corresponde con exactitud a diversas teorías sociopolíticas, como aquella famosa, la de la lucha de clases, la de la explotación del obrero por el patrono. Parece, en este caso, hasta invertida la ecuación. Aquella idea del obrero como sujeto principal de la lucha de clases (el sujeto revolucionario) hoy está derramada en terreno yermo. Hay ecuaciones que sobreviven mejor, por ejemplo, E=mc2, la energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz (Einstein, 1915), porque contienen mayor certidumbre que las teorías anteriores. La teoría de la lucha de clases es insostenible hace mucho tiempo debido a los cambios dramáticos en las relaciones obrero-patronales, y en el propio capitalismo que quiso explicar. No son tan “concretos” (Byung-Chul-Han), visibles, ni enfrentados. Hoy se habla más bien de la “multitud” (Negri). Y por supuesto, conocemos de los excesos a los que puede llegar, ha llegado y seguirá, porque es inevitable, le es inherente.

Y es más patente el ocaso de aquella teoría aquí, en este reportaje como study case, porque la obrera que robó pareció contar con el beneficio de la negligencia o la colaboración, incidental o pensada, eso se sabrá más adelante, de la institución comercial más poderosa y aristocrática, burguesa, de gran poder político, en los últimos 75 años: el Banco Popular de Puerto Rico, de los mayores empleadores privados de la Isla, si no el mayor, y con sobre $41,240 millones de capital. Son el mayor latifundista, hacendado, de Puerto Rico, su dueño. Son extrañas relaciones las que se cocinan en tiempos de tanta fluidez, “líquida” le han llamado ha esta nueva modernidad. Un guiso espeso y oscuro que, al ser servido, no logramos identificar sus ingredientes con la necesaria nitidez. Lo que deberé ir develando, descubriendo, exponiendo al sol, entonces, es la oscuridad que se ha precipitado sobre algunas almas, y la oscuridad que suelen habitar otras. Distintas ambas.

2. Se descubre el fraude

Hau acudió al banco junto a su esposa el 15 de enero de 2016, cuando, al estudiar su estado de cuenta detenidamente vio algo que no entendió, algo llamado “telepago”. Durante años notó rarezas en sus estados financieros, pero ni su contable ni el banco le advirtieron algo anormal. Sólo sabía que el dinero no le alcanzaba. Había acudido al Departamento de Hacienda porque las deudas le ahogaban y le certificaron cuánto dinero había reportado en ingresos. Se quejó ante su contador de que no veía el dinero devengado y pidió que le explicase. No pudo hacerlo el contador, que prefirió entregarle los escasos documentos que tenía y salir del panorama. Los Hau-González no pudieron ir a la graduación de medicina de su hija en 2014 porque no tuvieron el dinero suficiente. Y continuaba Hau sin explicarse el lío monetario que tenía, tal vez hasta se culpaba de no manejar bien sus ingresos, de no trabajar suficiente. No sabía (no podía saber, verán más adelante) a dónde iban a parar sus ingresos.

“¿Qué es esto de telepago a cuenta de cheques?”, preguntó a la oficial bancaria.

“Esas son las transacciones que hace electrónicamente”, le respondió.

“¿Cómo es eso de electrónicamente?”.

“A través de internet”.

“Yo soy de antes de Menudo (el grupo juvenil puertorriqueño de la década de 1980). Yo no sé hacer eso”.

“¿Usted no lo ha autorizado”?

“No, claro que no. Ni siquiera sé cómo se hace”.

“Espere un momento”, le respondió la subgerente de la sucursal del BPPR de Isabela y abrió la cuenta del Dr. Hau en la computadora. “¿Quién es Merari Velázquez Aldarondo?”

“Esa es mi secretaria”. 

Abrió más los ojos la subgerente, sorprendida, y se rascó la cabeza. A Blanca le dio un ataque de asma. Hau meneaba la cabeza, no entendía nada.

“Ella es la que ha hecho las transacciones”, aclaró y comenzó a leerle la lista. Cuando iba por la número 9, de cientos de transacciones, Hau la interrumpió. Ya iba por $50,000.

“No siga. Déjeme analizar esto con calma porque esto me ha tomado de sorpresa. Yo no entiendo qué está pasando, no sabía eso”.

Le solicitó una investigación y la subgerente le advirtió que si comenzaban a hacerla por nada se detendría la misma.

“Eso es precisamente lo que quiero”, respondió tajante.

Y con la solicitud de investigación, Hau radicó también una querella ante la Policía. Ya tenía un cuadro general de lo que le había ocurrido durante la pasada década: su secretaria le robaba el dinero. En su pesquisa, el Cuerpo de Investigaciones Criminales de la Policía descubrió que la secretaria había falsificado la firma de Hau en un documento que autorizaba las transaciones. La pregunta obligada es cómo logró la secretaria el documento sin la presencia del médico. Se preguntó Hau si alguna empleada o empleado del banco, posiblemente amiga de su secretaria porque iban a la misma iglesia o por otras razones, se lo había confiado para que se lo llevara a él para firmarlo. Pero eso no ocurrió. Lo firmó la secretaria… a nombre de Roberto Hau.

Merari había abierto una cuenta fraudulenta a nombre del Dr. Hau y lo mismo desviaba los ingresos de la cuenta legítima a la cuenta falsa que depositaba directamente los cheques a nombre de Hau en esa cuenta fraudulenta, además de pagar sus propias deudas con los cheques de esa cuenta, fantasma para los Hau, muy real para la secretaria. Un esquema simple, como suele ser todo lo perfecto, del que Roberto ni Blanca tuvieron conocimiento, hasta la pregunta inocente por el telepago. Fue cuando decidió irse de la banda.

“Estuve un tiempo sin tocar, y ellos tuvieron que buscar a otro en ese tiempo. ¡Llegué a vender la batería!”, reconoce con pesar. Un verdadero golpe para una persona acostumbrada a la rutina, a la estabilidad, y un poco al minimalismo, a las acciones breves, sencillas. Debió acortar su horario de trabajo, y al final ya salía muy poco de la casa, las relaciones familiares y con su esposa, sufrieron, dejó de escribir, de hacer música. La decepción que nos puede causar alguna persona en la que hemos confiado todo puede conducir inevitablemente a la depresión. Desde entonces, no deja de torturar una pregunta, de varias: ¿habrá alguien en quien confiar? Y seguir pensando, obsesivamente, cómo saldrán de estas, si aún tributa al gobierno por ingresos que nunca recibió.

Distinto a las películas italianas del verismo y otras, en las que los muy pobres roban (poca cosa, usualmente) para poder mantenerse con vida, y hasta entusiasmados en nuestras butacas del cine les deseamos que tengan éxito en su pillaje, la película de esta realidad debe mostrar cómo una joven mujer, cristiana de iglesia, según ella misma, con esposo e hijos, con vivienda decente y todos los enseres domésticos que su sueldo y el de su esposo podían comprar, se tuerce para querer vivir como una burguesa de alto copete, muy por encima de sus posibilidades y obtener lujos que, sabemos, a fin de cuentas solo le llenan los ojos a los que nada llevan adentro.

  • Si hubiese querido hacer una revolución porque las condiciones del país jamás le hubiesen permitido sacar de la miseria a su familia y la de otros, si creyese que la riqueza de otros se obtenían a costa suya y de otros, si pensaba que los valores de esta sociedad estaban distorsionados a tal grado que había que refundarla, tendría al menos una justificación teórica, política, que explicara su comportamiento, aunque sujeta a debate profundo. Pero su pillaje solamente fue para tener no dos, sino más vehículos, para vestir telas de seda en vez de polyester, para comprar joyas en Zales y no de los quioscos que se colocan en los pasillos de los centros comerciales, para gastar miles de dólares en el beauty parlor Making Divas, el más exclusivo de Isabela. En fin, para comprar mercancía que ni siquiera le era esencial para vivir, a menos que ponerse unos aretes de oro sea una necesidad vital. Yo no lo veo así, pero muy bien sé que para algunas personas lo es.

¿Qué nivel de anomia requiere una sociedad para que se cometan crímenes que despojan a personas decentes de su sustento? En Puerto Rico son los adictos a drogas los que suelen cometer delitos contra la persona. En esos casos entendemos que ya ni siquiera son enteramente responsables de sus actos, hay un trauma profundo del que no pueden desprenderse, que los controla, ni siquiera piensan lo que hacen. La necesidad de consumir droga es un deseo tan fatal como querer, a toda costa, echarse un bocado luego de muchos días sin comer.

Pero robar sólo para lucir joyas supone una distorsión grave de los valores morales que sostienen a una persona. ¿Ese era su proyecto de vida? ¿Qué le dice Merari a su familia, a sus hijos, que arriesgar la libertad, su reputación, vale el dinero que se roba para comprar chucherías? ¿Y sólo porque tuvo la oportunidad? Something is rotten in the state of Denmark. Hay algo podrido en Dinamarca, le dijo Horacio a Hamlet (Shakespeare) en torno a los políticos de ese país, cuestionando sus valores. Hay una Dinamarca con olor a podrido en Puerto Rico, tan dado a perseguir vanidades, lo vano, lo que se desvanece, lo que nos mantiene en total oscuridad, lo que nos roba el alma.

3. El robo más grande a nivel individual que haya investigado el FBI en Puerto Rico

Merari llegó a cambiar en el Banco Popular alrededor de 824 cheques que no le pertenecían. Hay cheques incluso en los que sólo aparece su firma fraudulenta, y se los cambiaron, y sin tener que poner alguna identificación en el cheque. Nada. Ni número de teléfono, licencia de conducir, dirección. Absolutamente nada. De la cuenta fraudulenta abierta por ella a nombre del Dr. Hau, y a donde desviaba los cheques que recibía el médico, ella misma se hizo cheques “Cash” que luego cambiaba en ese mismo banco. Otros cheques enviados al Dr. Hau por el programa de incapacidad del Seguro Social fueron depositados por la secretaria ¡en su propia cuenta personal! Uno de $13,000 en 2013. ¿Y el banco? Muy bien, gracias, recibiendo depósitos en una cuenta fraudulenta que luego Merari “lavaría” mediante la compra de diversos artículos y servicios, legitimando el dinero malhabido.

Merari y su esposo depositaron en su cuenta personal conjunta casi $97,000 en 2013; declararon $38,000 en ingresos a Hacienda en 2014, pero depositaron $171,551 en su cuenta; en 2015 declararon a Hacienda $36,000 en ingresos pero depositaron en la cuenta $135,699. El esposo de Merari, un maestro de Job Corps, pagó sobre $40,000 a su tarjeta de crédito en sólo seis meses, unas cifras que no corresponden a sus ingresos.

Falta la contabilidad de años anteriores, pero no es importante, esto es solo una muestra del tamaño de las ambiciones de Merari. Mientras, el Dr. Hau llegó a tener hasta seis planes de pago simultáneos, con Hacienda, con el Internal Revenue Service (IRS), con el CRIM, patente municipal, desempleo, seguro por incapacidad. Para cumplir esos compromisos, inescapables, porque de otra manera arriesgaría la sobrevivencia del consultorio, de su vida profesional, su vida diaria se convirtió en lucha toda.

La Fiscalía Federal, sin embargo, nunca acusó a Merari de evasión contributiva ni lavado del dinero malhabido. El Departamento estatal de Justicia estatal tampoco le sometió cargos de evasión contributiva por estos no reportar sus ingresos reales. Curiosamente, los residentes de Puerto Rico deben declarar todos sus ingresos, inclusive si estos son el resultado del narcotráfico, robo o de cualquier forma devengado, es decir, del producto de actividades ilegales o criminales.

Por supuesto, no habrá malandrín que los declare. Lo que se hace es que se desvían o canalizan esos ingresos hacia actividades legales, para “lavarlos”. Al colocarse, por ejemplo, en cuentas bancarias se comienza el proceso de lavado de dinero, que continúa con la compra de cualquier cosa. Ahora, de no reportarse el ingreso, legítimo o no, el Departamento de Justicia puede encausar por evasión contributiva. Ambas esferas, la federal y la estatal, por otro lado, suelen ser altamente efectivas cuando se descubren esquemas de fraude contra los bancos.

Hasta donde se ha podido saber, el saqueo comenzó en 2006, pocos años después de ser contratada, hasta su descubrimiento en enero de 2016. Y sin que se sepa todavía a ciencia cierta cómo lo supo, desde que salieron Roberto y Blanca del banco ese día, Merari no regresó al consultorio médico.

“Ni siquiera la despedí, sencillamente no regresó a trabajar. No dio cara. Nada. Se esfumó. Alguien la tiene que haber llamado luego que fuimos al banco. Al otro día de ir al banco, ella llamó a mi hija para decir que tenía que hablar conmigo porque supuestamente le habían ‘hackeado’ la cuenta. Esa fue la primera historia que dijo”. La hija de Hau le cortó la comunicación. Ya mis hijos sabían lo que había”, explicó. Al médico nunca le dio cara. Se vieron nuevamente en el tribunal federal años después, durante el juicio.

Hau calcula que el golpe económico recibido supera los $800,000, si se le suma recargos, multas y penalidades que Hacienda, IRS, patente municipal, CRIM le impusieron por no pagar a tiempo sus obligaciones. Los sobre $300,000 que le robó desde el 2012 hasta el 2015 son posiblemente la cifra más alta hasta ahora investigada en Puerto Rico por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) de una acción criminal individual. El pillaje, no obstante, hoy se puede rastrear al 2006, lo que aumenta la cantidad robada.

La confianza mató al gato, es conocido el refrán. Tanto al Dr. Hau como a la propia Merari. Hau y Blanca jamás pensaron como algo posible que su secretaria, que sabía que el matrimonio era paciente de cáncer, que era invitada con frecuencia a las actividades familiares del matrimonio, que se le trataba como a una hija, podría traicionar esa confianza. Merari, por su parte, no entendió que los Hau eran personas dispuestas a ayudarle si necesitase de algo, que la apreciaban, y que los actos criminales, aunque sólo a veces, no pagan.

Su simple esquema de pillaje fue descubierto con lanzar una sola pregunta. Hecha muy tarde, por supuesto, en vista de la confianza de los Hau en ella. Y con el simple acto de halar el muy pequeño hilo que colgaba de ese esquema, se deshizo por completo el manto que encubría el robo sistemático a los Hau. El esquema de Merari estaba basado en la confianza. Descartes, en asuntos trascendentales para la historia del pensamiento humano, logró deshacer el pensamiento escolástico con la simple suposición de que los sentidos nos engañan, a veces es difícil diferenciar la vigilia y el sueño, y hasta pudiera haber un “genio maligno” que manipule lo que creemos. Es decir, la duda (distinto a la confianza) es el primer paso para revelar la verdad, para “descubrir algo firme”, dijo el filósofo. Pero en Puerto Rico somos confiados como los gatos, no suspicases como los filósofos.

En la isla tenemos una frase popular para lo que es el karma, que no es otra cosa que la muy científica ley de causa y efecto, pero que en términos más populistas las personas entienden como las consecuencias de los actos, usualmente negativos. La frase a la que me refiero es: “a cada lechón le llega su Navidad”. La carne de cerdo forma parte indispensable del plato típico boricua en las festividades navideñas, también en todo el Caribe, así como el pavo en EUU y México, las Coquilles Saint Jacques en Francia, caviar, salmón y huevo (Zakuski) en Rusia, la sopa de galets en Cataluña, y así cada región del mundo tiene sus preferencis. Siempre habrá un día para que se cumpla el destino, el día que el karma determine propio, ocurre para el lechón, ocurrió para Merari.

A Merari Velázquez Aldarondo le llegó su Navidad el 2 de noviembre de 2018, cuando hizo alegación de culpabilidad en el tribunal federal del distrito de Puerto Rico, en una sala de esa corte en el Viejo San Juan, no las salas en el edificio federal de ese tribunal en Hato Rey. Aunque me encontraba en esa corte ese mismo día, cumplía otro deber de un asunto no menos desgraciado. Ese día se veía en otra sala el juicio contra Áurea Vázquez Rijos, la llamada Viuda Negra, acusada de conspirar y ordenar el asesinato de su esposo, el joven millonario inversionista canadiense residente en Puerto Rico Adam Joel Angang Uster. Este fue un suceso que investigué, seguí de cerca, sobre el que publiqué hartamente en los periódicos y hasta un libro escribí (Las sangres que lloran, Tinta Roja, 2015) sobre esa tragedia, así que que no podía dejar de asistir. Una joven recién casada ordena el asesinato de su esposo porque el divorcio en marcha e inevitable no le reportará los réditos que espera. Algunos matan por dinero, otros roban dinero y dejan casi en la miseria a otros. Ese día, según convenido, logré conocer a Roberto y su esposa, y conversar un buen rato tras varias tazas de espresso en ese bistro glamoroso que es Cuatro Estaciones, frente a la corte federal.

Es una historia triste la de ellos, con graves consecuencias monetarias y emocionales, inmerecidas. Lo digo de esta manera porque conocemos la vida, es injusta, y hasta en las victorias no siempre prevalece la justicia. De hecho, como en el caso de la Viuda Negra, que ordenó el asesinato de su esposo, no es justicia su sentencia de por vida ni la de su hermana Marcia ni la de su ex novio José Ferrer, involucrados también en la orden de muerte. La única justicia posible sería que Adam Joel vuelva a la vida. Pero la vida es trágica precisamente porque sus consecuencias son irremediables. No hay justicia completa, siempre faltará una parte importante. Sin embargo, sólo es posible la justicia por mano propia o por la del estado. A la primera se le llama venganza, y no es aceptada en los estatutos que hemos convenido la sociedad y el gobierno, al que le conferimos el monopolio de la violencia, que ejerce a nombre de todos bajo ciertas normas y restricciones. Algunos, la mayoría tal vez, se satisfacen con ese arreglo, otros quedan medianamente satisfechos y viven vidas penosas, los menos, muy pocos, sea dicho, no lo aceptan y toman la justicia en sus manos. De estos no sé si superan el trauma el resto de sus vidas o si le añaden otro.

Merari fue acusada por la fiscalía federal del distrito de Puerto Rico de 20 cargos, mayormente de fraude bancario y robo agravado de identidad, de hechos que ocurrieron a partir de 2013. No obstante, como dije, luego continuaron apareciendo cheques falsificados desde el 2006, que elevó sustancialmente el robo. Se estableció que Hau, además de requerirle a su secretaria las labores rutinarias de su profesión, le proveyó acceso a sus cuentas en el Banco Popular de Puerto Rico, como parte de sus deberes en la oficina. Es algo usual en esa profesión en que prima la confianza.

En el esquema ideado para robarle sus haberes al Dr. Hau y Blanca, Merari abrió una cuenta falsa de cheques a nombre del médico, falsificando su firma, en el que ingresó en centerares de ocasiones los cheques que éste recibía de sus clientes, cheques que el Medicaid le giraba al médico, y si bien también depositaba cheques a la cuenta legítima de Hau, luego, mediante transferencias, los depositaba en la cuenta fraudulenta, y de ambas cuentas hacía retiros ilegales, o emitía cheques “cash” y los cambiaba para su beneficio. El esquema se sostuvo durante años, desangrando de a poco las finanzas del médico, sin llegarle a arrebatarle todos sus ingresos de una sola vez. Sin embargo, llegado el 2016, Merari no se dio cuenta que, vampiro desesperado fue, de tanta sangre que le había chupado al médico, este había quedado en estado de inanición, desangrado. Había matado, cambiando el cuento, a la gallinita de los huevos de oro.

4. Consecuencias de la tragedia

Merari Velázquez Aldarondo, finalmente sentenciada en la corte federal en marzo de 2019, había sentenciado desde una década atrás a una vida penosa, quizá de por vida, a un matrimonio y su familia. La ladrona hizo alegación de culpabilidad por robo agravado de identidad para cometer fraude bancario, que le garantizó dos años de presidio, más un año adicional en libertad supervisada, así como la restitución del dinero robado al Dr. Hau y su esposa Blanca, y otros $100,000 de multa que irían al gubernamental fondo de víctimas de crimen. Dos propiedades en su haber en Isabela fueron confiscadas por el gobierno federal.

El dinero a restituir, si acaso puede hacerlo, no le devolverá a la familia Hau aquél momento en que hubiera querido participar de la graduación de medicina de su hija o la boda de su hija menor, ni sus desvelos pensando en que no tenían la capacidad económica para, si algo necesitaran sus hijos, salir en su ayuda. Tampoco podría descansar por temporadas de tanto trabajo diario, algunas vacaciones, algún lugar al que siempre deseó ir con Blanca. Es sabido que los médicos, al igual que los abogados, periodistas y sicólogos, así como policías, están en la escala de mayor exposición al burnout, ese desgaste que ocurre cuando el estrés de la profesión “quema”, funde, a las personas. El impacto emocional, por otro lado, y las penurias vividas no pueden resarcirse, quedan como malos recuerdos que asaltan a mano armada la memoria cuando menos se espera.

Hau no estaría de acuerdo con mi perspectiva sobre la justicia, que es menos romántica y legalista, también menos cristiana, habría que admitir. Pero cada cual tiene su historia y sus lecturas que conforman el carácter y sus ideas. En una “Expresión de Familia” que circuló durante el encausamiento, tenemos de primera mano los sentimientos, las emociones, las reacciones a los acontecimientos, a la agresión, de una manera más pensada, pues ha sido escrita varios años después de lo ocurrido. Prevalece aún, sin embargo, el dolor y la penuria económica, el resentimiento por aquella traición, engaño e hipocresía. Hau problematiza el concepto “persona”, cuando se refiere a Merari, tal vez pensando que es una cualidad que se gana la gente con sus buenos actos. Pero, en realidad, todos somos personas, todos los humanos en la historia lo somos, lo hemos sido. Aunque cueste decirlo, Hitler, Stalin, Stroessner, Videla, Pinochet, Calígula, entre muchos de esa misma calaña, también lo fueron. Los asesinos son personas. Son, si se quiere, malas personas, non grata, que significa en su origen latín “persona que no es bienvenida”, me imagino que no solamente a cualquier casa, sino a este mundo.

“Hoy se encausa a una de esas ‘personas’ que demostró no tener límites en su maldad, Peor aún, la acompañó con características de avaricia, petulancia, egoísmo y deshumanización extrema; tipologías que nuestra familia nunca había visto con tanto salvajismo. Las acciones de esta mujer podrían ser muy fácilmente catalogadas como una cruel tortura. Se ha demostrado que esta ‘persona’ se incautó de miles y miles de dólares con que un honesto profesional de la salud había sido remunerado por su arduo trabajo. Sabemos que utilizó el dinero, ya no para honrar un tratamiento médico, no para honrar una emergencia familiar; en tanto, lo manipuló para derrochar y darse buena vida en múltiples viajes, prendas, servicios televisivos, compra de auto, pagos a tarjetas de crédito, comidas en restaurantes y gastos en caprichos muy exquisitos.

Tenemos enfrente de nosotros a una vil y despiadada mentirosa, engañadora y farsante que nos tomó como rehenes de su avaricia. Tales mentiras llegaron a la barbarie cuando se mofaba de nosotros indicándonos que tenía un padecimiento de cáncer, teniendo pleno conocimiento que mi esposa, hija mayor y este servidor habíamos pasado por tan atormentado calvario.”

Continúa sus expresiones el Dr. Hau reseñando la manera en que Merari se vanagloriaba frente a Blanca de sus compras y salidas a distintos lugares, lujos que no podían darse los Hau-González, si es que les hubiese gustado esos capichos, pues la verdad es que no eran una prioridad para ellos. La pesadumbre de los Hau-González llegó a la cumbre con las falsas alegaciones que hiciera Merari sobre Blanca y el hijo del matrimonio en su sólo defensa de las acusaciones, como “un hábito de mero disfrute para ella”.

“En el día de hoy nos encontramos en este Honorable Tribunal porque tanto mi familia como yo, creemos en la justicia; y es lo que pedimos. Esta ‘persona’, que no ha mostrado un ápice de arrepentimiento, debe pagar por su crueldad, por la falta de valores, por masacrar a una familia que la trató como parte de esta. Mas, debe pagar por desobedecer, quebrantar, infringir las leyes por los que nos regimos los seres civilizados. Se me ha dicho, que esta ‘persona’ fue criada en el Evangelio. Esa aseveración solo tiene una explicación: fue más fácil y placentero para ella tomar el camino de las treinta monedas de Judas que las palabras del Maestro. Para terminar, los dejo con este pensamiento: la justicia nunca equivale a venganza. El único que habla de venganza cuando hay justicia es el ladrón.”

No deja de ser cierto ese último pensamiento de Hau. Cuando la Viuda Negra tuvo ocasión de dirigirse al tribunal antes de ser sentenciada, entre todos aquellos sapos y culebras que escupió de su boca, le adjudicó a los padres de su marido al que ella le robó la vida actuar con venganza. “El único que habla de venganza cuando hay justicia es el ladrón”, dice bien Hau.

Es obvio que Roberto y Blanca no salieron indemnes de la situación, ni siquiera luego de la justicia impartida. Ambos fueron diagnosticados con PTSD (Trastorno de Síndrome Post Traumático), ese conjunto letal de reacciones que suele desmerecer a las personas al provocarles conductas erráticas, depresión y otras alteraciones de la personalidad que, un sicólogo diría, son reacciones normales a eventos anormales, traumáticos, catastróficos. Muchos de los soldados enviados por EEUU a Viet Nam y luego a Irak son un vivo ejemplo de esta condición, finalmente reconocida a nivel popular gracias a ellos. A muchos se les negó entonces la ayuda que necesitaban, pero tantos con el síndrome no podía ser una estrategia para sacarle algo al Tío Sam. Charles S. Myers, en el contexto de la Gran Guerra del Mundo, la describió en 1915 como “Shell Shock”, una condición nerviosa que padecieron los soldados que en el frente de batalla se exponían al intenso bombardeo. Más adelante, se vio que suele ser común en las personas civiles que han sido impactadas con diversos traumas.

Cuando a una persona se le hace difícil pagar la hipoteca de la casa, el agua, la luz, cuando el fruto de tanto esfuerzo diario ni siquiera le permite tomarse un descanso, cuando las deudas agobian, sabemos que ese vapor contenido en esa olla de presión que es la mente, por algún lado saldrá disparado. Y no se sabe con certeza de qué manera. Cuando la causa tiene nombre y apellido, y no son solamente las circunstancias, entonces se recibe un “shock”, como afirma Blanca, y sobreviene la decepción. Y las preguntas que surgen, los porqué, agobian hasta hacernos perder el sueño. Se convierten esas preguntas sin contestaciones en obsesiones que no dejan espacio para pensar en otros asuntos, los importantes, los próximos, porque, sabemos, the show must go on.

No hay planes posibles para salir del atolladero porque rondan en la cabeza preguntas que no tendrán respuestas, preguntas que distraen y al final del día no se habrá dado cuenta la persona que lo que ha estado haciendo se asemeja a un hámster corriendo dentro de una rueda enjaulada. Pura inutilidad. El trauma puede hacer de nuestra vida cotidiana un nuevo Sísifo. Si creemos que en algún momento podremos colocar la piedra en la cima, como intenta vanamente Sísifo, nos daremos cuenta que ese triunfo es solo ilusión. La piedra caerá, una y otra vez. Así de grande, degradante, es la pregunta del porqué, aunque la contestación sea tan simple como puede ser la codicia como un valor que supera la lealtad, la amistad, la confianza, la familia. Porque a algunos les cuesta descubrir que no todos se rigen por rectos valores universales de conducta.

“Al principio fue un momento de shock, ya que no me podía imaginar que una persona a la que dimos trabajo por tanto tiempo nos llevara a la oscuridad, afectando sobremanera las cosas más sencillas, como pagar nuestra casa, luz, el agua”, confió Blanca a un profesional de la salud, aun sin entender que sus valores, aunque sean buenos, son solamente suyos y que otras personas tendrán otros, algunos muy distorsionados.

Sabía que en su “alrededor ocurren eventos malos, pero yo pensaba que solo teniendo amor, el mal no podía entrar en nuestras vidas”. Pero se equivocó, lo admite. “Me encontré en total oscuridad”, así como ocurre luego de un huracán, compara. “Me encontré en total oscuridad”, ha dicho. Me evoca esta frase a una de las más famosas de toda la literatura universal, justamente la que comienza La Divina Comedia, de Dante. Nel mezzo del camin di nostra vita mi ritrovai per una selva oscura. “A mitad del camino de nuestra vida me encontraba en un bosque oscuro”. Había perdido Dante el sendero recto, como quien no se da cuenta por donde va y termina perdido. Blanca tampoco lo vio venir, la acumulación del dinero robado era monumental y junto a su esposo, ambos en esa oscuridad, solo veían que mermaban sus ingresos y se aferraban a la austeridad más dolorosa mientras trabajaban el doble, y asimismo continuaban invitando a Merari y su familia a sus actividades familiares. Estaban perdidos en esa selva oscura.

“¿Por qué?”, se pregunta obsesivamente una y otra vez. Esa es la pregunta que le tortura. “Esta te persigue por un largo tiempo, sin dejarte descansar. No supe qué hacer, ya que había estado en total oscuridad”. Como Dante, aunque por causas distintas, se encontró perdida, “tratando de salir pude experimentar la soledad, la tristeza, la angustia y el dolor de un lugar desconocido para mí”, asegura con una vena literaria, que comparte con Hau, que se la hace difícil esconder, aun cuando hable de su propio dolor por haber perdido en segundos la confianza de alguien que estimaba, “una explosión de pensamientos” sintió, que, pienso, la habrá paralizado por completo, y lo confirma más adelante, pero con una peor sensación.

“Sentía cómo me hundía en arena movediza sin poder hacer nada”, asegura, y lo difícil que le ha sido aceptar la traición de Merari. Era de esperarse, golpea más nuestra confianza, quien más hemos querido.

Mirando el dolor de esta pareja, reparo en que hubo demasiados momentos importantes que les fueron robados: acudir a la boda de su hija menor, el dinero para los estudios de su hijo, la graduación de medicina de su hija menor, el nacimiento de su primera nieta de su hija mayor. Son irrecuperables, y saben que esa es parte de su tragedia en esa vida tan normal que siempre han querido tener. Pero Blanca es una mujer de fe, de esperanzas, de las que no se rinden para recuperar la vida, de las que se levantan, y apela al recuerdo de otros momentos agradables para conformarse con una vida que ha llevado recta: “como el día que conocí a mi esposo, el nacimiento de mis hijos, y sus logros”. Y el apoyo de sus amigos, que le incitaron a seguir luchando para recuperar su vida, y segura de que “la justicia será servida”.

Y si Blanca estaba “en total oscuridad”, Roberto sentía que atravesaba “un vía crucis”. Esta es todavía una imagen poderosa, a dos mil años de su institucionalización en el lenguaje. Es un martirio que a nadie se le desea, y más aún, se lo tratamos de evitar a las personas. No todos aquellos que en aquellas épocas eran condenados a morir en la cruz cargaban el madero donde yacerían. Otros fueron obligados a cargarla, a Jesús, por ejemplo, para ofrecer un escarmiento, por si otro se le ocurría decir que era el Mesías, dios mismo. Otros, los que sufren un vía crucis más simbólico, igualmente cargan la cruz de su condena, como Roberto, e igual de inocentes.

No pude evitar utilizar toda esa simbología que el cristianismo primitivo generó en esa época, son demasiado potentes, crea uno, o no, en su verdad. Van, incluso, más allá de aquella verdad para explicar nuevas verdades, el sufrimiento, por ejemplo, la injusticia, la condena de los inocentes o el castigo sufrido en manos de perpetradoras de la maldad, si bien creo, para cualificar, que no hay cosas tan absolutas como esa, “la maldad”. De seguro la humanidad, cada uno de nosotros, recoge una tonalidad que va del blanco al negro, y solemos habitar más esas áreas grises que sus extremos absolutos, como condición humana. Los extremos son posibles, también hemos visto, pero son escasos.

Hau sintió que Merari se mofó de ellos cuando les dijo, falsamente, que padecía de un tumor cerebral y que era tratada con quimioterapia. Fue un acto de “barbarie”, según Hau, “teniendo pleno conocimiento de que mi esposa, hija mayor y este servidor habíamos pasado por tan atormentado calvario”. Merari había utilizado esa farsa para ausentarse de la oficina, para obtener más dinero de los Hau, para lograr la empatía del matrimonio, y posiblemente para justificar sus delitos.

Ni Roberto ni Blanca podrán olvidar que cada mañana, mientras les robaba hasta los clavos de la cruz, Merari los saludaba muy efusivamente, les preguntaba a cada uno cómo estaba, si todo bien, y muy sonreída con los pacientes, les daba turno para consultar al médico.

Algo muy extraño debió ocurrir en la mente de Merari. Recibía un salario por encima del que rutinariamente se paga en ese puesto, no se le descontaba de su salario los días que se ausentaba del trabajo, ni los días en los que quedó embarazada, recibió aumentos de salario y hasta el bono de Navidad se le pagó por encima de lo que estipula la ley. Y lo más curioso es que alardeaba ante Blanca sobre su gran capacidad de consumo, de visitar con su familia Disney World y quedarse en sus buenos hoteles, le mostraba las fotos de los lugares caros a los que iba con su familia, su vehículo Sienna, en Sam’s Club, sus visitas recurrentes a Chilis, Sizzler, presumía de sus prendas compradas en Zales.

Mientras, a Blanca y a Roberto apenas le sobraba unos centavos, cuando no es que escaseaban para cumplir sus compromisos, siempre modestos, como han querido llevar su vida. ¿Fue un ajuste de cuentas lo que hacía Merari con los Hau-González, pensando posiblemente que les sobraba el dinero, o acaso pensó, en su mente distorsionada, que con esos lujos alcanzaba el nivel de clase mediera de los Hau? ¿O simplemente era una ladrona que tuvo una oportunidad y sin escrúpulos la aprovechó para surtirse de bisutería? Es conocido el adagio aquél que dice: no solo porque podemos hacerlo, debemos hacerlo.

“Tenemos enfrente de nosotros a una vil y despiadada mentirosa, engañadora y farsante que nos tomó de rehenes de su avaricia”, afirma Hau, una codicia que nunca tuvo “marcha atrás”, sin pena, sin culpa, sin escrúpulos. “Día a día, sin cesar, ella veía sin remordimiento alguno los sinsabores que mi familia atravesaba por la falta de dinero para pagar. La deuda con el banco hipotecario se nos venía encima, las veces que nos suspendieron los servicios de agua y luz en nuestra residencia. La suspensión de los servicios telefónicos, agua, luz y de Internet en mi oficina, tan vitales y necesarios en los servicios médicos. Las veces que cuando fuimos a pagar una exigua compra de alimentos, nuestra tarjeta de débito era rechazada”. Esa fue la experiencia cotidiana a la que Merari sumió a la familia Hau, mientras ella le daba a su familia la gran vida con dinero ajeno. No robaba Merari un excedente de dinero para los lujos que usualmente profesiones como la de médico pueden darse. Le robaba el dinero de la compra, la luz y el agua, la de la vivienda. Los Hau no se daban lujos porque su riqueza interior era vasta, suficiente, para rechazar las vanidades.

Vale la pena reiterar, porque los momentos de solidaridad, orgullo y logro familiar enriquecen a una persona, que la ladrona despojó de varias de esas experiencias a los Hau. Por no tener nada, ni su hija logró asistir a su graduación de medicina. “No saben las lágrimas que derramó mi esposa y mi hija, y que aún derraman cada vez que se habla del tema.” Ya nunca existirá la instantánea que recoja el momento en que desfilaba con sus compañeros graduandos, ni la que exhiba a unos padres orgullosos del esfuerzo invertido de su hija, todos abrazados y diciendo posiblemente: trabajo realizado, bien hecho. “La pared quedará huérfana por una eternidad ante la ausencia del retrato que daría fe a tan extraordinario sacrificio”, resume con buen estilo el Dr. Hau.

No lo dijo en ese momento, pero luego con voz quebrada no pudo ocultar que tampoco pudo acudir a la boda de su hija menor en EEUU. No puedo saber con exactitud las condiciones en que se encontraban los Hau-González. Imaginarla sería insuficiente. Tendríamos que haber padecido un dolor semejante para comprenderlos.

Hay otros dolores que se iban acumulando. Además de robarles el dinero, y dejarlos casi en la calle, tuvieron que enfrentar un ser para el que no tenían defensas. Jamás habían visto una persona con tanta maldad. Dice Roberto que los “niveles de hacer daño” de Merari solo pudo compararlos con aquél que vendió por 30 monedas a Jesús. La diferencia, sin embargo, ahora que lo pienso, es que Judas se arrepintió, y todos sabemos el fatal desenlace que le causó su pesar. A fin de cuentas, Judas era movido por fuerzas que iban mas allá de su voluntad, pues debía hacer que se cumpliera un destino.

Los Hau, sin embargo, son una familia del pueblo de Isabela a la que no se le destinó cambiar la faz de la tierra, si acaso su deber consistía en ayudar a las personas, regresándoles la salud. No había razón para ser “masacrados”, como se siente Hau. Merari nunca mostró arrepentimiento alguno, y peor, comenzó una campaña de descrédito ante las autoridades que investigaban el asunto. Acusó a Blanca de robarle el dinero a su marido para comprar ropa y joyas, acusó al hijo de estos de ser un adicto. Esto debía, según ella, explicar la desaparición del dinero. Fueron defensas insostenibles, absurdas, es evidente, sin embargo, muestra, una vez más, a la persona que se escondía tras una fachada de cristiandad devota. Debió saber que, precisamente, la Biblia, advierte contra aquellos que, siendo lobos, aparentan ser corderos.

“Se me ha dicho que esta persona fue criada en el evangelio. Esa aseveración solo tiene una explicación: fue más fácil y placentero para ella tomar el camino de las 30 monedas de Judas que las palabras del Maestro”, interpreta Roberto.

El crimen perpetrado dejó huellas considerables en la familia Hau-González. Tan severas que el propio FBI, que investigó el fraude bancario, los refirió a terapia sicológica por ser víctimas de crimen. 

Roberto presentaba problemas de insomnio, ansiedad generalizada, depresión mayor severa, recurrente, pensamiento obsesivo-compulsivo, casi delirantes, sobre el fraude y la “traición” a la confianza, somatización. Temió que regresaran enfermedades ya superadas, el cáncer, por ejemplo, y otras condiciones médicas previas, pero sí se llegaron a presentar recuerdos de eventos traumáticos, pesadillas, episodios de gran significación, como no asistir a la graduación de su hija, que profundizaron su ansiedad. La hilación de sus pensamientos, una destreza profunda, necesaria, en la que se había entrenado como médico, se destejía por momentos. Sus preocupaciones en torno al estado financiero precario en que se encontraba, sus deudas con Hacienda, IRS y la patente municipal lo desarmaron. Sufría PTSD.

Se había convertido en un veterano de guerra de la que no salió ileso, una guerra muy particular, asimétria, como la de los terroristas, en la que la codicia, la sordidez, el engaño, la avaricia, el fraude, las apariencias, fueron las municiones que el enemigo utilizó para herirlo. Sus armas defensivas, la bondad, el amor, la confianza, el trabajo, el sacrificio, su alto sentido de responsabilidad y deber no fueron escudo suficiente para evitar ser alcanzado en esta refriega en que estaba involucrado sin saberlo. Aún así, en ningún momento renegó de sus valores éticos y morales. Su nombre es Roberto, recordarán, no Pedro. Pero se recluyó de su vida social. Demasiada alegría a su alrededor no reflejaría el estado de ánimo en su interior, que sufría. La guerra había comenzado antes del primer disparo, dice muy bien Tolstoi de todas las guerras, y lo sorprendió indefenso, vulnerable.

Blanca no estaba en mejores condiciones que él. Igualmente había sido diagnosticada con PTSD, como resultado de las misma guerra cuya declaración oficial nunca recibió, pero de la que era objeto. El afecto deprimido, la ansiedad, el insomnio, la “traición” de aquella trabajadora que cumplía muy bien sus labores en el consultorio médico mientras al mismo tiempo, con igual destreza, le robaba el fruto del esfuerzo al matrimonio la devastó. Ahora debían enfrentar también a un monstruo que sin proponérselo habían despertado: Hacienda, IRS, que amenazaba con quitarles todo por no tener la capacidad de pagar contribuciones de un ingreso que nunca recibieron. Hacienda y el IRS son agencias eficaces, aunque únicamente a la hora de reclamar lo suyo, pero, como la justicia, es igualmente ciega y no ve el daño que hace. Este caso debió tratarse de manera excepcional, y ver, sobretodo ver, cuáles debían ser las mejores vías para reclamar lo suyo sin revictimizar al matrimonio. Debieron reclamarle, por ejemplo, a Merari esas contribuciones y no a la familia Hau-González. Blanca llegaba a este momento con una serie de condiciones médicas que fueron exacerbadas por el fraude cometido. También debía saber que, ahora, sería más difícil afrontarlas debido al precario estado de sus finanzas.

A los Hau-González se les recomendó que descansaran, y si fuera posible, fuera de la Isla, tal vez para fomentar el olvido, para desmemoriar un poco el objeto oscuro de su tragedia, que les obsesionaba, para que cada lugar de su pueblo, el consultorio, el banco, algunas personas, no se convirtieran en minas que con solo verla estallaran el recuerdo de los acontecimietos. Pero irse fuera no era posible, costaba un dinero que no tenían, además, la investigación criminal estaba en curso y era necesaria su presencia. Blanca debió echar mano de sus entretenimientos favoritos, leer, la costura, algunas manualidades. Pero no es nada fácil que las manos ejecuten sus tareas cuando la mente ordenadora está estremecida y al final se desliza por la pendiente de la depresión, sintiéndose derrotada, angustiada, dejada por la mano de Dios. Los datos muestran que las mujeres son más vulnerables a padecer de depresión. Al no conocerse justificaciones biológicas para este hecho, debemos concluir que la estructura social a la que están sometidas las mujeres, todos la conocemos, debe ser el precipitante.

Debió esforzarse la víctima. Sus manos, como buenos soldados, debieron pedir las órdenes necesarias para ejecutar sus tareas. Pero el cuerpo es una máquina extraña, caprichosa, si bien igualmente maravillosa. Si existe la mente, o el espíritu, si está adentrada en nuestras células y reacciona a los acontecimientos formando pensamientos, es una discusión de altos vuelos que debemos dejar a los neurosiquiátras y los filósofos. Lo que sí sabemos es que en algún momento de nuestras vidas podremos necesitar una ayuda extra para calmar nuestro mente-espíritu, el ánima o el animus.

Esa memoria traumatizada por eventos anormales, las pesadillas que nos despiertan en la madrugada, la ansiedad generalizada que nos hace temblar de temor y amenaza con hacer de nuestra mente su residencia permanente, deben ser desalojadas. Es cuando la sicoterapia, la farmacoterapia o ambas salen en defensa de los heridos en esta guerra que llamamos vida.

Al médico se le recomendó, por su salud, que bajara considerablemente su horario de trabajo. Necesitaría esa fuerza para enfrentar su situación. Los estresores de su consultorio en nada ayudarían a promover su salud mental y física. Con reticencia lo hizo, “mis pacientes me necesitan”, arguyó. Pero debió pensar también en su propia salud, a nadie ayudaría sin ella, y menos a su familia. Se le impuso como un deber, y así quedó convencido. Dejó la banda de rock. No había cabeza para eso, demasiado aturdimiento. Como Blanca, sus brazos como ejecutante de la batería requerían de una mente despejada, en sintonía con las ondas musicales que llegaban primero a su cabeza y luego eran transmitidas al resto del cuerpo. Hau es tan músico como médico. Ahora era médico a tarea parcial y como músico no ejecutaba. Fue como perder las extremidades del cuerpo en la guerra terrorista que le montó su secretaria.

Afortunadamente, el tiempo, esa medicina que lo borra todo, fue surtiendo efecto. Y, en ambos casos, la mente, ese general que da órdenes inapelables, fue asumiendo la autoridad que le corresponde y comenzó a dictar el movimiento necesario a sus soldados brazos y manos para que comenzaran a ejecutar los mandatos. Ya iba ganando salud y olvido el matrimonio, sin los cuales no podrían encarar su nueva situación, e intentar salir de ella. Roberto regresó a la banda de rock y expandió algunas horas en la oficina médica. Blanca a sus manualidades que tanto le despejaban. Pero ya nada era como antes, lo saben los países en cuyos patios hubo guerra.

5. Un banco con disfraz

En el poema “El vestido” (del poemario Vita Nova), la premio Nobel de Literatura 2020 Louise Glück, asegura que “la desconfianza” es “el resultado de la violencia”, y queda la persona “crispada”. Trata el poema de un gran desamor, pero que podemos traducir aquí a la relación de confianza que establece cualquier hijo de vecino, como un médico de pueblo, por ejemplo, con cualquier persona, como su secretaria o una institución. “Se me secó el alma”, comienza el poema, curiosamente, muy similar a lo que padeció el Dr. Hau, cuando dice que el acto cometido por su secretaria le había “robado el alma”.

“Se me secó el alma. / Como un alma arrojada al fuego, / pero no del todo, / no hasta la aniquilación. / Sedienta, / siguió adelante.  Crispada, / no por la soledad sino por la desconfianza, / el resultado de la violencia”.

Claramente, surge la pregunta en el poema: “¿[c]ómo vas a volver a confiar en el amor de otro ser?”, pues queda el espíritu “expuesto un momento”. “Marchita” el alma la traición, cualquier tipo de traición, debo recalcar, porque ese acto supone previamente una relación profunda, de amistad, de trabajo, de confianza, de amor. Es entonces que Glück remata en sus versos el saldo final de su situación. Con el espíritu “expuesto”, con el alma “marchita”, “el cuerpo se convirtió en un vestido demasiado grande”, “y cuando recuperé la esperanza [de confiar nuevamente] / era una esperanza completamente distinta”. El daño ha sido hecho.

“Como institución, en este momento yo no confiaría en ese banco. En otros sí. La institucion tiene su nombre, pero los que trabajaron en ella… es malísimo. Y ahí mucha gente sabía. Tenían que saberlo, porque le cambiaban los cheques (a Merari). ¿Cómo es posible? Ellos dicen que yo había autorizado, pero si en esos estados bancarios mi exsecretaia puso su email y que fuera electrónico, que no fuera por correo. Los alertas aparecían en el teléfono del papá (de Merari), y en el email de ella.” Son dudas legítimas que deben aclararse. No hacerlo sería arrojar serias dudas sobre la seguridad de las cuentas de los clientes de, no sólo este banco, sino de todos.

Sobre esas alegaciones iniciales del BPPR, ya estas fueron esclarecidas y adjudicadas mediante la sentencia a Merari, una verdad judicial imborrable, eterna, incuestionable. Pero a Hau, aún hoy día, le hiere que hayan tratado de involucrarlo. Si esa fue la investigación que hizo el banco, entonces fue una chapucería destinada a problematizar el asunto, no aclararlo.

El cuantioso robo del que fue objeto el matrimonio Hau-González, un acto de pura violencia que les dejó al borde de la ruina, depositó en ellos la semilla de la desconfianza que solo pudo crecer robusta cuando el propio banco en el que tenía sus cuentas pareció ser cómplice del fraude. Nunca el banco le advirtió de las irregularidades que le desfalcaron sus finanzas y eso fue suficiente motivo para la sospecha. La duda, esa raíz que crece sin que nadie se de cuenta hasta convertirse en el rizoma de la suspicacia, tuvo el efecto, muy racional, de provocar, como menos, serios recelos sobre la capacidad del banco para proteger su patrimonio. La duda, ya no la confianza, sería ahora el estado natural del matrimonio.

“¿Cómo es posible que (Merari) en el 2007 cambiara un cheque de $7,672.50 falsificando mi firma, utilizando una firma corta de tres letras, cuando mi firma no ha variado en decenas de años y es mucho más larga, y el banco no me llamó? Es algo que no entiendo”, se pregunta Hau. Pero no fue uno solo, fueron tantos como un rosario sin fin los que contabilizó. “De los cheques que me envió el programa de incapacidad del Seguro Social, hay dos cheques en que, uno tiene esa firma fraudulenta y fue depositado en la cuenta personal de la secretaria, ni siquiera en la cuenta fantasma que abrió a mi nombre. Por alrededor de $10,200. En otro cheque, por sobre $8,600, pusieron una cantidad en la cuenta fraudulenta que ella abrió a mi nombre, pero no completa, Hay $2,500 de ese cheque que no se sabe dónde están. O sea, fue un depósito parcial. ¿Retuvo ella ese dinero, se lo dio a alguien del banco? No se sabe”, dice con suspicacia. Sencillamente, ya cree que todo es posible y no va a descartar nada. Un solo teller, dijo sorprendido, le cambió 75 cheques.

“Hay cheques en que equivocó el número de cuenta, lo tachó, puso otro otro número y asimismo se lo cambiaron. Hay otro cheque en que tachó los últimos cuatro números de la cuenta, puso otros cuatro números distintos, y también se lo cambiaron y no levantó la más minima sospecha en el banco. En un cheque puso mi NPI, mi número de médico en la licencia, y se lo cambiaron. Hay cheques que trató de depositarlos en una cooperativa en Isabela, y está ponchado por la cooperativa de Isabela y por el BPPR. ¿Cómo es posible que deposite el mismo cheque en dos instituciones bancarias? No lo entiendo. Hay otros siete cheques que ella hizo a su nombre en la cuenta fraudulenta, porque ella mandó a pedir cheques de esa cuenta, y uno de ellos nada más es de $13,000.”

Hau continúa enumerando el contexto de cada cheque, la irregularidad cometida, sus cantidades, por las mismas que tendrá que pagar contribuciones estatales y federales, pero sin haberlos recibido. Pero son sobre 800 cheques y cada nuevo cheque sólo narra una historia ya conocida, repetida. Podría entender que se trata de un proceso de catársis. Liberar el recuerdo de cada cheque le permite equilibrar su memoria, desapasionar la obsesión, o, como creían los antiguos griegos, purificar esa pasión que supone vivir una situación trágica. A saber si este reportaje les ayude, cuando lo lean, detenerse y aceptar que la vida también traiciona a las personas de bien, y desde ahí retomar su camino. Nadie dijo que la vida es justa para los justos.

Muchas veces las víctimas suelen culparse de los actos que las victimizan, sin que en efecto sean responsables. Caer en depresión y culparse por lo acontecido problematizan directamente su ser, su yo, lo que han sido, cómo han sido, lo que quieren ser y las circunstancias que lo han derrotado. Los Hau-González han atravesado ese “vía crucis, ese estado de “total oscuridad”, como dice cada cual, pero ahora ven con claridad los lugares de donde salieron los disparos que los lesionaron. Ya el tribunal federal del distrito de Puerto Rico adjudicó la responsabilidad criminal, directa, de Merari Velázquez, en el fraude cometido contra ellos.

Lo que no está claro ni adjudicado en este entuerto es la responsabilidad del Banco Popular de Puerto Rico y los agentes que lo representan. Esta suspica junto a otros elementos lo dilucidan los Hau-González en este momento a través de una demanda contra el banco. No es la primera demanda contra esa institución, tampoco sería (si se probase) el primer acto irregular cometido por ese banco que lacere su reputación. Hay un historial, que, suscitamente, debemos ver. Pero, aún antes, hay unas perspectivas que debo traer a la mesa, porque es cierto cuando Primo Levi asegura que sobrevivir, en su caso el Holocausto, lo hizo sentirse culpable, pero el BPPR, una institución que ha sobrevivido desde el 1893 a todos y cada uno de los momentos más trágicos que han asolado Puerto Rico, no padece del síndrome natural del sobreviviente, el de culpa, sino más bien el del victimario, el del opresor, en el que nunca hay arrepentimiento.

a. Fuertes económicamente, hasta durante la miseria de un pueblo

Desde el 2006 la isla padece de una fuerte depresión económica, exacerbada entre el 2017 y el 2020 por huracanes, terremotos y pandemias y desde mucho antes por la deserción de aproximadamente poco menos de una cuarta parte de su población, sobre todo joven, que agrava un índice negativo de natalidad (mueren más de los que nacen). Los sueldos miserables, de los que logran conseguir empleo a tiempo completo, destinan a esa parte de la población a la pobreza laboriosa, a la dependencia de los servicios humanitarios, deficientes como son. Otra gran parte de la población está en peor situación al sub-emplearse en los comercios. La deserción escolar ronda el 40%, número que indica además la cantidad de madres solteras o jefas de familia. El 50% de la población ha tenido que buscar ayuda para su salud mental en algún momento de su vida, y la criminalidad no solo despunta por sus asesinatos, sino por el raterismo, sean en los hogares, en las empresas privadas o en el gobierno. La deuda pública insostenible obligó la restricción de los servicios públicos y el pago de los retiros de los empleados públicos, así como la instalación de una Junta de Supervisión Fiscal designada por el presidente de EEUU que laceró la escasa autonomía que ofrece el Estado Libre Asociado para manejar sus asuntos internos, particularmente el fiscal, bajo una arcaica visión de austeridad.

No obstante, nos mercadeamos ante el mundo bajo la frase Puerto Rico does it better. Tiene razón, aunque no todo Puerto Rico, solo algunos. El Banco Popular de Puerto Rico sigue incólume, aumentando sus ingresos y su poder, entre ellos el mediático. El BPPR es una subdivision de Popular Inc.

La radiografía que hace el ensayista Amado Martínez Lebrón, en su artículo “Banco Popular y la crisis colonial de Puerto Rico” (revista 80 grados, 5 de septiembre de 2017), es tan atrevido como priceless. Pocos se atreven a poner una pica en Flandes. Bajo las pobres condiciones socio-económicas descritas en que se encuentra la isla, Martínez Lebrón señala, citando el servicio informativo especializado en economía Sin Comillas de 27 de julio de 2017:

Popular, Inc. […] informó ganancias de $96.2 millones ($0.94 por acción) en el segundo trimestre de 2017, [lo que significa] un alza de 8.1% cuando se comparan con las ganancias de $89.0 millones en el mismo periodo del año pasado…;

Los depósitos se situaron en $33,122 millones en el segundo trimestre, un aumento de $4,384 millones respecto al mismo período del 2016;

Los activos del banco aumentaron en $983 millones respecto al primer trimestre del 2017, hasta $41,243 millones.

El servicio informativo agrega en su nota que Don Ignacio Alvarez, presidente y principal oficial ejecutivo de Popular, Inc., comentó que “tengo la suerte de asumir mi nuevo cargo como principal oficial ejecutivo en un momento en que Popular tiene una base sólida, como lo demuestran nuestros resultados para el segundo trimestre. Los ingresos estuvieron fuertes, la calidad del crédito se mantuvo estable y logramos crecimiento en los préstamos tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico. Aunque seguiremos operando en un ambiente desafiante en el corto plazo, el equipo tiene energía y está enfocado. Tenemos más capital financiero y humano que en cualquier momento de nuestra historia y estamos bien posicionados para el futuro”. Esa formidable y lujuriosa condición económica del BPPR ocurre luego de una depresión económica en la isla que ha desastrado al pueblo, si bien, antes de los huracanes, los terremotos y la pandemia.

Para el ensayista, sin embargo, “[l]os banqueros son responsables de nuestra crisis por muchas razones: hipotecas deshonestas, préstamos con intereses leoninos, préstamos estudiantiles, seguros, planes médicos, monopolio en transacciones, tarjetas de crédito impagables, inversiones fraudulentas, privatización y falsa representatividad, entre otras; sin embargo, su responsabilidad en nuestra crisis más reciente radica en su especulación con los bonos del ELA, así como con los de sus corporaciones públicas y municipios. Los banqueros, que constituyen uno de los poderes más consistentes detrás de los gobiernos, en contubernio con sus delegados en el Estado, tanto bajo pepedeístas como penepeístas, han negociado las emisiones de bonos para mantener el crecimiento económico artificialmente, y seguir beneficiándose de forma exclusiva del sistema capitalista financiero y colonial.” Según el análisis de Martínez Lebrón, el BPPR “debe entenderse como un importante agente de la crisis, no solo por su práctica corporativa general, sino porque desde su fundación en el 1893, entre sus dueños y directiva, siempre han estado, como en cualquier otro banco exitoso, los representantes de las instituciones políticas y económicas locales más ponderosas.”

b. Una imagen corporativa lelolai que rinde frutos 

Distinto al mercadeo bajo el cual se vende esa entidad, de ser el banco del pueblo, de respaldar sus intereses y hasta promover e identificarse con sus valores culturales, la realidad es que el BPPR ha formado parte indispensable de la mogolla colonial y de los intereses corporativos que se lucran de las inestables y permisivas condiciones económicas, a través de sus alianzas políticas, se desprende del ensayo. Martínez Lebrón ofrece varios ejemplos, que citamos de su escrito “De plástico su estrella” (revista 80 grados, 20 de septiembre de 2013).

“[E]l Banco Popular lanzó su campaña ”Echar pa’ lante” (2011) en donde el Gran Combo como protagonista de la cuña publicitaria nos invitaba a superar con estoicismo los obstáculos económicos que el banco al mismo tiempo (2009) estaba resolviendo con un ‘Bail Out’ de ‘$935 million to the U.S. Treasury Department […] under the bank bailout program’. ”Para el autor citado, la campaña tuvo el propósito de convertir el Banco Popular “en un ciudadano sensible”, a su agencia de publicidad (JWT) en un “Miracle Worker”, “y a cada puertorriqueño en el único responsable de su propia ruina”.

[Para entender cómo se le adjudica a los trabajadores, engañosamente, ser los responsables de su pobreza, ahora que todos somos contratistas (sin derechos laborales ni beneficios), microempresarios (de esos que se “reinventan” pero son incapaces de autosostenerse y terminan dependientes y autoexplotados), recomiendo leer a Richard Sennett, Byung-Chul Han, Zygmunt Bauman, entre otros. Para ver cómo la tan amplia deshonestidad –cheating– en los negocios impacta la sociedad, léase The (Honest) Truth About Dishonesty, de Dan Ariely.]

Por otro lado, explica el ensayista en su nota de 2017 en 80 grados, que luego de fusionarse con su mayor competidor Banco de Ponce en 1990, “y para sobrellevar el impacto que implicó derrotar la competencia nacional, crea su especial de Navidad. El Popular inició una campaña publicitaria alternativa que mezcló y todavía mezcla el sentimiento religioso con el patriotismo cultural inconsecuente que se transmitió por primera vez en el 1993 por todos los canales de televisión local y en donde participó el Topo. Esta movida sin duda terminó fortaleciendo el nacionalismo cultural que ha vendido desde sus inicios y le ha permitido al Banco explotarnos sin consecuencias y quizás hasta con orgullo. El especial navideño se diseñó como campaña de relaciones públicas de la Fundación que preside Richard Carrión desde el 1990, con el fin, entre otras cosas, de sacudirse la imagen de monopolio que produjo la fusión con el Banco de Ponce, y celebrar el centenario de la institución. Ese mismo año se inicia el CEO de Popular también como líder olímpico internacional y en el 1993 se publica el libro de Guillermo Baralt, Tradición de Futuro, comisionado por Richard Carrión. (…) Todo esto ocurre como parte de su inauguración en la dirección del banco y sin duda, desde su deseo por desarrollar el ángulo de nacionalismo cultural como imagen corporativa.”

No han parado desde entonces, y con mucho éxito. El pueblo le ha retribuido su campaña publicitaria con la confianza de sus exigüos depósitos y su agradecimiento por usar en sus especiales de Navidad a íconos de la cultura popular que, a fin de cuentas, nada tienen que ver con los ocultos y verdaderos propósitos financieros del BPPR: el de “crear fidelidad con su marca”. (Martínez Lebrón, 80 grados, 12 de septiembre de 2014).

Se mercadean, engañosamente, como los defensores de “la cultura”. Debemos advertir la poca reacción crítica en los círculos intelectuales y medios de comunicación a ese concepto añejo de cultura que promueve, un poco a lo Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), que traza una cultura identitaria que posiblemente nunca respondió a la realidad de lo que fuimos, y que en todo caso es “estática”, y hasta fosilizada. El imaginario de las décadas 1940-1950 excelentemente construido por los organizadores del nuevo estado que surgía (1952) ha quedado fijado con un fuerte spray mediático que no ha permitido que desde entonces se mueva un solo pelo de esa cultura artificiosa. Igualmente han avanzado con otros especiales de eventos culturales más cercanos, como la salsa y otros. Aún así, “han sido herramientas sólidas en la tarea de ir perpetuando la fantasía de una sociedad puertorriqueña sin contradicciones económicas y en paz cristiana, independientemente de las desigualdades de clase, raza y género que el propio Banco como máximo representante del capitalismo local, ayuda a crear todos los días. Cada vez que el Banco habla de la ‘cultura nacional’, desde el arte o el deporte, para ganar la simpatía de un pueblo, está creando la ilusión de que existe tal identidad y que el Banco la representa.”

Ciertamente, esos especiales del BPPR me evocan aquella famosa canción de Joan Manuel Serrat, “Fiesta”, que cantábamos con mucho entusiasmo y poca voz en la década de 1970: https://www.youtube.com/watch?v=3O75jWKW5OQ

“Gloria a Dios en las alturas, recogieron las basuras de mi calle, ayer a oscuras, y hoy sembrada de bombillas. Y colgaron de un cordel, de esquina a esquina un cartel y banderas de papel verdes, rojas y amarillas.

Y al darles el sol la espalda revolotean las faldas bajo un manto de guirnaldas para que el cielo no vea, en la noche de San Juan, como comparten su pan, su mujer y su galán, gentes de cien mil raleas.

Apurad, que allí os espero si queréis venir, pues cae la noche y ya se van nuestras miserias a dormir. Vamos subiendo la cuesta que arriba mi calle se vistió de fiesta.

Y hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha. Juntos los encuentra el sol a la sombra de un farol empapados en alcohol magreando a una muchacha.

Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas. Se despertó el bien y el mal, la zorra pobre al portal la zorra rica al rosal y el avaro a las divisas.

Se acabó, el sol nos dice que llegó el final. Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual. Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta.”

c. “El Rey está desnudo”

El Banco Popular de Puerto Rico es uno de los empleadores privados más grande de la Isla. Es también la fuerza económica de más peso en la Isla, es políticamente influyente, latifundista, por su gran fuerza dicta los pasos financieros de las demás instituciones bancaria (ha adquirido cuatro bancos en los últimos 20 años) y los derroteros de la economía de Puerto Rico. El BPPR es el más antiguo de la Isla, y tuvo, al menos hasta su consolidación con el Banco de Ponce, una trayectoria financiera deslumbrante. La gran desregulación que emprendió el presidente Ronald Reagan en la década de 1980, continuada por Bill Clinton en los 90, permitió a los bancos entrar en negocios antes vedados y la maximización financiera de su capital acumulado. Pero con ello también llegó una feroz competencia que muchos bancos no lograron afrontar exitosamente.

El BPPR logró colocarse como una institución importante en el Sistema bancario de EEUU, alcanzando lugares prestigiosos (número 50, entre miles), y comenzando una cuestionable expansión en el continente. Su más alto directivo llegó a ubicarse en una institución reguladora del más alto nivel, como la Reserva de New York. Además del prestigio personal que supone esas designaciones, eran banderas de orgullo para la banca puertorriqueña. Todos saben, sin embargo, que las expansiones son tan necesarias para crecer como riesgosas. Pueden terminar, de no hacerse con prudencia, como una lasca de queso suizo, llena de hoyos que impactarán su estructura financiera. Le ocurrió al BPPR, que tuvo que deshacerse al final del día de algunos activos en el continente y concentrar sus operaciones en la isla. Pero hubo otras operaciones, lucrativas, más cotidianas, que levantaron otras sospechas.

Ese error mostró lo desnudo que estaba el Rey. El famoso escritor danés Hans Crhistian Andersen escribió en 1837 el cuento infantil “El traje nuevo del emperador”, conocido también como “El Rey está desnudo”. Se cuenta que el Rey, ávido de las mejores prendas del mundo, comisionó a unos sastres (eran realmente estafadores) un vestido único. Los sastres se quiñaron los fastuosos materiales y le hicieron creer al Rey que le vestían con telas nunca vistas que solo los idiotas no verían. Como nadie, ni el Rey ni su pueblo, querían pasar por idiotas, durante el desfile nadie dijo nada sobre la vestimenta inexistente, excepto un ingenuo chiquillo ajeno a esos malabarismos mentales e hipocresías adultas, quien gritó a pulmón: ¡pero si va desnudo! Y el pueblo, que hasta entonces no quería parecer idiota, reconoció la desnudez del Rey que, arrogante, soberbio, continuó su desfile. El BPPR parece ese Rey y continúa su desfile, a pesar de que varios chiquillos le gritan que va desnudo.

c. 1. Lavado de dinero

Para evitar el lavado de dinero, mayormente producto del multibillonario y galopante tráfico de drogas, la regulación federal exige que los depósitos de $10,000 o más sean declarados en una hoja que informe la procedencia del dinero. Y aún más, un patrón de depósitos que evidentemente intente evadir dicha hoja informativa, por ejemplo, depósitos recurrentes de $8,000 y $9,000, deben levantar bandera en las sucursales bancarias y ser igualmente informadas, así como el depósito de miles de dólares en efectivo y en denominaciones de a peso, cinco, diez y veinte, sucios, mojados, olorosos a mafú y en bolsas plásticas.

Pues nada de estos filtros hizo el BPPR para evitar que a sus arcas se depositara durante años el dinero proveniente del narcotráfico. La investigación criminal del Departamento federal de Justicia (DOJ) contra el banco fue evitada cuando se negoció una multa de $21.6 millones por el escándalo. Pura información pública.

Este banco permitió el lavado de millones de dólares provenientes del narcotráfico cuando no reportó esas transacciones sospechosas. El BPPR se cantó inocente, pura negligencia, nada criminal. El DOJ determinó que entre el 1995 y el 2000 el BPPR recibió recurrentemente depósitos en bolsas y maletines deportivos repletos de dinero en efectivo de baja denominación, una actividad típica del narcotráfico en todo el mundo. En el acuerdo, el banco reconoció que violó las reglas federales que lo obligan a reportar a las autoridades federales transacciones sospechosas como esta. Una nota de prensa de enero de 2003, cuando se llegó al acuerdo, revela que, según el gobierno federal, el BPPR “envió con retraso o de forma poco detallada, informes sobre estas transacciones”. Al no hacerlo, se agregó, se perdió la oportunidad de investigar y montar un operativo que descubriese y desarticulase el esquema ilegal y sus máximas figuras, y se permitió que el dinero obtenido de las actividades ilegales del narcotráfico entrase al sistema monetario oficial.

c. 2. Patrones que se repiten

Hay otros incidentes que arrojaron otras sombras sobre la capacidad del BPPR para gestionar con cierta eficiencia el dinero ajeno. En el caso, con número de resolución en el Tribunal Apelativo KLCE 2004 01346, es decir, hace tres lustros, Corporación Pública para la Supervisión y Seguros de Cooperativas de Puerto Rico (COSSEC) v. BPPR y otros, el Banco Popular recurre una determinación del Tribunal de Primera Instancia (TPI) que lo conmina a responder completamente un interrogatorio solicitado.

COSSEC instó en esos años un litigio contra las cooperativas de la Autoridad Metropolitana de Autobuses y la Autoridad de los Puertos por malversación de fondos y fraude de algunos líderes de esas cooperativas que depositaban sus dineros en el BPPR. COSSEC le adjudicó al Banco Popular pagar cheques fraudulentamente endosados (¿les recuerda esto al fraude contra los Hau-González?). Este “descuido” en la verificación de endosos de cheques, esa “mala fe al no investigar transacciones sospechosas en las cuentas de esas cooperativas, recibo de depósitos de cheques endosados fraudulentamente, negligencia en el pago de cheques fraudulentamente endosados, mal manejo de cuentas en violación de leyes y reglamentos federales, descuido al no detector y prevenir lavado de dinero producto de la actividad criminal, no rendir informes de actividades sospechosas, y otras”, como se alegó en la demanda, fueron las acciones levantadas contra el Banco Popular. COSSEC habría perdido casi $2 millones por estas actuaciones.

Por supuesto, el BPPR negó responsabilidad alguna. COSSEC solicitó la producción de documentos, como hace ahora Hau y con igual resultado. El banco lo hizo sólo parcialmente. Incluso, COSSEC le solicitó al banco al menos sus reglamentos en vigor entre el 1998 y el 2003 relacionados con su política contra el lavado de dinero, casualmente el mismo período en el que el banco era una máquina aceitada de lavar dinero del narcotráfico. El BPPR objetó contestar. También objetó “por ser confidencial” los documentos o reglamentos o informes sobre Reporte de Actividades Sospechosas (SARs, por sus siglas en inglés). Y objetó además proveer cualquier documento, reglamento, informe o política interna provisto por el banco para detectar lavado de dinero, fraude bancario y endosos fraudulentos.

El BPPR solicitó la “protección” del tribunal para no tener que revelar “cualquier SARs preparado por el BPPR”, su contenido, cualquier documento relacionado, cualquier comunicación escrita o verbal con entes de gobierno relacionada con hechos que pudieran motivar la preparación de los SARs. Igualmente solicitó la más absoluta confidencialidad en el proceso. Otra vez, muy poco tiempo después del patético caso de lavado de dinero del narcotrafico, al BPPR lo habían cogido con los calzones abajo. El Tribunal de Primera Instancia le dijo al BPPR que debía responder afirmativamente a la solicitud de evidencia. Sin embargo, el Tribunal Apelativo concedió en parte el remedio solicitado por el banco, en cuanto a los SARs se refiere, debido a que esos documentos están protegidos por el Código Federal, no así otros documentos solicitados por COSSEC. Desconozco el destino final de este caso. De cierta manera, tampoco importa. Lo importante es que la demanda incoada destaca ciertos patrones de comportamiento del banco, como cambiar cheques fraudulentamente endosados, y su reticencia a someterse plenamente al proceso de descubrimiento de prueba.

La prensa da cuenta de otra serie de deficiencias de ese monumental banco, como estar en “sindicatuta” por problemas y deficiencias en el manejo de la documentación de los préstamos de propiedades, y otros a lo largo de los largos años de este banco, por ejemplo, la demanda de un grupo de accionistas en 2009 en la corte federal contra el BPPR por supuestamente ocultarles la verdadera condición financiera (crítica, alegaron) de los negocios y prospectos, los cuales les ocasionaron pérdidas. En la demanda al banco se incluyó a la más alta gerencia. Se sostuvo entonces que Popular Inc. no reveló durante años la verdadera condición financiera de la corporación y las pérdidas, sobre todo en préstamos otorgados al sector de la construcción, entre 2008 y 2009. En enero 2011 un influencer y comentarista de noticias informó que el BPPR transó la demanda por $47 millones por lo que llamó “truquear con sus libros de contabilidad”.

En otra demanda, más tangencial con las alegaciones de la familia Hau-González, en 1994 la viuda y heredera Hipólita Rivera Durán y otros demandaron al BPPR porque sobre $100,000 que dejó su esposo en las cuentas en ese banco al fallecer, fueron retirados por personas no autorizadas y el banco permitió también  que esas personas no autorizadas giraran cheques contra esa cuenta que no les pertenecía. La viuda le imputó al banco negligencia para proteger un dinero que le correspondía a ella y demás demandantes. Irónicamente, en ese caso el BPPR se quejaba de que el tribunal no le permitió un amplio y liberal descubrimiento de prueba, queja que ganaron en el Tribunal Supremo de Puerto Rico (TSPR). La principal abogada del banco fue entonces la hoy jueza asociada del TSPR, Anabelle Rodríguez, empleada entonces del bufete Martínez, Odell y Calabria. La familia Hau-González, en su demanda contra el BPPR, afirman, y ha sido sostenido por los tribunales de Instancia y Apelativo, que el banco se niega a contestar el interrogatorio sometido por ellos y a proveer extensa documentación solicitada. Es decir, ahora el BPPR no quiere que el descubrimiento de prueba sea tan “amplio y liberal”.

En el caso en la corte federal del distrito de Puerto Rico de Pedro Soto Meléndez v. BPPR, (20-1057), que busca ser una acción de clase, el demandante sostiene que el BPPR le cobró ilegalmente tres distintos cargos por una sola transacción bancaria de fondos insuficientes, siendo esta acción contraria al contrato en que se le indica que solo habrá un cargo. Se indica en la demanda que el BPPR tiene “la práctica rutinaria” de cobrarle a los consumidores múltiples cargos por una sola transacción de fondos insuficientes. Dijo que una primera vez que American Express le fue a cobrar, no pudo hacerlo por insuficiencia de fondos en su cuenta, y el banco lo penalizó con $15. No obstante, dos días después el banco reprocesó esa misma transacción, y como todavía no había suficientes fondos, volvió a cargarle $15 de penalidad. Otros dos días después, el banco reprocesó el mismo acto, con el mismo resultado de otros $15 de penalidad. El único propósito del BPPR con esa práctica, afirma el demandante, es “maximizar los cargos”, es decir, hacer dinero, y constituye “un abuso discrecional de sus poderes” contraídos con sus clientes.

“Esta práctica abusiva no es universal en la industria de los servicios financieros”, señaló. Y tampoco se revela en los documentos de contabilidad, y al contrario, se indica que se le cobrará un solo cargo, alegó. Dijo que esa práctica viola las propias “promesas y acuerdos” del BPPR con sus clientes, e incumple con su deber de “buena fe y trato comercial justo”.

No nos deben interesar muchos otros casos, que solo serían una acumulación de estos. Más esencial, sin embargo, nos parece el actual caso judicial entre el excampeón de boxeo y querendón de Puerto Rico Juan Félix “Tito” Trinidad y el BPPR.

c. 3 Tito Trinidad enfrenta al Bernard Hopkins bancario

Tito Trinidad alega que su fortuna de sobre $40 millones desapareció del BPPR luego que la trasladara de la Wells Fargo a este banco local y en la división Popular Securities por recomendación de su entonces asesor financiero José Arturo “Pepe” Ramos en 2010, quien obtuvo empleo en Popular Securities (PSL) al lograr que Tito moviera su dinero con ellos, según se afirma.

El pasado 27 de febrero de 2020, reseña la prensa, Tito se sentó en la silla de los testigos y sostuvo que esa es la cantidad de dinero transferido, que recibió del BPPR una línea de crédito para liquidar una deuda de $21.8 millones con Wells Fargo, que fue Ramos quien realizó las transacciones y supervisó el balance del dinero invertido en Popular Securities.

A preguntas de su abogado Eric Quetglas, que le interrogaba, Tito afirmó, con gran ingenuidad, debe decirse, que “estaba bien contento porque iba a regresar al banco más grande de Puerto Rico. Tanto Pepe Ramos como Zaida Montalvo (ejecutiva de Banco Popular) me dijeron que tendrían personas especializadas en las distintas áreas para velar por mi capital para que esté seguro. Así lo aseguraron porque mi interés era que mi familia estuviese bien en estos años de mi vida. Ambos me prometieron mucho”.

El BPPR le está cobrando a Tito $8.3 millones por no aportar a la línea de crédito, aunque el exboxeador había hecho un pago de $5.6 millones en 2013 por recomendación de su exasesor financiero y ahora empleado de PSL. Tito ha tenido que echar mano de un fondo de retiro que tenía en la Federación Internacional de Boxeo para completar sus gastos. Y aunque el BPPR ha realizado acercamientos para negociar el caso, Tito espera que se le devuelva el balance de su fortuna.

Tito, en su demanda de $28 millones, sostiene que el banco no le asesoró correctamente, que fue engañado y se actuó de mala fe, causando la debacle de su patrimonio. Mientras, el BPPR le reclama alrededor de $14 millones que restan por pagar de los $21.8 millones de la línea de crédito otorgada para saldar su deuda con Wells Fargo. Para el BPPR, Tito llegó con una fortuna disminuida de $22.2 millones, no con los sobre $40 millones que alega.

La complejidad financiera de todo esto es mucho mayor, se debe reconocer. Precisamente, el BPPR reconoce el valor de la imagen de Tito, al que llamó en la prensa “héroe nacional”. Trinidad, sin embargo, afirma que confió en el banco la planificación de sus $22.2 millones en inversiones y finanzas en 2010, y que el BPPR es el responsible de su vaporización. Para los abogados de Tito, la transacción prestamista entre el banco y Tito fue ilegal porque se otorgó “bajo engaño” y fue utilizada para permitir que Popular Securities, una afiliada del Banco Popular, recibiera la cuenta VIP.

Con toda probabilidad el caso será finalmente negociado. Llevan seis años en litigio y no hay forma de salir indemne, y ni siquiera puedo certificar que todas las notas de prensa que he revisado contengan los datos correctos. Hasta los datos de Tito y el banco se interpretan distinto. Lo cierto es, no obstante, que Tito ha perdido casi toda su fortuna y el BPPR continuará lacerando su imagen en este litigio. Tampoco debe perderse de vista que aquí es el BPPR el que tiene dinero, sobre $40,000 millones de capital, no Tito.

Ahora bien, no puedo cerrar este capítulo e ir a la demanda de la familia Hau-González contra el BPPR sin antes traer las alegaciones centrales de Tito Trinidad sobre las actuaciones de dicho banco porque, precisamente, inciden en el historial, aunque parcial, anteriormente reseñado sobre cierta conducta repetitiva de deshonestidad, de negligencia, de esa institución bancaria que no la hace confinable ante muchos ojos, entre ellos los de Tito y los del matrimonio Hau-González. Luego de leer esas alegaciones es que, de la madeja, puede irse tirando el hilo hasta devanarlo totalmente.

Sostienen Tito y sus abogados que el “BPPR, en manifiesta violación de esas obligaciones, adoptó e implementó un Plan Financiero y de Inversiones Fraudulento (en adelante “Plan Fraudulento”) para el manejo de las inversiones y finanzas de Trinidad. El Plan Fraudulento conllevó que BPPR otorgase a Trinidad un préstamo con causa ilícita, por alrededor de $21.850 millones, que era inapropiado para su perfil financiero y de inversiones, con el propósito de que Trinidad pudiera mover la cartera de inversiones que tenía con Wachovia Bank/Wells Fargo (“Wells Fargo”), con un valor neto de alrededor de $22.2 millones, a PSL, la afiliada de BPPR; y, que Trinidad mantuviera en PSL una cartera de valores, con un valor bruto de $44 millones, que era altamente arriesgada e inapropiada para su perfil financiero y de inversiones por su concentración geográfica en Bonos y Fondos Cerrados de PR (“FCs”), cuyo riesgo se multiplicaba por dos, porque el préstamo fue utilizado por BPPR como colateral para cubrir casi el 50% de la cartera. El Plan Fraudulento fue implementado por BPPR -actuando por medio de, entre otros, su empleada Zaida Montalvo-Díaz (“Montalvo”) y PSL- actuando por medio de, entre otros, su empleado y asesor financiero, José Arturo Ramos-Ríos (“Ramos”). Todos estos actuaron como agentes y alter egos el uno del otro, ayudándose el uno al otro, en la ejecución de la conducta fraudulenta objeto de la Reconvención, para su mutuo beneficio económico y con la consecuencia previsible de causar daño económico a Trinidad. El BPPR responde por su propia conducta culposa, y solidariamente por la conducta culposa de PSL y Ramos por razón de que todos han actuado en concierto, común acuerdo y complicidad en la planificación e implementación del Plan Fraudulento, que no se podía llevar a cabo sin la participación activa y ayuda sustancial de BPPR, que refinanció el préstamo por la cuantía de alrededor de $21.850 millones con la intención de implementarlo. En adición, por su autoridad aparente y real sobre la conducta de PSL objeto de la Reconvención, BPPR responde vicaria y solidariamente a Trinidad por tal conducta de PSL y por la de Ramos.”. Esa es la posición de una de las partes, la de Tito.

“Trinidad reclama en contra de BPPR por su culpa, dolo e incumplimiento de sus deberes de actuar de buena fe y con el más alto grado de honestidad y fiducia en el desempeño de la relación contractual existente entre ellos”, asevera. Y que el “BPPR y PSL son co-causantes y solidariamente responsables de los daños económicos y del préstamo fraudulento cuya nulidad Trinidad reclama en contra de BPPR.”

Es decir, la supuesta deshonestidad del BPPR en la transacción con Tito está a la cimera del problema. Una deshonestidad que, aunque ciertamente hay que evidenciarla, al menos en este momento se aduce que fue motivada por el lucro, por el beneficio económico que el banco y algunos de sus agentes, como Montalvo y Ramos, obendrían.

Trinidad afirma tres causas de acción: (1) alega la nulidad ab initio o la anulación del préstamo por causa ilícita de parte de BPPR, más la nulidad de ciertas transacciones de compra de valores, por dolo grave que vició el consentimiento de Trinidad; (2) alega la violación de deberes de fiducia, buena fe e idoneidad en la contratación y en el cumplimiento de las obligaciones contractuales y reclama una compensación económica en no menos de $28,003,804.90; y, (3) alegaculpa y dolo en la contratación y en el cumplimiento de las obligaciones contractuales, y reclama una compensación económica similar.

Veamos ciertas definiciones importantes y alegaciones de Tito que, aquí en este momento, solo tienen el propósito de ilustrar y definir los deberes contractuales que la ley exige a las instituciones fnancieras, no tanto como para probar y promover el caso de Tito. Recuerden que las alegaciones que se hacen en una demanda hay que evidenciarlas, y ese es justamente el proceso en que están Tito y el BPPR.

“La ley de valores de PR y las reglamentaciones aplicables le imponen a PSL y a la División de Asesoría de Inversiones de BPPR la obligación de observar los más altos estándares de deberes fiduciarios y de actuar con el más alto grado de honestidad y lealtad hacia sus clientes e inversionistas. § 25.1, Reglamento 6078 de la Ley Uniforme de Valores PR. La Sección 25.1, en lo aquí pertinente, provee: Estándar de negocios y deberes fiduciarios hacia clientes. Todo corredor-traficante, emisor, asesor de inversiones, representante de asesor de inversiones, asesor bajo cubierta federal, representante del asesor bajo cubierta federal, agente o cualquier otra persona sujeta a las disposiciones de la Ley, observará los más altos estándares de deberes fiduciarios hacia sus clientes e inversionistas. Las leyes de Puerto Rico establecen que el contrato de préstamo entre BPPR y Trinidad, y el de corretaje de valores entre PSL y Trinidad obligan, no sólo al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino también a todas las consecuencias que según su naturaleza sean conformes a la buena fe. Estos deberes de fiducia y buena fe aplicables a BPPR por disposición de ley le imponen la obligación de actuar en el manejo de las finanzas e inversiones de acuerdo con los mejores intereses de Trinidad, y siguiendo el alto grado de cuidado, prudencia, lealtad y sinceridad que le es requerida por ley a los fiduciarios. BPPR tenía la obligación de actuar promoviendo los mejores intereses de Trinidad, por encima de los suyos, en el manejo de sus finanzas e inversiones.”

Vemos entonces que “a BPPR le eran aplicables los más altos estándares de deberes fiduciarios y de actuar de buena fe en todo momento en que BPPR, por medio de Popular One, Montalvo y otros empleados suyos, le brindó servicios de asesoría financiera y de inversiones a Trinidad. Asimismo, a BPPR le eran aplicables estos estándares cuando, como parte del plan financiero y de inversiones adoptado por BPPR, (…), bajo falsas representaciones y omisiones de hechos materiales, recomendó a Trinidad una estrategia fraudulenta para que tomara el préstamo, retuviera en su cartera las inversiones objeto de esta acción, y luego comprara valores de PR y FCs de BPPR.”

En este ultimo párrafo, parece, reside el corazón de la controversia entre las partes. Los consumidores de servicios bancarios y financieros deben estar alertas ante estas organizaciones que tienen un voraz apetito de lucro, cuidarse de las falsas representaciones, las omisiones, negligencias y conocer el deber fiduciario del banco.

Ahora, si acaso se lo preguntaron, podrán darse cuenta de porqué esta subsección se titula “Tito Trinidad enfrenta su Bernard Hopkins bancario”. Realmente no es importante la pelea, que perdió Tito a mala hora, vale recordar, sino lo malamañoso que era Hopkins. Un habilidoso boxeador, pero truquero como nadie, que lograba zafarse de graves situaciones echando mano de cuanta artimaña, muchas, se le ocurría. Veremos al final del día si, como alega Tito sobre el banco, esa es una apreciación adecuada. Al menos mi apreciación de Hopkins como boxeador malamañoso me parece incuestionable.

6. Hau-González v. BPPR

En mayo de 2017 Roberto y Blanca demandaron por cobro de dinero, daños y perjuicios al BPPR, así como a la hoy convicta Merari Velázquez Aldarondo y su esposo Juan Castro Cabán. La demanda establece el fraude cometido por su secretaria,, al desfalcar la cuenta que por muchos años mantuvo el médico en el banco mediante el desvío de sus fondos a la cuenta personal de la demandada y convicta y a una cuenta que la secretaria abrió en la misma succursal del banco en Isabela a nombre del Dr. Hau, sin conocimiento ni consentimiento de este, y que solamente ella controlaba.

Para abrir la cuenta nueva, Merari falsificó la firma del médico “y logró que el BPPR la aceptara como bona fide”, aunque la institución bancaria ya tenía registrada la firma legal del Dr. Hau, que no se parecía en nada a la falsificada. El Dr. Hau nunca compareció a la sucursal, ayudó, otorgó ni colaboró de cualquier manera con la cuenta falsa, abierta en julio de 2010.

“El personal de BPPR, de haber llevado a cabo la debida diligencia, debió darse cuenta que la firma [falsificada] sometida para abrir la cuenta no se parecía en lo más mínimo a la firma que el Dr. Hau mantenía registrada en el banco, en su única cuenta bona fide”, sostiene la demanda firmada por el abogado Luis N. Blanco Matos.

La secretaria no solamente hizo transferencias de esa cuenta falsa a su propia cuenta personal, sino que dio instrucciones a los planes médicos para que enviaran sus pagos a la cuenta fraudulenta. Si bien al momento de someter la demanda se calculó en no menos de $300,000 los fondos desviados, esa cantidad podría enmendarse y aumentarse debido a que una inspección más detallada arrojó nuevos desvíos y otros pagos fraudulentos.

Luego de solicitar al banco una inspección y de someter una querella ante la Policía, el banco designó a Jaime Lugo para que investigara. No obstante, se agrega en el recurso civil, nunca se le rindió un informe “y se desconoce si le ha rendido [Lugo] un informe al BPPR.”

“El BPPR incumplió con sus obligaciones para con el Dr. Hau al autorizar pagos, cambiar cheques y permitir que se abriese una segunda cuenta a su nombre sin su autorización y utilizando una firma que en nada se asemeja a la que el Dr. Hau mantiene registrada en el BPPR”.

Además, se añade en la demanda, “los demandados, actuando individualmente y/o en común acuerdo, se apropiaron de dineros del demandante Dr. Hau mediante el uso de sus cuentas bancarias, todo esto sin la autorización del Dr. Hau”, por una cantidad que sobrepasa los $300,000.

Las actuaciones de los demandados, quienes actuaron, se afirma, individualmente y/o en común acuerdo, ocasionaron al matrimonio daños emocionales estimados en no menos de $500,000. A raíz del fraude que contra ellos se cometió, estos tuvieron que recurrir a tratamiento siquiátrico para recuperar en lo posible “algún grado de estabilidad emocional”.

Los “grandes daños económicos”, incluyendo la pérdida del crédito “intachable” que hasta entonces tenía, no fueron estimados de momento.

Se debe recalcar que la Policía estatal, tampoco el FBI, ni la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras, y menos reguladores bancarios ni el Departamenrto de Hacienda han movido un dedito para investigar si alguno de los agentes del BPPR propició con actos neligentes, impropios o conscientes el fraude cometido contra los Hau-González.

La demanda de estos contra el BPPR por su alegada negligencia que supuso la pérdida de sus ingresos, por otro lado, ha significado un nuevo vía crucis en sus vidas. No podía ser de otra manera, hay patrones, de defensa, que se repiten. El BPPR ha decidido alargar el litigio, alega Hau, para ver si lo cansa o lo desangra económicamente antes de que finalmente se vea el caso en sus méritos.

Desde hace dos años la demanda se encuentra en la etapa de descubrimiento de pruebas, paralizado porque el banco se niega a responder de manera completa el interrogatorio sometido por los demandantes, según reflejan los documentos de la corte sobre este caso, a pesar de las reiteradas órdenes del juez del Tribunal de Primera Instancia para que el BPPR conteste, e inclusive del Tribunal Apelativo. Más aún, el juez de instancia ha impuesto multas por el desempeño negligente de los abogados del BPPR. Aún así, la rueda no se mueve.

Como sabemos, hay voces que se oyen tal vez, pero nadie escucha, como las voces de las víctimas del crimen, por ejemplo. Los periodistas estamos para darle voz, alta y clara, para que se oiga, a aquellos, personas y sectores de la sociedad, que son rutinariamente acallados, marginados.o decididamente censurados. En Elogio de la teoría, Hans Gadamer indica que debemos alcanzar “una conciencia humana educada que aprenda a pensar el punto de vista del otro y a buscar la comprensión sobre lo colectivo y común”. De esa manera, dejamos de ser victimarios y sólo así podremos escuchar aquellas voces que nadie escucha.

No soy de los que doy la voz principal, y esto ya lo indiqué en otro reportaje en este blog PRENSA INTENCIONAL, a los victimarios, los desalmados, los abusadores, como hiciera un medio principal de Puerto Rico en el caso de la Viuda Negra, que priorizó las expresiones de los victimarios sobre las de las víctimas de un horrendo crimen. No se descarta entrevistarlos, lo que se rechaza es condonarlos, permitirles decir que “también somos víctimas”. No darles la voz resonante que necesitan las víctimas sería revictimizarlas, sería violar esa fiducia que establece un periodista con el pueblo, en la que este nos transfiere su confianza y los periodistas la administramos, desarrollamos y devolvemos mediante el enriquecimiento de la realidad y la verdad que se logre obtener. Debo admitir que enfrentar, reporter, los procesos del sistema judicial y esperar justicia de ellos son de las más grandes decepciones que he tenido en esta ya larga carrera.

Evoca el sistema de justicia de Puerto Rico muchas veces (y me disculpan por, otra vez, utilizar el mismo símbolo, aunque esta vez con un ligero twist) al mito de Sísifo,. La piedra de la justicia cae en retroceso continuamente a pesar de los grandes esfuerzos que se hacen para que corone la montaña. Aunque, bajo la interpretación que propone Albert Camus del mito, lejos de sufrir Sísifo la penitencia del esfuerzo vano, renace en él la conciencia y la esperanza cada vez que baja a recuperar la piedra. Algo de eso hay en las palabras sabias que me indica Hau: “la verdad nunca tiene fecha de vencimiento y la paciencia es una de sus virtudes”.

Es cierto el proverbio de Hau, sin duda. Esperar que llegue la verdad para los que han sido víctimas es una gran esperanza que les permite darle un sentido a sus vidas, pero no es precisamente una virtud de los periodistas que, como niños, esperamos y necesitamos una gratificación inmediata. Camus, otra vez, nos arroja un poco de luz sobre el tiempo, con su crítica a la burguesía, que creo apoyarían mi perspectiva: “el tiempo perdido sólo lo recuperan los ricos”, por supuesto, no ocurre lo mismo con los desafortunados que, una vez quebrados, les será casi imposible recuperarse de la fractura de sus vidas. Justicia tardía, no es justicia, reza el dicho.

Lo sabe el BPPR, que busca curvar el tiempo para alargarlo y hacer imposible la solución del caso, por cansancio. Al menos, eso parece. Hau, sin embargo, aun no sabe que dilatar los procesos judiciales, como no contestar enteramente los interrogatorios aunque un juez lo ordene, no parece sino un patrón que se repite.  Como dijo Camus, los ricos pueden recuperar el tiempo perdido, sabemos que los pobres no, ni tampoco su dinero.

En la más reciente moción del demandante en la corte de Aguadilla, se resume perfectamente la dilación, que me recuerda a Einstein cuando habla sobre la relatividad del tiempo, pasa rápido para unos y lento para otros, sobre todo para los necesitados. El reló, ese instrumento que no engaña a nadie, solo sirve para que no llegar tarde al trabajo.

En marzo de 2019, casi dos años después de incoada la demanda contra el BPPR, un juez del Tribunal de Primera Instancia reiteró al BPPR “que respondiese a toda una serie de interrogatorios y requerimientos para la producción de ciertos documentos y objetos que se habían solicitado en el descubrimiento de pruebas”, órdenes que la corte había emitido un año antes, en 2018. En esos dos años el banco se limitó a tratar de convencer al tribunal que había cumplido sus órdenes, pero no completaba el interrogatorio ni suplía lo requerido. No se debe olvidar que la demanda fue presentada en 2017. Nuevamente, la orden de marzo de 2019 fue incumplida por el BPPR.

En octubre de ese mismo año de 2019, el tribunal reiteró su orden al BPPR, esta vez con graves palabras. “Se determinó que el banco incumplió con la orden emitida el 28 de febrero de 2019. Se impone una sanción de $1,000. Se conceden 10 días para pagarla. En consecuencia, se ordena perentoriamente al Banco Popular de Puerto Rico que en un término de 20 días cumpla con la Orden emitida el 28 de febrero de 2019, con respuestas claras, concretas y completas so pena de que se impongan los remedios que dispone la Regla 34.3 de Procedimiento Civil”.

La Regla 34.3 (Negativa a obedecer orden) no es una regla cualquiera. Es una regla que solo podría usarse ante una conducta terca, contumaz, temeraria. Para llegar a amenazar con imponer dicha regla, el tribunal debe estar ya al borde del encono por causa de la desobediencia sistemática, irresponsable, de sus órdenes. La Regla, en su sección (a) provee para encontrar incurso en desacato “si cualquier deponente rehúsa prestar juramento o se niega a contestar (en este caso, el BPPR) alguna pregunta después que el tribunal ordenó que lo haga, la negativa podrá ser considerada como desacato.” 

Pero no es todo, en la sección (b) Otras consecuencias, se enumeran seis otras instancias remediales por no acatar una orden judicial. Entre ellas, en lo pertinente a este caso: “las materias comprendidas en las órdenes antes mencionadas o cualesquiera otros hechos designados por el tribunal, sean considerados como probados a los efectos del pleito, en conformidad con la reclamación de la parte que obtuvo la orden; una orden para impedir a la parte que incumpla que sostenga o se oponga a determinadas reclamaciones o defensas, o para prohibirle la presentación de determinada materia en evidencia; una orden para eliminar alegaciones o parte de ellas, o para suspender todos los procedimientos posteriores hasta que la orden sea acatada, para desestimar el pleito o procedimiento, o cualquier parte de ellos, o para dictar una sentencia en rebeldía contra la parte que incumpla; una orden, bajo las condiciones que estime justas, para imponer a cualquier parte, testigo o abogado o abogada una sanción económica como resultado de sus actuaciones.”

Es decir, el BPPR se enfrenta a perder la demanda en apenas en el comienzo procesal del litigio en su contra por un patrón de conducta suicida, de “tácticas indebidas”, como las define el tratadista del Derecho José A. Cuevas Segarra. Como los abogados, ni ningún otro profesional competente, suele incurrir en este tipo de comportamiento, habría que ver entonces porqué el banco se niega a responder a una buena parte de las 76 preguntas del demandante y la producción de documentos, los cuales “eran pertinentes, no privilegiadas y estaban sujetas a descubrimiento de prueba”, según determinó el tribunal.

El tribunal, de hecho, concedió al BPPR todas las oportunidades para que en vista oral y por escrito fijara su posición en torno al interrogatorio y la producción de documentos, y así “resolver si la parte co-demandada BPPR cumplió cabalmente con el descubrimiento de prueba contenido en la Orden del 28 de febrero de 2019”. Un  descubrimiento de prueba, según determinado por el Tribunal Supremo, “debe ser amplio y liberal”.

En su Orden del 25 de octubre de 2019, el tribunal le recuerda al BPPR que no objetó la Orden de 28 de febrero de ese año que contenía los interrogatorios y requerimientos de producción de documentos no producidos, ni tampoco solicitó reconsideración, “por tanto, dicha Orden obligaba a BPPR”. Ese interrogatorio fue el contenido de aquella Orden de febrero de 2019 precisamente porque “no fueron contestadas o producidos los documentos. Por ello, es improcedente aludir [de parte de los abogados del BPPR] que dichos interrogatorios se contestaron con las contestaciones presentadas hace más de un año”.

Más aún, y rayando el límite de la paciencia judicial, aunque el tribunal ya había determinado que las preguntas no contestadas del interrogatorio sometido por el abogado de los Hau-González al BPPR eran pertinentes al caso y no privilegiadas, los abogados del BPPR reiteraron posteriormente, sin haber objetado, pedido reconsideración o recurrido de la determinación judicial de Instancia en su momento, que dichas preguntas eran “impertinentes”. Es entonces que el tribunal, agotada su paciencia, le impone $1,000 en sanciones a los abogados.

Por supuesto, en diciembre de 2019 la institución bancaria solicitó una reconsideración de esa determinación de octubre. En febrero de 2020 el tribunal no dio paso a la reconsideración solicitada y le fijó al BPPR un término final de 20 días para que cumpliera con la Orden. Entonces los abogados del BPPR recurrieron mediante petición de Certiorari, en marzo de 2020, al Tribunal de Apelaciones para que revisara “el abuso de discreción” del tribunal de Instancia en torno a su obligación de cumplir con los requerimientos de descubrimiento de pruebas, las órdenes de esa corte y las sanciones (que ya habían sido reducidas a la mitad por Instancia). Sin embargo, en junio de 2020 la corte de apelaciones rechazó los argumentos del BPPR, declarando no ha lugar la petición de Certiorari. Meses después, en octubre de 2020, mientras redacto este reportaje, el banco todavía incumple lo ordenado por el tribunal. Para todos los efectos, el BPPR cree tener razón en un asunto que dos cortes han dicho que se equivoca, y todavía desoye las órdenes.

“Una revisión del expediente de este caso revelaría que el BPPR ha mantenido una actitud de que ni las órdenes del Tribunal ni las Reglas de Procedimiento Civil le aplican. Lo más que resalta de la conducta del BPPR es el total caso omiso que le hace a los requerimientos del Tribunal, ignorando por completo los términos impuestos y auto-otorgándose extensiones de tiempo, los cuales ni solicita, ni informa, ni cumple para que ni el Tribunal ni el suscribiente se enteren de cuál o cuándo dará su próximo paso”, se queja el abogado Blanco Matos, de la familia Hau-González en una “Moción Solicitando Remedios” sometida tan reciente como agosto pasado, luego de la determinación de verano del Tribunal de Apelaciones, que sostuvo a Instancia.

Y continúa. “La conducta del BPPR es de total desprecio, desobediencia y falta de respeto tanto al Tribunal, el cual ha sido sumamente generoso en soportar tal conducta, como a la parte demandante”. Es entonces cuando, casi como el grito de una víctima que pide detener una agresión de la que es objeto, se solicita de la corte un “¡BASTA YA! al abuso a la tolerancia y la generosidad del Tribunal, puesto que el BPPR simplemente no ha reconocido ni aprovechado las oportunidades que se les ha brindado”.

El demandante reiteró “la crasa mala fe y la temeridad mostrada por el BPPR” de no someterse plenamente al descubrimiento de prueba, un derecho que garantiza la ley en los procesos civiles a las partes, y resistirse a las órdenes reiteradas del tribunal. Precisamente por la contumacia del BPPR en este caso, el tribunal expidió la multa de $1,000 contra sus abogados, la cual, como se indicó, fue rebajada posteriormente.

En la moción de agosto de 2020, la familia Hau-González solicitó mediante su representación legal que se reinstale la multa de $1,000 contra los abogados del BPPR “y que se imponga una multa no menor de $1,000 diarios por cada día que transcurra sin que el BPPR cumpla con lo ordenado por este Tribunal, por las Reglas de Procedimiento Civil”, y que ya fueron refrendadas por el Tribunal de Apelaciones.

El demandante solicitó en la moción de agosto pasado que el tribunal encuentre al BPPR “incurso en no responder a las órdenes dictadas por este Tribunal y en responder dentro de los términos requeridos.” Además, en vista de que el BPPR “ha agotado todos los remedios y todos los recursos, solicitamos que se dictamine la mayor de las sanciones y que se elimine las alegaciones del BPPR, que se le imponga una multa cónsona con su conducta, que se declare desacato, que se determine que, en adición a lo anterior, la conducta altamente temeraria del BPPR provoca la concesión de honorarios de abogado en la cantidad que el tribunal considere apropiada y que se imponga cualquier otro remedio que el Tribunal determine justo y apropiado”. Ese es, en este momento, el orden de los asuntos y podría disponerse del caso con la celeridad que la Constitución garantiza.

¿Qué puede surgir de ese interrogatorio? A saber, ya sabemos, pues es una verdad judicial establecida en la corte federal, que Merari Velázquez Aldarondo abrió una cuenta fraudulenta en la sucursal de Isabela del BPPR para robarle al médico. Ahora bien, ¿qué oficial bancario lo hizo? ¿hay protocolos establecidos para abrir una cuenta, se siguieron? ¿Fue sola Merari o acompañada? ¿Hay cuentas en esa sucursal del esposo de Merari, qué reflejan? ¿Tiene el BPPR un protocolo para evitar el robo de identidad? ¿Qué protocolos se siguen cuando un cliente decide abrir una segunda cuenta en el mismo banco, se comparan las firmas, se le pide una prueba de identidad, la cual va a formar parte del expediente bancario de esa otra cuenta?

Luego de la investigación solicitada por la familia Hau-González, ¿qué hizo el banco, la encomendó, se concluyó, existe un reporte, tomó el BPPR acción alguna, de cualquier tipo, luego del reporte? ¿Quiénes en la sucursal tenían conocimiento del fraude cometido, para qué fecha se enteraron, antes o después de la solicitud de investigación pedida? ¿Qué determinaciones tomó el BPPR sobre sus agentes en la sucursal de Isabela luego de solicitada la investigación, luego de revelado el fraude, y luego de que Merari se declarara culpable de los hechos? ¿Sabe el BPPR si algunos de sus agentes participó, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente del fraude cometido, o fue negligente? ¿Tomó declaraciones el BPPR sobre los hechos a alguno de sus agentes en la sucursal de Isabela?

Las respuestas de estas y otras preguntas podrían determinar la participación del banco, si alguna, en el fraude, fuese por negligencia, omisión o comisión. Y son exactamente esas respuestas las que evita dar el BPPR.

7. ¿Son buenas las personas por naturaleza, o malas?

¿Podríamos derivar conclusiones universales sobre los actos de Merari, y, si acaso se evidencian, sobre instituciones como los bancos? ¿Es el hombre bueno o malo por naturaleza? ¿Nace bueno y, como dice Rousseau, la competencia, la envidia, las circunstancias, la propiedad privada o ajena que desea, lo transforman en malo? O, al contrario, según Hobbes, es malo por naturaleza, “el hombre es un lobo para el hombre”, y en un estado anterior al civilizado se vive en una perpetua “guerra de todos contra todos”. Son viejas posiciones, hoy bastante superadas.

Pero, podría ser hasta inescapable que un trauma como el que aquí modelamos nos conduzca de vuelta a ideas sencillas, maniqueas, populistas, que expliquen lo sufrido. La verdad es, sin embargo, que el ser humano no es ni malo ni bueno por naturaleza, sino que posee ambas capacidades. Eros y Tánatos serían esos instintos que nos impulsan: amor y muerte. “En el hombre está el abismo más profundo y, a la vez, el cielo más alto”, había dicho Schelling un siglo antes que Freud. El amor, como la violencia, nos son inherentes. Y sólo la socialización podría ayudar a adaptarnos a una sociedad regulada. No hay tal cosa como una naturaleza, una esencia, sino layers que vamos incorporando hasta humanizarnos. 

Sabemos también que hay sociedades que no están reguladas primariamente por valores humanitarios, sino puramente competitivos, consumistas, en los que la adquisición de chucherías se convierte en el valor supremo y lo que define, equivocadamente, nuestro valor, nuestro ser. El engaño personal, como la corrupción gubernamental y el comercial, suelen estremecer la confianza en las personas y las instituciones. Y en este mundo tan salvaje, solemos y debemos admirar a las personas con decencia porque son la Résistance. La ética, para contestar la pregunta sobre si podemos sacar conclusiones universales de este study case, es la respuesta.

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