LOS ELEFANTES NO ESCRIBEN POESÍA

por Obed Betancourt

soy un animal triste parado y caminando sobre un globo de tierra.

lo de animal lo digo con ternura,

y lo de triste lo digo con tristeza,

como debe ser,

como siempre le enseñan a uno el color gris,

un animal que habla

para decirle a otro parecido su esperanza.

fragmento de “Ante una visión”

en Animal fiero y tierno, de Ánjelamaría Dávila

1. La pérdida de la esperanza

A los elefantes se les atribuye una memoria larga, tal vez única en el reino animal. Una buena memoria, sin embargo, no es una virtud en sí misma, pues a veces quisiéramos, necesitamos, olvidar. Nadie quiere que se fijen en la memoria recuerdos tristes, dolorosos, terribles, que le hagan más difícil la vida, excepto los poetas, que los convertirán en poemas. Pero, los elefantes no escriben poesía.

Hablo de Mundi, también hablo por ella o junto a ella, una elefanta africana de sabana (la especie más grande sobre la tierra). Hasta hace unos años fue la atracción principal del Zoológico Dr. Juan A. Rivero, en el municipio de Mayagüez, al extremo oeste de Puerto Rico, un litoral que, desde la salida de las empacadoras de atún -décadas atrás- se ha doblado sobre su empobrecimiento, como si le doliera el estómago, y sólo se alegra en momentos escasos, cuando la gente del este invade la región en los veranos de playa y les deja algún dinero en los bolsillos.

Que una elefanta común, de tamaño mediano, triste y tuerta, con un colmillo partido, de un gris tan desgastado e insufrible que mueve a la piedad (apenas tiene el pelaje gris típico de su especie, causando que su piel se haya tornado blanca rosada a medida que envejece) y con una lesión en la cola sea el animal más visitado habla más de la pobreza del zoológico que de lo regio de la elefanta en cautiverio. También habla de la pobreza de sus visitantes, tan alegres de ver una elefanta real que camina frente a ellos, sin ver que su paso lento se debe menos a su gran peso que a sus penas que, por su memoria, debe recordar muy bien.

Los elefantes tienen una magnífica memoria espacial a largo plazo. ¿Recordará Mundi aquellos días cuando corría libre de pequeña y en manada sólo atada a sus instintos por la sabana africana? ¿Recordará, atormentada, sus días en el horizonte estrecho y árido del zoológico? Yo todavía recuerdo con emocionada nostalgia mis días de niño en los campos de Beatriz (Municipio de Cayey), y con pesar la aridez de las ciudades de Caguas y Río Piedras. “Los animales usan la memoria social y espacial para regresar a lugares que han sido beneficiosos en el pasado,” leo en un National Geographic. Al menos yo puedo racionalizar mi propia migración e inclusive regresar a esos lugares “que han sido beneficiosos en el pasado”. También escribo poesía. Mundi no puede regresar a esos lugares ni racionalizar lo que le ha tocado vivir, tampoco puede olvidar a sus familiares y su manada, aun cuando dejó de verlos siendo una cría, ni escribir poesía.

Dan la vuelta por el zoológico los visitantes, también lentos, como si caminaran su empinado barrio en un día bonito, aprovechando que la temperatura se ha mantenido estable y no es el horno que promete ser en agosto. Ven los animales con sorpresa, pero no miran los adjetivos que los describen: leones envejecidos, con sarcopenia; la jirafa, a saber si es cansancio o problemas en las cervicales su falta de altivez; un oso sin la monumental grasa y pelaje de su especie, desorientado en este trópico más infernal cada día debido al calentamento global; los pájaros enjaulados sin brillo en su plumaje. Tampoco ven las rejas, los ojos opacos, acuosos, de los animales, la torpeza de todos adquirida por el espacio de su cautiverio.

Nada ven en su ruta entusiasta de ver a Mundi, sólo el color rosa de sus emociones. En vez de ser Mundi un símbolo universal de los perseguidos, aunque lo es para algunos, sólo es para los visitantes una elefanta rosa, un sustituto adecuado de Dumbo, ese dibujo animado que les ha modelado lo que es ser elefante, más difícil de olvidar que Mundi. Ya se ha demostrado que un personaje de leyenda, ficticio, puede perdurar más en la historia y hasta ser considerado más real que una persona que pudo merecer el quedar como un faro para la humanidad pero ha quedado invisibilizada. Se confirma así cierta tendencia en el Hombre a creer más los relatos fantásticos que los reales. Somos capaces de olvidar civilizaciones reales y confiar en que algún día reaparecerá la mítica Atlantis.

Tal vez me equivoco y subestimo la empatía que tenemos los puertorriqueños con las causas perdidas y definitivamente con todo aquello que cause la más mínima pena y nos haga decir “¡ay, bendito!” Si se visita a Mundi podría ser para demostrar solidaridad con sus condiciones infrahumanas. Pero, lamentablemente, estoy seguro de que no me equivoco. Lo dije sólo porque quisiera creerlo. Si fuese así, los puertorriqueños no nos hubiéramos levantado en armas -casi- para evitar que Mundi fuese trasladada a un santuario en Estados Unidos, donde habitará, por primera vez en más de 35 años, con otros elefantes, tan gregarios que son, y caminando libre. En vez, quisimos que permaneciera cautiva, en su redondel, entreteniéndonos, satisfaciendo nuestra curiosidad infantil.

Si esto es una elefanta…  Pienso en el testimonio de Primo Levi Si esto es un hombre, sobre su experiencia en el campo de exterminio de judíos en Auschwitz. Luego los vivos sobrevivieron como despojos humanos. No puedo saber cómo Mundi sobrevive su experiencia de vida, el absurdo, pero se me antoja, como mamíferos ambos, que no está muy lejana de la de Levi, quien terminó sus días cuando lo decidió. Los elefantes también deciden sus días y entre ellos, al menos, se respeta la decisión, no como en la civilización, que hasta criminaliza la idea, cuando no es que la seda o la desvaloriza. Un zoológico guarda demasiadas semejanzas con un campo de concentración, nazi o soviético (el Gulag), posiblemente las intenciones no son las mismas (ni el gas), pero sí las consecuencias.

De fenómeno de circo, maltratada, a enjaulado entretenimiento, Mundi fue desnaturalizada, como todos los animales en cautiverio. Llegó a la isla en 1988, a los seis años de edad. Pasó 35 años en el zoológico, viviendo sola. ¿Sabían algo de elefantes sus nuevos cuidadores y los veterinarios que la atendían? Los elefantes viven en manadas muy unidas. Pero no todos, solamente las hembras, que son capaces adoptar una cría sin padres. La manada es matriarcal. Los machos adultos son solitarios y lo mismo llegan a una manada que luego van a otra, pero no se establecen en una única manada. Es un fenómeno que cada vez vemos más en la isla.

Mundi vivió sola en un área de aproximadamente 15,000 pies cuadrados -no más grande que el terreno dos casas juntas- con acceso a un refugio, su cueva, donde había una gruesa cadena para amarrarle una pata, y al redondel donde la exhibían, como si cumpliera una condena, como si fuera culpable y por sus delitos graves fuera forzada a vivir en solitaria, como si fuese un elefante macho. Cuando un preso en Puerto Rico incumple los protocolos y reglamentos carcelarios, durante un tiempo lo obligan a estar “en solitaria”, solo en una cárcel sin interacción alguna. Todo en esta elefanta era cruel e inusitado, diría “trágico” si no es porque un animal no cumple un destino.

Mundi es huérfana. Quedó sin la protección de sus progenitores, quienes murieron en una matanza masiva organizada por el gobierno porque creaban un “daño ambiental”. Mediante un operativo de rescate orquestrado por el supuesto nature and wildlife lover Arthur Jones, descrito como “excéntrico” (según quién, me pregunto) fue trasladada junto a otros 62 elefantes jóvenes a Jumbolair, en Ocala, una ciudad del estado de la Florida, esa península al sureste de Estados Unidos que parece un dedo fracturado del pie y cabría cómodamente dentro de la bota de Italia. Si sabemos lo difícil que puede ser trasladar solamente un elefante, imagínense mover 63, debió ser bajo la amenaza del garrote. En Jumbolair ya había otros 33 elefantes. Además de “santuario”, era un Bed & Breakfast Inn and Country Club. Jones luego vendió el lugar, que había convertido en casas con pistas de aterrizaje, a su exesposa. Entre los residentes famosos del Jumbolair Aviation Estates se destaca John Travolta y su Boeing 707-138B y el jet Gulfstream G-1159.

Mundi estuvo en Jumbolair dos años, hasta que prevaleció en el inventor de la máquina de ejercicios Nautilus su espíritu empresarial sobre su espíritu filantrópico, que sería revelado como una máscara (ya saben, el amor y el interés se fueron al campo un día…), y vendió los elefantes a circos, zoológicos e individuos. Había comprado en Zimbabue los elefantes a 750 dolares cada uno. El viaje en avión le habría costado otro tanto, (Jones es piloto y tiene aviones) más la manutención y cuidados. Pero dudo que haya perdido un dólar en sus transacciones de venta. Al fin de cuentas, eran cientos de toneladas (cada tonelada son mil libras) de animales. A saber qué precio fijó por tonelada. De los 63 elefantes jóvenes, 10 murieron en el poco tiempo que estuvieron en Jumbolair. Para 2023, apenas 18 de aquellos 63 elefantes quedaban vivos, Mundi entre ellos.

El grupo de protectores de animales Rescatistas PR, en su cuenta en la red social Facebook, hizo una narración escalofriante del trato a esos elefantes “rescatados”: “Los 63 bebés rodaron por las escaleras del avión una y otra vez, le dieron golpes, los puyaron muchas veces, estuvieron muchas horas en hacinamiento antes de que el avión pudiera salir, y en medio de ese terror viajaron 22 horas hasta llegar al zoológico privado del Sr. Jones en Florida.” Entre los que rodaron se encontraba Mundi.

“Durante mi vida he disparado a 630 elefantes y 63 personas, y me arrepiento más de los elefantes”, según cita a Jones el grupo protector de animales. Jones se mostraba como otro cazador más, tratante y maltratante de animales.

Mundi fue entregada al zoológico hace 36 años por un circo que estuvo en la Isla y del que nadie recuerda su nombre, donde servía de entretenimiento y era maltratada. Es ciega del ojo derecho y su colmillo partido fueron el resultado del ataque de un elefante mucho más grande en Zimbabue, lo que es un problema porque estos colmillos los usan en su ritual de apareamiento, además de que con ellos levantan objetos y escarban.

Pesa 8,000 libras. Se ha indicado que es “tranquila y curiosa”. Pero su tranquilidad puede disfrazar un problema: depresión. Tambien tiene artritis, una condición común en Puerto Rico que en parte se debe a una alimentación rica en harinas no saludables. 

Sin embargo, hay otra versión revelada por los Rescatistas PR sobre cómo Mundi llegó a Puerto Rico y terminó en el zoológico, en la que se cita el testimonio de una persona. Según esta, varias personas compraron a Mundi fuera de la isla, la trajeron, le pusieron el nombre a base de un concurso realizado por el periódico El Mundo y luego la donaron al zoo.

A este momento (2024) Mundi tiene 42 años. Nació en 1982 en Zimbabue, uno de los países con los peores índices de calidad de vida y pobreza, donde cientos de elefantes mueren anualmente en su sabana natural debido al calentamiento global. Las expectativas de vida de esta especie es de 60 años.

Bien cuidada en el zoológico hasta donde lo permitían los recursos, tal vez más saludable que algunos en sus hábitats naturales, que nos hemos empeñado en destruir. Por supuesto, no sé dónde Mundi hubiese preferido estar, porque era un animal esclavizado y tal vez padecía el síndrome de Estocolmo. Si la hubiesen puesto a mover una pesada rueda de molino lo hubiese hecho con el mismo paso lento que tenía cuando la exhibían en el zoológico. Aunque tampoco sé si con tristeza o alegría, siempre hizo lo que le ordenaban, pues de su obediencia esperaba alguna recompensa, me temo sin embargo que los elefantes no ríen a carcajadas ni bailan para demostrar su felicidad, sólo en los dibujos animados y con tru-tru. Reímos y bailamos los colonizados con nuestras recompensas de “baile, botella y baraja” y con más capacidad para adaptarnos a las circunstancias, nos dicen los expertos, no empece a nuestras tasas altas de suicidio.

2. La “metafísica” de los elefantes

En un artículo que escribí hace varios años, me preguntaba si Mundi había perdido las esperanzas. En esos días descubría que, según especialistas, esa es una condición que pueden sufrir los elefantes en cautiverio. No debiera sorprendernos si tenemos en cuenta que una actitud positiva ante los estresores fisicos y emocionales ayuda a nuestra longevidad. (De ninguna manera me refiero al mercadeado escapismo del mindfulness del “todo está bien”.) Y si los seres humanos podemos “morir de tristeza” (síndrome del corazón roto), no veo por qué no puede ocurrir de manera similar en aquellos elefantes que han perdido la esperanza. ¿No es acaso la tristeza un atributo de la desesperanza? El síndrome del corazón roto afecta más a las mujeres (el 90% de los casos).

Que los elefantes puedan padecer de desesperanza es una complejidad inesperada, tanto para los protectores de animales -que redoblarán sus esfuerzos para rescatarlos-, como para los esclavistas, cuya culpa alcanza un nuevo nivel. Pocas cualidades emocionales, si alguna, le concedemos a los animales. Al menos lo hemos asumido como una verdad. Tal vez, sin embargo, debamos revisar nuestras lecturas.

“Los animales también pasan por procesos de duelo”, un sentimiento que no es exclusivo de los seres humanos, según la especialista en bioética Elizabeth Téllez Ballesteros, durante el conversatorio “El dolor de los animales”, en la UNAM, reseñado en el periódico digital Econoticias. “Se ha visto que los elefantes regresan a visitar los lugares donde se encuentran los huesos de sus familiares; otras especies, como los monos y las aves, se abrazan y se consuelan con diferentes gestos después de una pérdida”, agrega la científica. 

Pero algo más perturbador descubro sobre los elefantes, una cualidad que ahonda la culpa que debemos sentir por tanto maltrato y cautiverio. Intentan curar a sus enfermos o revivirlos al acercarse la muerte y hasta después de muertos. Al morir un elefante, su familia lo huele con sus trompas, lo palpan, y le echan tierra y hojas encima. Se ha descrito también que la manada se pone tensa ante un elefante muerto. Asimismo, permanecen algunos días tendidos cerca de ellos. Una “contemplación silenciosa”, se ha dicho. Se interpreta que sufren y muestran respeto. El Diario Eco mostró un vídeo en el que se ve a unos elefantes cargando una cría muerta “en escenas que recuerdan a una ‘procesión fúnebre’… seguida por un grupo de al menos otros ocho elefantes.”  Al fondo, la calle por la que cruzan los elefantes de un lado a otro del bosque ha sido cerrada al tránsito por una serie de personas que miran la procesión.

Tengo un amigo que se identifica con los lobos, casi actúa como ellos. Otros, en caballos, tigres de bengala y hasta con un cocodrilo. Otro es pura serpiente, aunque nunca le he preguntado si se identifica con ese reptil. Jamás he conocido a nadie que se identifique con un elefante, pero la literatura sobre ellos nos muestra algunas semejanzas con los humanos. El duelo, el entierro, el velorio, su sufrimiento. En todo caso, la desesperanza. Y que identifiquen los restos de alguno de su especie, una capacidad única que comparten con los humanos, y los acaricien.

¿Qué tan posible es que los animales tengan la certeza de su propia finitud y sufran por ello? Es una pregunta que pocos consideraríamos si no queremos que nos tilden de locos o disparateros. Pero es una certeza que, para-sí, el Hombre suele disfrazar mediante velos de todo tipo, religiosos, culturales, políticos. Es decir, es una verdad negada, lo cual no hace tan descabellada la pregunta, sólo que no es fácil recibir, al momento, una contestación.

El proceso de duelo en los humanos es una etapa necesaria de sanación ante la pérdida de seres queridos. Nos consolamos en grupo en los velorios y hasta acudimos a los cementarios en fechas especiales, precisamente donde reposan los huesos de nuestros familiares, como si pudiésemos recuperar por algunos instantes su olor cálido y luego olvidar su ausencia sin que nos pese en la memoria. En nuestra especie,  el proceso de duelo también suele formar parte de una cosmovisión metafísica, religiosa, trascendente. Pero hemos decidido como especie reinante que sólo nosotros tenemos derecho al duelo, a la libertad y a la trascendencia. A Mundi nunca le dimos esas oportunidades. Total, sólo es un animal, un ser-para-nosotros, un instrumento para satisfacer nuestros deseos, nuestra voluntad, un ser inferior,  sin alma, un animal. Ya una vez nos preguntábamos si los indios y todo ser humano que entonces llamábamos “primitivo” tenían alma y si era posible salvarlos de las llamas eternas y civilizarlos. Lo digo sin prejuiciar la noción de “alma”, pues a saber si todo se reduce a enjambres neurológicos, pura bioquímica. De ser pura materialidad, sería un equalizerentre las especies y la única diferencia sería el grado de complejidad, una diferencia que también tenemos en nuestra propia especie.

Me ubico en el Siglo XXI. No voy a cometer el absurdo de recriminar retroactivamente a nuestros antepasados el uso de los animales como herramientas de trabajo o su maltrato, ni la esclavitud humana y sus variantes, pues las costumbres y la moral son históricas. Sin creer que la civilización se mueve necesariamente en una linealidad de progreso irrefrenable, tampoco podemos negar los avances evidentes. Perfecta e inevitable es la cadena de depredación y el dominio de la evolución. No soy vegetariano y sé que un animal depredador me saltará encima sin darse cuenta de que mi intención es pasarle cariñosamente la manita por el lomo. Un animal es, siempre, incluyéndonos, “fiero y tierno,” para utilizar el verso maravilloso de la poeta Anjelamaría Dávila. Creer que puede existir una armonía “dividinosa” en la naturaleza, entre las especies, es absolutamente naïve, lo que existe es una perfecta racionalidad en la cadena alimentaria y evolutiva.

Lo condenable, a estas alturas, es continuar la explotación nefasta de los animales salvajes para nuestra diversión (a excepción de los animales domesticados, perros, gatos, tal vez algunos cerditos y otros que tratamos y queremos como a familia). Si bien, podríamos estar de acuerdo en que debe limitarse la caza y pesca indiscriminada para consumo y evitar la sobreexplotación y carestía. Formamos parte de la cadena alimentaria y por supuesto tenemos que alimentarnos. Ahora, no se me pasa por alto lo fácil que es reclamar esa limitación cuando no se vive en una sociedad en absoluta precariedad, es como pedirles que no deforesten y quemen carbón, aunque no tengan otra forma de generar electricidad.

Aborrecible es cazarlos y matarlos por pura diversión y competencia (lo siento Hemingway, Delibes). Los humanos no toleramos muy bien los animales mastodontes, como los elefantes y las ballenas, como si quisiéramos reducirlo todo a nuestra escala, como si fuéramos la medida de todas las cosas. Anualmente son asesinados más elefantes (alrededor de 20,000) de los que nacen. “La muerte de una hembra en una especie liderada por matriarcas deja al resto de la manada sin guía. Con ella se va también su memoria y, con ella, sus conocimientos sobre la ubicación de agua y alimento en época de sequía o escasez. Significa perder la brújula que guía a toda una manada y de la que depende su supervivencia,” se afirma en la revista digital WWF, de la organización World Wildlife Fund.

Un safari no es más que una expedición de muerte (al que jamás podremos llamarle deporte  o hobby) que sólo busca obtener un trofeo, una cabeza tal vez, y vanagloriarse. Tanto es el coraje moral que causa que estoy por reclamarle a Apple por haberle dado el nombre Safari a su navegador de internet, aunque haya algo de muerte en los navegadores de la red profunda. Más distintivo es Explorer, de Microsoft, y menos eficaz.

No le veo más explicación a la cacería que ciertos trazos de un primitivismo sublimado que busca demostrar el dominio placentero y arrogante de una especie sobre otra, y que algunos llaman cinegética -arte de la caza-, como si ese  oficio de muerte fuese el trabajo de un artista. Cinegética es por si misma una palabra escalofriante que, si no es porque conocemos su definición, la rehuiríamos como a un laboratorio escondido en la Selva Negra durante la época nazi. Por más “vivencia personal y única” (palabras de un cazador) que sea la actividad cinegética, no dejo de pensar en un rostro como el de Goebbels con cabello largo y enmarañado y cuerpo más flaco que nunca y encorvado al mando de un pelotón de científicos desquiciados con caras de Göring y Himmler, calvos, gordos y con mirada perdida, en aquel laboratorio.

Otros cazadores matan por algún interés económico, para vender sus pieles, sus colmillos o para venderlos, como lo fue Mundi. La caza y trata de animales en peligro de extinción son un delito internacional.

Despreciable tradición es clavarle banderillas de castigo y las puyas de los picadores frente a una arena entusiasta de seres que lo incitan, como en las plazas de toros. O aprovecharnos de su instinto irrefrenable de vida para apostar cuál sería el vencedor, como en las galleras. Creer que las regulaciones gubernamentales protegen esos animales de su sufrimiento es una salvajada.

No quiero extenderme con reiteraciones, pero una anécdota (ya la he repetido en otro lugar) me tienta. Al preguntársele a Jorge Luis Borges sobre la tauromaquia y la figura del torero, contestó a un periodista llamado Carrizo, de ser cierto el relato, que la primera “es una forma vigente de barbarie” (la tauromaquia), y añado de ejemplo de otras culturas con la misma barbarie, la pelea de gallos en Puerto Rico, llamado “el deporte de los caballeros” debido a que sus apuestas de boca son honradas al quedar alguno de los combatientes desplumado como berberecho colgante, descuartizado y sangriento.

La figura del torero, sin embargo, mereció de Borges palabras más graves que, en cualquier contexto, muchos suscribiríamos. “Un cobarde”, habría denunciado con su habitual aplomo y voz aireada, como quien condena desde lejos a un país agresor, sin que le tiemble la razón y sus principios morales. Luego de enumerar las grandes ventajas y la disparidad de armas entre el torero y el toro “pasmado por la sorpresa, por la ansiedad, un animal que no tiene otro recurso que los reflejos de su instinto primario”, el poeta da con su fina palabra de acero una estocada mortal sobre el lomo de esa figura canallesca: “La valentía verdadera no soporta desniveles tan abusivos”. El abuso toma muchas formas, que no se niegue, y se es justo cuando todas se denuncian. La idea esa de que la cinegética puede conciliarse con la preservación de la naturaleza es racionalizar, mediante la regulación de la actividad, el maltrato de animales y es de un relativismo moral insostenible e indeseable.

Hans Jonas propone la “ética de la responsabilidad” (en El principio de responsabilidad) para “proteger a nuestros descendientes de las consecuencias de nuestras acciones presentes”. El filósofo plantea el siguiente imperativo ético que sin duda acoge el trato que le debemos dar a los animales y a la naturaleza: “obra de tal manera que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de una vida humana auténtica en la Tierra.” Semejante, porque de esa raíz surge, a una de las formulaciones del imperativo kantiano: “Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza.”

Es el Hombre de nuestros días la mayor amenaza para todas las formas de vida sobre la Tierra, incluyendo la suya propia, al causar su mano directa el calentamiento global, un fenómeno climático cada día más tormentoso producido mayormente por la explotación desenfrenada para generar energía de los combustibles fósiles que contaminan la atmósfera, alterando su delicado equilibrio al aumentar mortalmente los gases de efecto invernadero. (ver el reportaje Hace calor, en prensaintencional.com) El asesinato y maltrato de animales, entonces, palidecerían al lado de esta amenaza, si no es porque desde una perpectiva más amplia se impone “una revisión de la idea de la naturaleza” (Jonas) que contemple su imperativo bioético.

A este momento la naturaleza, tal cual es, es la condición de posibilidad de la vida humana y de todo ser vivo conocido. La naturaleza. es pre-existente a nosotros, con 4,500 millones de años de existencia y con graves variaciones climáticas a lo largo de esa eternidad. Sólo en los últimos cientos de millones de años se reconfiguró la naturaleza que posibilitó la vida que tenemos hoy. Luego que nos extingamos, el planeta -con la naturaleza que tenga- continuará orbitando el Sol, al menos hasta que la galaxia Andrómeda colisione con nuestra Vía Láctea a cientos de kilómetros por segundo para formar el nuevo ente galáctico Lactómeda, en 5,860 millones de años.

Destruir la naturaleza antes de que los viajes planetarios se hagan realidad es un “suicidio asistido” por nuestros gobiernos y empresas. Según un estudio aparecido en Nature en 2020, y citado por la revista SÍNC, en este momento hay sobre el planeta más materia inorgánica (creada por el hombre) que orgánica viva (creada por la naturaleza). “En el estudio mostramos que la masa antropogénica excede ahora a la biomasa viva. Para ilustrarlo, demostramos que la masa de edificios y la infraestructura en general es ahora mayor que la masa de todos los árboles y arbustos juntos”, reveló la investigadora Emily Elhacham. En este asunto confligen la producción masiva de masa antropogénica y la destrucción de la biomasa vegetal. ¡Ay bendito! me dirán, y tú preocupándote por una simple elefanta. La verdad es que ambas situaciones están estrechamente vinculadas, como notarán más adelante.

El empeño del filósofo de revisar nuestra “idea de la naturaleza” implica revisar (conocer) la relación Eros-Tanatos que mantenemos con ella, sobre todo si la fundamentamos en los descubrimientos científicos que nos “sugieren”, por no decir “gritan”, cómo debe ser esa nueva relación. Si “la valentía verdadera no soporta desniveles tan abusivos”, entonces es una “ética del respeto” (Jonas) lo que se impone  como un “nuevo deber del Hombre”, una “ética de la responsabilidad”, la de asegurar un lugar en el futuro a “la vida humana auténtica”. Asimismo implica, pero no lo abordaremos en esta crónica sujeta a sus limitaciones, una nueva relación ética (práctica) con el uso de la técnica, que en más ocasiones de las que podemos contar ha estallado como una bomba que amenaza la vida del Hombre, ahora a escala planetaria.

La relación únicamente utilitarista, indiscriminada e irracional que tenemos con nuestro entorno natural nos está pasando factura. Por esa misma “idea de la naturaleza” como cosa (objeto externo a nos) que debe satisfacer sin más todas nuestras necesidades creadas, hemos “desvalorizado” y sometido a los seres vivos que la cohabitan, entre ellos Mundi. De paso, al des-connaturalizarnos, nos vemos imposibilitados de vernos dentro de ella para otra cosa que no sea su explotación  o disfrute y no como parte de ella y de los otros seres que la habitan, que también son sometidos a esa relación. Al verla de un modo ajena a nosotros, se nos esconde que es nuestra condición de posibilidad existencial y no mercancía.

También oculta el conocimiento que hemos ganado de los cohabitantes. Los animales “experimentan emociones similares a los seres humanos”, asegura Téllez Ballesteros. Es aterrador ese descubrimiento científico si pensamos en todo el daño y dolor que le infligimos a los animales, aunque rápidamente aliviamos nuestra carga culposa y justificamos nuestros actos al recordar que, si se lo hacemos a nuestra propia especie, ¡qué no le haremos a unos animales! ¿Es condición humana el abuso? No lo es en los animales. El cinismo y el sarcasmo son también condición humana, no en los animales, a pesar de la risa de la hiena.

“Los animales también experimentan dolor y otras emociones, como los experimentamos los humanos”, explica la científica. “La neurobiología, la biología y la etología han demostrado que aunque los cerebros se vean muy desarrollados o muy primitivos, como el de las ranas, la diferencia entre ellos no está en la capacidad sensitiva y que la capacidad de sentir dolor, y otras emociones, las compartimos con otros vertebrados”, afirma. 

El viejo chiste de “Canuto, mientras más grande más bruto”, no aplica a los elefantes. Tienen un cerebro de entre 4 y 5 kilogramos de peso, tres veces más pesado que el de los humanos. El de la ballena azul antártica (el animal más grande del mundo) puede pesar 19 kilos. Este mamífero puede pesar hasta 180 toneladas. El cerebro humano pesa entre 1.3 y 1.4 kilos. Pero más grande o más pesado no significa necesariamente más inteligente, pues hay otros factores importantes que intervienen. Lo destacable es que los cerebros de los elefantes no son de pichón, son realmente más inteligentes y de memoria prodigiosa, y con buen entrenamiento entienden algunas palabras y siguen instrucciones simples. Además de los circos, otro gran y lamentable ejemplo, aunque no peor que el primero, es el uso que le dio el general fenicio Aníbal a los elefantes, como tropas de choque en sus batallas, que era común en la época. En su fracasado intento de golpear el corazón de Roma, en su travesía a través de los Pirineos y los Alpes, apenas sobrevivió el elefante que montaba, de los sobre 80 que iban en la caravana de guera.

Por sus capacidades y su exotismo han sido utilizados en los circos y algunos los aprecian como si fueran sus mascotas, olvidando que son animales con necesidades particulares y salvajes, no empece a su carácter usualmente pasivo.

“El dolor es una experiencia sensitiva y emocional desagradable, que puede dañar a un organismo”, agrega Téllez Ballesteros. El dolor, no obstante, “tiene un aspecto positivo, una función evolutiva muy importante, pues permite a los individuos y a los grupos alejarse de situaciones de peligro y provoca una respuesta que permite a los organismos conservar la vida”, aclara. En la tercera de las fases de dolor, que ocurre en la corteza cerebral más que en la piel de las dos primeras, se produce “un mecanismo cognitivo evaluativo del dolor”: qué pasó, qué causó el dolor y cómo evitarlo una siguiente vez. Estos procesos tan identificados con los humanos, apunta, también se producen en los animales, que, como nosotros, liberan neurotransmisores con el dolor. Hubiese querido que Mundi tuviese plena conciencia de eso, aunque de nada le habría servido, los elefantes no saltan vallas para escapar. Además, ¿qué oportunidades tendría vagando de noche sola?  Ella es sabanera y la ciudad de Mayagüez tiene a un costado el mar y al otro un bosque espeso. Le quedaría una avenida que cruza la ciudad de norte a sur y que, de haberlo logrado, sólo le serviría para irse viral en Tic-Toc, es decir, otra vez, como diversión.

Para disipar lo que creíamos que era nuestra excepcionalidad y amargar más la culpa de aquellos que no entienden la naturaleza que les rodea, ““se ha llegado a la conclusión de que los animales presentan diferentes estados mentales y en ellos se reconocen al menos seis estados mentales o emocionales básicos: miedo, sorpresa, ira o enojo, tristeza, desagrado o asco y alegría. Todas estas emociones se presentan en el sistema límbico, explica la doctora en bioética, es decir, no se necesita de una corteza cerebral muy desarrollada para presentar estos estados mentales básicos, que nos permiten distinguir entre sensaciones agradables y desagradables, que nos hacen posible desarrollar funciones afectivas y lazos entre individuos”.

Esta capacidad de sufrimiento (¿y la conciencia de tenerlo?) le ha sido negada, hasta ahora, a otros animales que no fuesen los humanos. Cito nuevamente de mi propio reportaje: “El sufrimiento (distinto al dolor físico) es dolor emocional, por ejemplo, en animales que no están lesionados, no están enfermos, no tienen predadores cerca y tienen alimento, pero que están confinados y no pueden desarrollar un comportamiento normal, se empiezan a presentar condiciones de sufrimiento. El sufrimiento puede darse por procedimientos invasivos pero también por situaciones restrictivas, es decir, por un dolor psicológico. Se ha descubierto que cuando las condiciones de opresión (como es el cautiverio) no cesan, el sufrimiento de los animales puede llegar a ser tan severo que se convierte en un estado de depresión y pueden terminar con una condición conocida como ‘pérdida de la esperanza’, que es cuando los animales ya no quieren vivir y dejan de luchar por su vida, se dan por vencidos”. Darse por vencido es una forma no radical de suicidio. Visto así, es posible que Mundi, mientras estuvo cautiva en el zoo, comprendiera su situación, y si no tuviese un “anhelo metafisico”, al menos pudo darse cuenta de su rutina de vida absurda. El elefante subiendo la piedra a la cima de la montaña, con clara conciencia de que caerá nuevamente, una y otra vez, como un ser humano cualquiera.

Al final de sus días en el zoológico, lo que le achacaban a su vejez, como estar inapetente por momentos, cansada, más lenta, inamovible a veces, a mi me parece que respondía más a que se había dado por vencida y perdido las esperanzas. Por eso la imagen de espectro que percibí cuando la conocí, incluso en lo que llamábamos su cueva, que es su recinto íntimo, como parte de unas tareas profesionales que entonces desempeñé en el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), agencia a la que el zoológico fue adscrito a finales de 2018.

Era un animal que durante mucho tiempo buscó la salida, sin saber que no estaba en sus manos encontrarla, hasta que, según creo, perdió la esperanza. No sé con cuánto temor veía el futuro, si es que esto fuese posible, como vemos nosotros el inminente desastre ecológico si no tomamos las acciones que lo detengan. Lo evidente es que Mundi era un ser en el mundo cuyo sufrimiento reventaba la tierra con cada paso que daba hacia ningún lugar. ¿Cántas veces tendría que llevar, derrotada, esa piedra al pico de la montaña? La condena de Sísifo fue para la eternidad. ¿Memorizaba Mundi cada vuelta inútil a la pista o cada recuerdo nuevo y desgraciado desplazaba al anterior? ¿Cuánto sufrimiento se es capaz de acumular antes de decidir acabar con todos? Pero, ¿le es imposible a un elefante no recordar, dada su legendaria memoria? Tal vez no era mucho lo que Mundi esperaba de la vida, sólo correr por la sabana y enfrentar las adversidades naturales para las cuales estaba preparada. 

“Ya lo decía el filósofo inglés Jeremy Bentham, en su libro Los principios de la moral y la legislación, lo importante no es identificar si los animales pueden hablar, pensar o pueden resolver problemas matemáticos. No, lo relevante es si los animales tienen capacidad de sufrir. Porque tenemos la obligación de no causar dolor en esta vida y de aliviarlo siempre que se pueda”, recogió ese principio la científica.

Bentham fue un pensador novedoso y singular para su época (finales del Siglo XVIII y comienzos del XIX). Cuando hizo el planteamiento sobre la relación que debemos tener con los animales, como una “línea infranqueable”, sabía que tenía más alcance. “Es posible que algún día se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel o la terminación del os sacrum son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible a la misma suerte”, es decir, como al esclavo “abandonado sin remedio al capricho de un torturador.” En Puerto Rico, la ley de protección de los animales asusta, por ser fuertemente punitiva. Un maltratante puede ganarse hasta 15 años de cárcel. Aun así, el maltrato de los animales es una epidemia.

Entonces, no es propia o únicamente la capacidad de raciocinio el criterio de esas relaciones porque ¿qué ocurriría con los bebés y adultos con algún tipo de discapacidad [el ejemplo es de Bentham]  con los que es más difícil relacionarse que con un caballo o un perro?  Y así como condenó la esclavitud humana, también lo hizo contra la esclavitud de las especies que hemos determinado “inferiores”. “La pregunta no es ¿pueden razonar? ni, ¿pueden hablar?  pero, ¿pueden sufrir?” Y con la más aguda de las sicologías, razonó: “A mi entender, todo acto por el cual, sin perspectiva de bien preponderante, se produce dolor a sabiendas y voluntariamente en cualquier ser, es un acto de crueldad; y, como otros malos hábitos, cuanto más se entrega al hábito correspondiente, más fuerte crece, y más frecuentemente produce su mal fruto.”

Pero no se detuvo ahí el pensador y planteó en esa época un cuestionamiento que ya en nuestro siglo es un dato que se toma en cuenta en los análisis sicológicos: “No puedo comprender cómo debe ser, que a quien le divierte ver sufrir a un perro o a un caballo, no debería ser motivo de diversión ver sufrir a un hombre; viendo, como yo lo hago, cuánta más moralidad e inteligencia tiene en él un cuadrúpedo adulto de esas y muchas otras especies, que cualquier bípedo durante algunos meses después de haber sido traído a la existencia; ni me parece cómo debe ser, que una persona para quien la producción de dolor, ya sea en uno o en otro caso, es una fuente de diversión, tendría escrúpulos en darse esa diversión cuando podría hacerlo bajo una garantía de impunidad.” Hoy día se ha demostrado que mucho del comportamiento violento de los seres humanos, sicópata en otros casos, tiene el antecedente, en su fase de desarrollo, de maltrato de animales.

¿No nos causa sufrimiento saber de todo el dolor que hemos causado? Por supuesto, es retórica la pregunta si recordamos que en Puerto Rico el maltrato a los más vulnerables (niños y ancianos) y el abuso sexual de menores es casi un pasatiempo nacional, y también el asesinato, el bullying y la falta de civilidad. No estar conscientes de esa realidad -tan dedicados que estamos a pasarla bien chévere, chinchorreando, felices y evitar el dolor y el pesimismo- nos hace imposible cambiarla.

La relación inconsciente de maltrato que históricamente hemos tenido con los animales me recuerda una relación similar, nefasta, denunciada por Hannah Arendt, pero entre los seres humanos, a propósito del nazismo y del criminal de guerra Adolf Eichmann, quien envió a muchos judíos a los campos de concentración donde eran exterminados. Arendt (quien fue compañera de estudios universitarios de Jonas) no descubrió en el criminal a un ser maligno, sicópata, antisemita, prejuiciado, sino a una persona que simplemente obedecía órdenes sin inmutarse, acríticamente, sin establecer ni atenerse a una valoración moral de lo que hacía. Le preocupó más a la filósofa ese decantamiento inconsciente tan dañino que si hubiese tenido ante sí a un ser maligno, porque esa incapacidad de pensar por si mismo y valorar estaba extendida en la población.

“Que un tal alejamiento de la realidad e irreflexión puedan generar más desgracias que toda la maldad intrínseca del ser humano junta, esa era de hecho la lección que podía aprenderse en Jerusalén”, donde se enjuició al criminal nazi, razonó. De otra inconsciencia dañina se encargó el poeta Octavio Paz, quien llegó a la misma conclusión que Arendt: “La culpa que no se sabe culpa, la inocencia, fue la culpa mayor. Cada año fue un monte de huesos.” Fue su crítica a los sistemas comunistas y el reguero de muertos que dejaron. Esas dos situaciones nos dan el valor de la “consciencia”, un concepto que encierra tanto el conocimiento como la moral.

De alguna manera hemos ido olvidando lo que tan claramente ha dicho la periodista Nobel de Literatura de 2015, Svetlana Alexiévich, “Para mi, todo está conectado: los animales, las plantas, la tierra, el ser humano. Es decir, todo lo viviente”. No digo que haya un “karma”, pero sin duda nuestras acciones tienen consecuencias, el llamado “efecto mariposa”, de Edward Lorenz, en el que una diminuta variación en las condiciones puede alterar profundamente los resultados. Si bien un pequeno error nos puede llevar al desastre, un mejor grado de conciencia podría evitar ciertas atrocidades.

3. La isla como un zoológico

Las organizaciones de protección de animales favorecieron que Mundi fuese trasladada a un refugio, particularmente al del estado de Georgia. Pero otras organizaciones y el entonces alcalde de Mayagüez, José Guillermo “Guillito” Rodríguez, no sólo promovían con fuerza que la elefanta permaneciera confinada en el zoológico, sino que esa “propiedad” (tierras y animales) fuera transferida al municipio para hacer de Mundi el magnífico espectáculo que podía llegar a ser. El secretario de Recreación y Deportes de esos años, Ramón Orta, firmó un acuerdo colaborativo con ese alcalde para que este administrara, operara, tuviera la custodia, el control y el uso del zoológico. Nada se hizo. Luego Orta y el alcalde tuvieron problemas con la ley, aunque no por delitos relacionados con el zoológico ni entre ellos. Otras organizaciones que denunciaron que Mundi no era bien atendida, estaban sin embargo en la lista para explotar económicamente su cautiverio.

Otras propuestas para evitar “el intento de secuestrar a la mejor atracción que tiene el zoológico, su elefanta Mundi”, también “cayeron en oídos sordos”. La presidenta del Movimiento Mayagüez Pro Desarrollo del Oeste le propuso a la gobernadora Wanda Vázquez Garced, que reemplazó en el cargo al renunciante Ricardo Rosselló durante el proclamado “Verano del 2019”, que permitiera “una alianza” entre los municipios del oeste de la Isla para administrar el zoológico “en beneficio del turismo”.

“Nosotros estamos en récord, para agosto de 2018 el Movimiento Mayagüez Pro Desarrollo del Oeste hizo una petición al entonces gobernador Ricardo Rosselló Nevares, proponiendo la creación de una alianza de todos los municipios del Oeste para administrar el zoológico, pero la misma cayó en oídos sordos. Sabemos que tenemos una gobernadora sensible, atenta a los reclamos de sus constituyentes, sobre todo, entendida de la necesidad de buscar alianzas para maximizar los recursos del gobierno. Fuimos los primeros, junto a otras organizaciones en dar la batalla para mantener en Mayagüez a la elefanta Mundi. El Movimiento Mayagüez Pro Desarrollo del Oeste logró reunir a la mayoría de organizaciones que existen en el oeste y se detuvo el intento de secuestrar a la mejor atracción que tiene el zoológico, su elefanta Mundi”, según recoge la prensa.

El zoológico, sin embargo, que se originó al amparo de ideas científicas, parecía un talismán maldito, investido con vibraciones negativas que alcanzaban a muchos de los que tuvieron algo que ver con la institución. No solamente tuvieron problemas con la ley el alcalde de Mayagüez y el secretario de Recreación y Deportes, el gobernador Rosselló renunció al cargo cuando se reveló un chat en el que sus participantes, mayormente de funcionarios, utilizaban un lenguaje “florido”, vulgar y de mofa sobre asuntos del país. La gobernadora sucesora, hasta entonces secretaria de Justicia, intentó obtener la candidatura de su partido para las elecciones de 2020 y perdió. Luego enfrentó una acusación estatal por interferir, cuando era la Secretaria de Justicia, en el proceso judicial contra un acusado de robar a su hija. Los cargos no prosperaron. 

Más adelante, al esposo de la Gobernadora, un juez, se le asoció con la compra de un vehículo lujoso bajo términos favorables, por lograr que su esposa recibiera en La Fortaleza, casa de gobierno, al dueño del dealer donde compró el vehículo para adelantar intereses de esa industria. El Tribunal Supremo lo exoneró. Luego, la Gobernadora ha enfrentado acusaciones de la Fiscalía federal por cargos de soborno relacionandos con donaciones políticas ilegales. Se le acusa de despedir a un alto funcionario que investigaba a un banquero extranjero con negocios en la isla. La gobernadora ha clamado inocencia y niega que despidió al funcionario para beneficiar al banquero.

Era ligerita la gobernadora para despedir funcionarios en posiciones de poder heredados del renunciante gobernador. También despidió de su cargo a la secretaria de Recursos Naturales y Ambientales (que había iniciado en 2018 el proceso para trasladar a Mundi a un santuario) cuando una nota de prensa aseguró en 2019 que era investigada por el FBI y sería arrestada inminentemente. Una periodista independiente llegó a publicar más adelante que la funcionaria estaba siendo arrestada en ese mismo instante que publicaba. Nunca se supo si la noticia fue generada por quienes apoyaban el cautiverio de Mundi. La verdad, sin embargo, es que la funcionaria nunca fue arrestada y ni siquiera se confirmó que fuera investigada. El bullying había dejado de ser un problema entre jóvenes escolares para tomar carta de naturaleza entre las instituciones gubernamentales, la prensa, los patronos y hasta en los sindicatos. El zoológico era un talismán con poder maldito, nadie que interviniera con él escapaba a sus vibraciones negativas. Tal vez por eso el sucesor de esta secretaria no tocó el asunto y dejó que el proceso de traslado de la elefanta muriera.

Lo mejor de un país puede verse en sus instituciones gubernamentales, y lo peor también. Un zológico en manos del gobierno pudiera darmos la oportunidad de ver, en micro, la relación entre la sociedad civil y el gobierno. Durante varios años el gobierno redujo considerablemente el presupuesto del zoológico, esto es, de $1.7 millones (ya insuficientes), asignados en el presupuesto del año fiscal 2012-13, para el 2016-2017 se había reducido a menos de la mitad, $526,498. Además, se le quitó la autonomía a la Compañía de Parques Nacionales (bajo el Departamento de Recreación y Deportes, -DRD), que administraba el zoológico. Mientras, continuaba declinando con velocidad la asistencia de los visitantes al zoológico, exactamente a partir de 2001 y así tambén los ingresos propios que generaba. Pocos se interesaban en ver animales exóticos. También hubo señalamientos de deficiencias en la administración y las operaciones del parque temático.

Los administradores del zoológico no tuvieron una visión y misión estratégicas o una guía de desarrollo a corto, mediano y largo plazo y un plan de sostenibilidad económica. Los gastos siempre fueron mayores que sus ingresos, resultando en una carga inapropiada para el gobierno y los remedios implantados sólo buscaban tapar las grietas ampliamente evidentes.

Ya se estarán preguntando por qué el gobierno opera un zoológico, usualmente en manos privadas. Inició en 1952 como parte de un laboratorio de biología marina tropical de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez (UPR-M), en la isla Magüeyes del pueblo de Lajas, establecido por el Dr. Rivero. Ese “Jardín Zoológico”, que sólo abría para exhibición los fines de semana, se nutrió inicialmente de animales donados, algunos domésticos, por particulares. Rivero creía que un zoológico debía responder primariamente al interés científico, tanto para su estudio como para preservar especies en peligro de extinción.

Luego los políticos vieron la posibilidad de explotar la curiosidad popular y la UPR en Mayagüez cedió 93 cuerdas de sus terrenos para ampliar el zoológico, donde comenzó en 1964 bajo la jurisdicción de la Administración de Parques y Recreos Públicos -que con los años tomará otros nombres- ampliará sus funciones y será adscrita al DRD, hasta pasar finalmente el zoo al DRNA en 2018, luego del azote devastador del huracán María. Es decir, contrario al pensamiento vital del Dr. Rivero, el zoológico, que irónicamente lleva su nombre, fue ideado con intereses de exhibición y recreación, aunque con un componente científico que nunca se logró cabalmente. El Dr. Rivero pensaba que lo único que podía justificar el cautiverio de un animal era su estudio científico y para el entendimiento de su naturaleza, no para “divertir” a la gente.

La devastación que causó el huracán en el zoológico sólo vino a poner ante el ojo público lo que ya era un grave problema. Seis meses antes, el Animal and Plant Health Inspection Service del Departamento federal de Agricultura (USDA) lo inspeccionó y encontró graves deficiencias que, de no corregirse, le harían perder la licencia de exhibición y forzar su cierre.

Pero el zoo sólo reflejaba las condiciones de vida de todo Puerto Rico. María, así como la declaración de quiebra del gobierno, también expusieron ante todos lo que ya era un hecho y pocos querían reconocer: la isla iba a la deriva por el Mar Caribe.

A toda prisa miles de boricuas desertaban de la Isla, un hecho glorificado por el nacionalismo boricua al llamarle “la diáspora”, como si fuésemos una de las 12 tribus hebreas. El Congreso le había puesto las barandillas a la autonomía política local cuando enmendó en parte y unilateralmente la Constitución insular mediante el establecimiento de una Junta de Supervisión Fiscal para atender la bancarrota fiscal del gobierno isleño y, entre otras funciones, decide qué leyes se implantan y cuáles no, por encima de lo que determinen el gobernador y la Asamblea Legislativa electos por el pueblo. El Congreso es dueño y señor del “territorio”, que es el término bajo el cual nos definen, es decir, somos tierras de su propiedad, no un pueblo.

Mundi sólo era otro de los sacrificados en la isla. No se tenía el dinero para satisfacer sus necesidades mínimas y al final ella también se iría con los demás puertorriqueños (en mayo de 2023) para alguno de los estados continentales, buscando una mejor vida. Ahora formaría parte de la “diáspora puertorriqueña”, de esos que, al irse, fijarán por el resto de sus días lo que a ese momento creen que es la identidad puertorriqueña, como quien se lleva un conjunto de artesanías inmutables.

El zoológico siempre fue una decepción, nunca llenó las expectativas que se crearon, así como nuestro sistema de gobierno autónomo. Luego de alcanzar cierto vuelo, ambos empezaron a perder altitud. Para que no se estrellaran, hubo que pedir ayuda al gobierno federal, con los costes que hemos mencionado. El zoológico nunca fue el taller de investigación que propuso el Dr. Rivero, la administración fue, lo menos, negligente, no se logró mantener con cuidado óptimo a los animales y estos fueron muriendo sin que, por falta de recursos y condiciones, pudiesen ser reemplazados. Y así la Isla entera, que igualmente se ha ido despoblando.

Demasiados animales enfermos y envejecidos (a algunos no se les pudo determinar la edad), pocos nacimientos y sin reemplazos que mantuvieran la estabilidad demográfica hicieron imposible la viabilidad del zoológico. Lo señalo sólo para aquellos que aun piensan que un zoo no es una institución inmoral y sólo atienden a si es posible su autosostenibilidad. Repoblarlo y mantenerlo en buenas condiciones supondría una descarada cantidad de recursos. El jaguar, por ejemplo, tenía un pólipo en el lomo, el ave Caracara no se levantaba, el mono ardilla tenía una masa en el cuello y el coati alopecia en el rabo. Mientras, la cebra hembra cojea, el macho requiere castración y el burro necesita un arreglo en sus pezuñas. Además, los animales necesitaban vacunación y desparasitación. Otra serie de animales murieron, como el antílope impala, que tenía un cuerno roto y una pata lastimada, y el cerdo vietnamita, que no sobrevivió una tardía intervención quirúrgica para removerle un tumor de 28 libras. Hace tiempo tampoco existe un inventario confiable de la población animal. Estos son sólo algunos de los animales en dolor y sufrimiento, pues la lista es demasiado larga para enumerarla.

Y como si el zoo proyectara el surco que debíamos seguir, la Isla también mostraba graves síntomas de envejecimiento. En el 2019 se estimó que poco más de una cuarta parte de la población superaba los 60 años de edad (adultos mayores). Es decir, se estimó una población de 888,786 personas, en una población total de 3.19 millones. El 40% de ellos vive bajo los niveles de pobreza. En 2010 hubo 760,075 adultos mayores en una población de 3.7 millones, es decir, una quinta parte. Se proyecta que para 2030 la población de envejecientes aumente a un tercio de la población.

Entre 2022 y 2023 nada más, la Isla perdió el 2% de su población. El 96% de los 78 municipos ha decrecido. Los analistas creen que esta es la pendiente por la cual nos deslizaremos como en una yagua en los próximos 30 años. “El patrón de los estimados poblacionales continúa mostrando la tendencia a decrecer, rasgo del cual a nivel de Puerto Rico ya nos aproximamos a cumplir cerca dos décadas (desde 2005) de ser una población residente cada vez más pequeña pero de composición demográfica distinta”, según Alberto L. Velázquez-Estrada, Gerente Senior de Proyectos Estadísticos del gubernamental Instituto de Estadísticas de Puerto Rico. “Composición demográfica distinta” sólo significa “envejecida”.

Por otro lado, se refleja una disminución en la población de 0 a 14 años. La relación nacimiento-mortandad es igualmente negativa: mueren más de los que nacen. En 2023 se estableció en la Isla el récord histórico de menos nacimientos vivos (desde el Siglo XIX -1888), con apenas 17,772, una reducción de 70.2% comparado con el año 2000, cuando nacieron vivos 59,460. En 2022 murieron 34,894 personas, el doble de los que nacieron en 2023.

“No tenemos gente joven. Para mí el problema es que no hay un nivel de concienciación de la situación demográfica real y cómo ésta impacta la situación económica, social y política del país. No se toman las decisiones que hay que tomar si queremos que este país siga siendo viable y que los puertorriqueños decidan nacer aquí, trabajar aquí, morir aquí y no tener que emigrar”, señaló para un periódico local la demógrafa y catedrática retirada de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Puerto Rico, Dra. Judith Rodríguez. En su momento no se tomaron las decisiones para hacer viable el zoo, ahora nos advierte la demógrafa que tampoco se toman las decisiones necesarias para “que este país siga siendo viable”. Esa tendencia con “consecuencias duras” ya están dejándonos sin una base laboral joven que sustituya a la envejecida. Hay trabajo pero no trabajadores, es decir, también se perfila menos producción, que al final se traduce en menos rentas para el gobierno y reducción de servicios, particularmente para una mayoría de envejecientes. ¿El zoo, nuevamente?

Y entre los que nacen, demasiados de ellos migran con sus padres a Estados Unidos. A su vez, la población puertorriqueña en Estados Unidos aumentó considerablemente. Según datos del Instituto, “en el año 2006, los estimados apuntaban a cerca de cuatro (4.0) millones de puertorriqueñas(os) en los estados; cinco años luego, en el 2011, la cifra se expandió a unos 4.9 millones de personas, y posteriormente en los años 2016 y 2022 a 5.5 y 5.9 millones, respectivamente.  En años cercanos, la tendencia apunta a que la población puertorriqueña en los estados duplicará a la población en Puerto Rico antes del 2025.”

El resultado es que la mediana de edad de la población total en la Isla aumentó de 36.9 (en 2010) a 45.2 (en 2020). La cifra esconde otra igualmente llamativa: la mediana de edad por sexo aumentó de 35.1 a 43.5 años en los varones y 38.6 a 46.6 años en las mujeres. Asimismo, mientras hay menos nacimientos, también las mujeres dan a luz más tarde en sus vidas, reduciendo la posibilidad de tener dos o más hijos. La mediana de edad en algunos estados continentales, que son los comparables que utilizan los gobiernos estatal y federal, son de 31.8 años en Utah (el menor en todo Estados Unidos), y 34.9 en el Distrito de Columbia (el segundo).

Mientras tanto, nuestro instinto territorial de isla nos impide celebrar (y hasta llegamos a impedir) la llegada de personas que no sean tan puertorriqueñas como el maví, el coquí y la bandera. Una cultura de la cancelación (política, etnográfica y cultural) en estos días recorre la isla como un fantasma, como si los foráneos no fuesen animales de nuestra misma especie.

Pero no solamente estamos más viejos, sino más enfermos. Como digo, todo un zoológico de Mayagüez. Las primeras causas de muerte en la población de adultos mayores son las condiciones crónicas (individuales, no de salud pública): enfermedades cardiovasculares,  cáncer, diabetes, Alzheimer, cerebrovasculares y las enfermedades respiratorias crónicas, como asma. El actual impacto en el presupuesto de gobierno casi alcanza su tercio, que hundirá su huella en los años venideros.

Son adultos mayores pobres que vivirán solos, sin sus cuidadores naturales y muchos abandonados en los hospitales y centros de salud mental porque sus hijos y nietos han preferido trazar rutas distintas, básicamente, la ruta de Disney o la ruta de la estrella solitaria. En estos días la prensa reveló que sobre 3,760 adultos mayores fueron abandonados por sus familiares en los hospitales o en centros de salud mental los últimos años. Ante el problema, el gobierno se vio obligado a asumir la custodia de ellos y hacerse cargo de su salud y cuidado, para el que apenas tiene presupuesto y para los que no existen suficientes centros de cuido prolongado. Para resolver el problema de abandono, a los legisladores sólo se les ocurrió extremar las medidas punitivas contra los familiares, sin ni siquiera investigar el origen del problema. Es Puerto Rico más un país de castigos que de incentivos. No obstante, se cuenta con una ley que establece los derechos fundamentales de los adultos mayores, formidable si se conociese y no estuviese escrita con palabras de arena.

Funcionarios del DRNA visitaban frecuentemente el zoológico para confirmar el estado de los animales y la infraestructura, incluyendo las jaulas, las cuales eran tan deficientes como lo son hoy día las viviendas de nuestro pueblo, particularmente para enfrentar un huracán categoría 5, como el huracán María, que nos azotó en septiembre de 2017 y arrasó la isla y el zoológico. Tan duro fue el golpe que aun no nos recuperamos a cabalidad, además de dejarnos un trauma tan ancho como una zanja.

No veo nada más parecido a nuestros problemas sociales que los que tuvo el zoológico de Mayagüez. Y así como intervino el Congreso imponiendo una Junta de. Supervisión Fiscal para evitar la catástrofe fiscal del gobierno, intervino la Fiscalía Federal (del Departamento federal de Justicia -DOJ) para evitar que continuara el maltrato de los animales del zoológico (no intencional, sino institucional, por la falta de recursos para atender todas las necesidades). En 2023 el DRNA y la Fiscalía acordaron que era necesario cerrar el zoológico para siempre y trasladar los animales a diversos lugares fuera del territorio. Ya el expresidente Donald Trump había sugerido la idea de cambiar a Puerto Rico por Groenlandia, un territorio de Dinamarca, posiblemente para celebración de nuestros intelectuales eurocentristas, que pasarían a ser ciudadanos de la Unión Europea.

La gente, sin embargo, solo protestaba por la salida de Mundi. Mundi era un patrimonio nacional y estos deben preservarse, como el bacalaíto y las alcapurrias, cocinar en fogón, cagar en letrina, el jíbaro o aplaudir cuando aterriza el avión en el aeropuerto de Isla Verde. También Fortunata, aquella vaca imaginada que en nuestro ideario real-maravilloso representaba a nuestra empresa de teléfonos inservible y envejecida, puesta en venta por el gobierno, pero con la exaltada y única virtud de ser nuestra y por tanto debía ser preservada. Por poco hunden los puentes camino a La Fortaleza tantos manifestantes en su apoyo que no cabían en la foto de portada de los diarios.

Y así también nos duele ahora que el gobierno haya privatizado la administración y operación de nuestra compañía de luz eléctrica, de la que sentimos nostalgia, aunque en los últimos 50 años fue incapaz de cambiar un foco apagado en las carreteras o salir de su adicción a quemar petróleo, como si ese humo nos causara lo que el humo placentero de un gallo, yeyo, grullo, fili o como quiera que en estos días se le llame a un cigarrillo de marihuana. La efectividad y la calidad del servicio nunca fue algo que nos importara demasiado (hasta que se privatizó su administración y operación y milagrosamente adquirió importancia), ni la calidad del ambiente, más bien preferimos compartir la grandeza de tener en las manos manirrotas del gobierno las diversas utilidades. Poseerlo todo es lo que nos convertía en un gobiernoo y una nación grande, de pelo en pecho, macharrana, latinoamericana, populista y vociferante. Todo un zoológico a la hora pico de servir los escazos alimentos.

4. Tan triste como su tristeza

Tan triste como su tristeza es que hayamos olvidado a Mundi rápidamente, aunque por esa elefanta el pueblo, repito, casi hace caer dos gobiernos. A nueve meses de su salida hacia el santuaro Elephant Refuge North America (ERNA) en Attapulgus, en el estado de Georgia, ya no es noticia.

“Tu amor es un periódico de ayer” -cantaba Héctor Lavoe, ¡con sentimiento, tú!  la canción del gran Tite Curet- “que nadie más, procura ya leer. Sensacional, cuando salió en la madrugada, a mediodía, ya noticia confirmada y en la tarde, materia olvidada.” De periódicos sabía Tite, con quien coincidí en El Reportero y El Mundo. Al entregar personalmente su columna semanal sobre música se sentaba a contar chistes, anécdotas y alguno que otro chisme, paralizando -casi- esa máquina devoradora de información que es una Redacción, a veces sólo con su risa fuerte y sin que nunca -como vaquero de película- se le cayera su típico sombrero al cartero de profesión, quien encontró en la composición musical una mejor manera de entregar sus mensajes. “¿Y para qué leer, un periódico de ayer?”

Tan amada la elefanta. que el pueblo apenas respondió a la petición de donaciones del santuario para ayudar en su manutención y creación de instalaciones especiales durante su primer año de transición y convivencia. O la crisis económica de cada individuo era muy pofunda o a nadie le importó o estaban en negación. Pero un país con un alto grado de consumo de alcohol (como un altar) y gastos en diversión, ropa y zapatos de diseñador, en tiendas por departamento, en restaurantes y otras frivolidades no es un país realmente empobrecido. Lo que equivoca son sus prioridades. Tal vez crean, todavía, que le corresponde al gobierno hacer y financiarlo todo y que el pueblo sólo es un recipiente de servicios y beneficios, al cuidado del estado, como niños. En los momentos iniciales de la campaña de recaudación las donaciones sólo habían alcanzado alrededor de $35,000, apenas el 24% de las expectativas de $145,000.

La iniciativa A Year of Care for Mundi, que inició antes de su traslado, la convertimos rápidamente en I don’t Care Mundi. “Al igual que con todos los rescates de emergencia, debemos recaudar rápidamente fondos para mantener a Mundi en lo que será su hogar para siempre”, reclamó la convocatoria colocada en la página web de Elephant Aid International (EAI), que colaboró con el traslado. Diez meses después, todavía faltaba completar el 21% del dinero mínimamente necesario. A ese “paraíso de los paquidermos”, como se autodescribe el santuario, le faltaban instalaciones adicionales.

La presidenta y fundadora de EAI, Carol Buckley, había intentado desde el 2018 convencer al DRNA de que le transfirieran a Mundi, se establecieron conversaciones y hasta funcionarios de la agencia pública inspeccionaron su santuario, el ERNA, aunque también inspeccionaron el de Colorado. No obstante, sus ataques públicos constantes al gobierno por las condiciones del zoológico y Mundi, su carácter fuerte e impositivo y su impresión de que el DRNA malinterpretaba un acuerdo de transferencia de Mundi al que había llegado en mayo de ese año con el DRD no trabajaron a su favor, se perdió la confianza inicial que se le tuvo, las conversaciones se rompieron y cuando el zoológico pasó al DRNA al final del año la secretaria a ese momento canceló el acuerdo pues a Buckley le era imposible llevarse a Mundi de inmediato. Esta presentó una demanda de Injunction Preliminar y Permanente, daños y perjuicios, que el tribunal desestimó.

Años después, la intervención del Departamento de Justicia federal para acelerar el cierre del zoológico y forzar el traslado de los animales creó un clima de necesidad entre Buckley y el DRNA, que lograron trabajar con mejor sintonía. Asimismo, el nuevo gobierno (2021) ya había tomado la decisión, paralizada por el anterior gobierno, en parte por un posible costo político. Aquel gobierno tenía la imposible obsesión de complacer todas las posiciones distintas que se planteaban en la prensa. Sin embargo, la nueva secretaria de Recursos Naturales y Ambientales apoyaba decididamente el traslado -que apoyó el gobierno central- y logró moverse con eficiencia con el DOJ, quienes finalmente financiaron el traslado.

Tristes también estaban otros animales, reportó el conocido show de TV 60 Minutes, que creyó necesario informar sobre el estado de situación del zoológico y Mundi. “Los animales tenían aspecto muy, muy triste y algunos de ellos estaban muy, muy enfermos. Me sentí física y emocionalmente abrumada”, dijo al ser entrevistada Monica Craig, a cargo junto a su esposo Pat del Wild Animal Sanctuary, en el estado de Colorado, a donde fueron trasladados los leones, tigres, el oso, un dromedario y hasta un puercoespín a comienzos de mayo. También fueron trasladados a este santuario Felipe el rinoceronte, la pareja de hipopótamos Cindy y Jerónimo, el burro Chevy y un impala. Monos y reptiles ya habían sido trasladados. Los pumas estaban muertos y Nina, una osa negra que infartó luego de dejar de comer.

Pero de estos animales nadie se entristeció, sólo de Mundi, que al ser romantizada se le despojó de su condición de animal con necesidades propias. Todos creían que era un ser tan feliz que sufriría si se le removía de su celda, que era boricua más que el jíbaro, que era patrimonio nacional y no un animal con la esperanza perdida al no poder salir de su pesadilla, un ser en sufrimiento. El destino triste que muchos le auguraron a Mundi, sin embargo, fue desacertado.

“Desde su llegada, Mundi parece haberse establecido en el Refugio. No más paseos nerviosos como lo hacía durante todo el día en el zoológico. Sólo una exploración casual de su vasto nuevo hábitat donde juega en el estanque, se cubre con barro rejuvenecedor de la piel, toma una siesta al sol, se rasca en los árboles, pasta a su antojo y conoce a sus nuevos amigos, Tarra y Bo. El mes pasado nos abastecimos de suministros para Mundi y construimos un estanque adicional y un amplio revolcadero de barro. ¡A los elefantes africanos les encanta el barro! Ahora necesitamos instalar un pozo alimentado por energía solar y ampliar nuestro sistema EleCam para poder observar discretamente a su querida Mundi,” se lee en una de las primeras actualizaciones que sobre Mundi hizo la página web de EAI. Debido a la sensibilidad de su piel, los elefantes utilizan el lodo para protegerse de los insectos, los rayos ultravioletas y bajar la temperatura de su cuerpo. En la isla usamos el lodo para manchar reputaciones.

Un temor sí era real, que Mundi no se adaptara al nuevo entorno o que los otros elefantes la rechazaran. Es una mecánica biológica confirmada. “Desafortunadamente -explicó Buckley- debido a que algunos elefantes en cautiverio fueron separados de su madre y su familia a una edad muy temprana, nunca aprendieron a desarrollar vínculos estrechos con otros elefantes. Dicho de otra manera, carecen de habilidades sociales de elefante”. Pero, para un animal que había perdido las esperanzas, su nuevo hogar, sin dudas, debió parecerle el paraíso, si bien antes, en el zoológico, vivió el infierno, como lo vive cualquier ser humano, aunque con mejor suerte Mundi pues no tuvo que morir para vivir en el cielo.

Luego del traslado, bastante reporteado inicialmente, se advirtió que la elefanta pasaría un tiempo sola aclimatándose a sus nuevos dominios, separada de la manada, a la que sería introducida paulatinamente hasta asegurarse de que no la rechazaran. Mundi fue la primera elefanta africana en ERNA. El santuario se mantuvo publicando vídeos y fotos de la vida cotidiana de Mundi y los cuidados que le daban. Y así, también paulatinamente, fueron mermando los up-dates y el interés por Mundi, así como las críticas al gobierno.

Hasta que una noticia rompió fuerte entre los fans del animal. EAI publicó unas imágenes en noviembre de 2023 que mostraban a Mundi en ERNA interactuando por primera vez en 36 años con un elefante, Bo. Por supuesto, la felicidad de sus seguidores aquí en la Isla al verla jugar con otro elefante disipó sus preocupaciones y comprobó que sus ideas arcaicas eran absolutamente erróneas. A Bo se unirían en amistad con Mundi las elefantas Mala y Samie.

Aun así, no hay nada que nos haga creer que Mundi ha sido extrañada, no obstante haber adquirido la “identidad puertorriqueña”, un asunto que todavía provoca “ansiedad” entre los boricuas.  “¿Qué es ser puertorriqueño?” es una pregunta que todavía nos hacemos, como si una identidad, como una piedra, consistiera en determinar los elementos inmutables que la componen y la definen hasta el fin de los tiempos. El elemento agua identifica más una identidad que el elemento piedra, por su fluidez. “¿Cuándo somos de veras lo que somos?”, se pregunta en un verso Octavio Paz.

A finales de abril de 2023 la elefanta había comenzado a ser entrenada para el inicio de su partida del zoológico el día 11 de mayo y su traslado a Florida, su primera parada, el 12. Todo el operativo pareció apresurado, se buscaba sacar a Mundi del zoológico como si de un inocente condenado se tratara. Un inocente condenado cuya vida corriera peligro frente a tantos maleantes encarcelados y muy malos. Buckley reconoció que fue poco el tiempo de planificación, que suele ser de meses. Pero había una orden del gobierno federal de desalojar a sobre 300 animales del zoológico y EAI no podía quedar mal, al fin de cuentas, los federales estaban costeando el traslado y no habría que incurrir en campañas de donaciones para el operativo. Pero cuidadores locales, personas con interés y hasta de protección de animales levantaron el peligro de apresurarse. Había que ir lento, bien lento, demasiado lento. Tan lento que para algunos lo mejor era no trasladarla. Había demasiada suspicacia, tanto temor e inseguridad que se asemejaba a la inmovilización del pueblo para decidir su destino político. En la isla toda decisión se deja para después. Tal vez necesitamos las mismas dosis de Cosequin que le daban a Mundi para que recuperara su movilidad articular y posiblemente algún desparasitante de políticos.

“Entendemos que algunos ciudadanos están preocupados por el traslado de la elefanta Mundi hacia el santuario de elefantes de Georgia, pero queremos asegurarles que hemos tomado todas las precauciones necesarias para garantizar la seguridad y el bienestar de Mundi durante este proceso”, calmó las preocupaciones la titular de las agencias ambientales. Habló de Mundi porque era el único animal del que todos hablaban, pero eran cientos de animales los trasladados a nuevos lugares, posiblemente, el operativo de traslado de animales más grande de todo el hemisferio.

El equipo de EAI había llegado a la Isla el 27 de abril con una jaula hecha a la medida de Mundi, e inmediatamente comenzó su entrenamiento. Un animal de sus dimensiones, con estrés postraumático (lo padecen, según estudios) causado por las distintas situaciones que ha vivido, montada en un avión, sería un verdadero peligro para todos. Lejos estaban las medidas que los tratantes de animales usan para transportarlos, como sedación, gruesas cadenas, sogas, picanas y cualquier otra forma de violencia. Ya era hora de que a Mundi se le tratase con guantes de seda, con “respeto”. Más nervioso, sin embargo, estaba el pueblo, que no fue entrenado.

El entrenamiento de Mundi comenzó “desensibilizándola” o desacostumbrándola a estar en su confinamiento cerrado. Para que entrase al contenedor se diseñó una estrategia de recompensa y confianza. Buckley explicó a la prensa que la puerta del contenedor de transporte permanecería abierta, dando acceso a Mundi y la oportunidad de investigar. “Los elefantes son muy curiosos y se predice que Mundi inmediatamente olerá y tocará el contenedor y entrará para investigar… recibirá comida, golosinas y elogios cada vez que ingrese voluntariamente al contenedor de transporte para investigar. Se le permitirá salir del contenedor cuando lo desee”. Al igual que se educa a un niño cuando el castigo físico está prohibido.

Inicialmente, Mundi se acercó con curiosidad al contenedor, pero no entró. Al pasar de los días, con alimentos adentro, se sintió cómoda y finalmente entró. La primera y más importante fase había sido un éxito.

“Una vez que Mundi pase voluntariamente largos períodos de tiempo dentro del contenedor, comiendo tranquilamente y durmiendo la siesta, demostrando que no le teme al contenedor de transporte, el contenedor se cargará en un camión de plataforma y se llevará al aeropuerto. El contenedor se amarrará dentro de un avión y se llevará a un aeropuerto en los Estados Unidos”. Esto es, Jacksonville, desde donde irá en un camión de arrastre hasta el estado de Georgia. Una explicación necesaria la de Buckley, que esta vez evitó sus críticas al gobierno y se mantuvo sonriendo para que le creyesen. Demasiado circunspecta se vería sospechosa.

Entrenar la elefanta ayudaría a calmar su estrés, pacificar su entrada a la jaula cerrada, su permanencia en ella, soportar el viaje, salir de la caja y del avión. Todavía debía tener muy presente en su memoria su traumático viaje de Zimbabue a Florida. La logística y operaciones del traslado de los animales era impecable. Pero nada es tan fácil cuando se trata de Mundi, como no lo es es para algún famoso.

La noche antes del jueves 11 de mayo, Mundi cenaba tranquila en la caja cuando algo la alteró. De seguro hubiese dado un brinco si no es porque los elefantes no brincan. Es el único mamífero que no salta, aunque no se sabe exactamente por qué. Aun con su fuerza, los elefantes no pueden mantener las cuatro patas en el aire. Al menos, nadie los ha visto saltar. Los rinocerontes lo hacen, si bien no cargan tanto peso, en promedio tienen la considerable cifra de 3,500 kilos, no los entre 6,000 y 10,000 kilos de los elefantes. Sus crías, luego de 22 meses de embarazo, pueden pesar al nacer 100 kilos, pero tampoco saltan.

Mundi entró en pánico y su cuerpo golpeó una pared del contenedor. Con la trompa agarró una pata trasera para estabilizarse. ¿Qué carajos fue eso? se habrán preguntado Mundi y Buckley.

La inminente partida de la elefanta había creado un ambiente de tensión en las cercanías del zoológico. Manifestantes bloqueaban los portones del zoológico en un intento vano de evitar que otros animales fuesen llevados al aeropuerto. Ese clima y el calor insoportable preocuparon grandemente a Buckley y su equipo, a las autoridades federales y al DRNA. La militancia contra el traslado de los animales aumentaría considerablemente cuando se intentara sacar a Mundi. Una alternativa sería sedarla, pues un animal de ese tamaño, de fuerza extraordinaria, podría hacerse daño y a otros, pero querían evitarlo.

El contenedor había recibido disparos de perdigones para alterar a Mundi, se pusiera nerviosa y no quisiera, al momento de trasladarla, entrar al contenedor. Un arma de fuego siempre es un riesgo, no existe control absoluto del disparo. Ese disparo pudo tener otras consecuencias. Fue jugar con fuego. Quien disparó prefirió tomarse todos esos riesgos con tal de que Mundi quedase esclavizada en la Isla.

Más adelante, un dron no autorizado sobrevoló el área donde se trasladaba los animales y alteró a Mundi. Los agentes federales que custodiaban el perímetro lograron incautarse del aparato cuando se estrelló. Era una nueva distracción cuyo único motivo fue perjudicar las labores de salvamento que, debo reiterar, fue ordenado por el DOJ. El FBI asumió jurisdicción en estos incidentes, sin embargo, no se espera que, después de un año, su investigación arroje resultados concluyentes. En todo caso, fueron incidentes menores causados por los ánimos frustrados y sin consecuencias graves, aparte de las molestias momentáneas, aunque los peligros de que algo saliera mal eran muchísimos. Más grave es creer que los animales no sufren en un zoológico, una inconsciencia que causa mayores daños. Más terrible es adjudicarle un estado de felicidad a un animal en cautiverio. Esas ideas muestran claramente la forma errónea en que se relacionan con la naturaleza.

Monica Craig se quejó públicamente de que los cuidadores del zoológico no cooperaban con “el proceso de incentivar” a los animales para que entraran a los contenedores. “Intentamos muchos, muchos días comunicarnos con ellos y tratar de decirles: ‘Oye, no somos malas personas, sólo estamos tratando de hacer lo que se supone que debemos hacer por estos animales y darles un mejor hogar’,” pero sus gestiones no tuvieron resultados. Los cuidadores negaron esas imputaciones.

Las redes sociales estallaban de amenazas y, como si fuera la “primavera de Egipto 2011”, coordinaban sus actos para entorpecer el traslado. Golpear ollas y sartenes en la entrada del zoológico, cerrar los portones, hacer suficiente ruido para asustar a los animales. No era un “ruido de fondo”, molestoso, intrigante, predictor tal vez de alguna anomalía mortal pero que los animales no entenderían. Era una perturbación directa a los oídos sensitivos de los animales salvajes, no acostumbrados al ruido urbano. Ese temor se ve claramente durante una estampida al sonido de una escopeta.

Por un momento se temió que utilizaran durante la noche grandes focos de luz blanca para continuar la perturbación. De haber ocurido, los agentes federales y hasta el Cuerpo de Vigilantes del DRNA y la Policía hubiesen tenido que intervenir directa e inmediatamente con la provocación, creando un potencial conflicto violento y el aumento considerable de fuerzas de ley y orden, un impacto visual difícil de justificar que nos haría retornar a las denuncias de abuso policíaco, en momentos en que la Policía de Puerto Rico era totalmente reentrenada por disposición de un juez federal que falló a favor de las acusaciones que le presentó el DOJ por violaciones a los derechos civiles. El traslado de Mundi había destapado todo un abanico de potenciales conflictos que muchos suponían superados. Y si tenemos en cuenta que manifestantes que apoyaban el traslado de los animales también se encontraban en el sector, era evidente una latente colisión.

El jueves 11 de mayo comenzaron los preparativos para trasladarla en la caja diseñada para ella. Iría en avión hacia Jacksonville, una ciudad portuaria en el noreste del estado de Florida, donde recalan gran parte de los barcos con bandera estadounidense que vienen a Puerto Rico. Por las leyes de cabotaje, sólo los barcos con esta bandera pueden transportar productos entre los puertos de esta nación, de la que Puerto Rico es una posesión desde 1898, al finalizar la Guerra Hispano-Americana. Otras posesiones españolas -Cuba, Filipinas- también dejaron de serlo y lograrían eventualmente su independencia. Pero Puerto Rico ocupaba en el Caribe una posición muy estratégica para los militares como para dejarla a la deriva caribeña, tan proclive a las dictaduras.

Ese día 11 mayo se cumplían 65 años de un ensayo nuclear en el atolón Enewetak, en Islas Marshall (en posesión de Estados Unidos), de la bomba B46, de 81 kilotones. Y mientras Mundi era transportada ese día, los republicanos en el Congreso presentaban un proyecto de ley para endurecer los criterios de entrada al país de los inmigrantes que se acumulaban en la frontera con México. Ese día también se cumplían 63 años del secuestro en Argentina de Eichmann realizado por el Mossad israelí, un hecho que tuvo la fortuna, entre otros, de legarnos una de las crónicas más extraordinarios del poco tiempo de verdadera seriedad que tiene este oficio: “Eichmann en Jerusalén. Un reporte sobre la banalidad del mal”, comisionado por The New Yorker a Arendt, quien atendió el juicio contra el criminal. El relajamiento moral y acrítico de Eichmann con las órdenes de muerte que recibía e implantaba todavía suceden cada día. No es necesario estar lleno de maldad infernal para hacer daño. Arendt aseguró que puede ser más extenso el daño que estos causan que el de aquellos seres profundamente malvados, crueles, que suelen ser casos más singulares.

El 11 de mayo Mundi y otros animales salieron finalmente en lenta caravana del zooológico hacia el aeropuerto internacional de Aguadilla, donde pernoctarían. Cientos de personas apostadas a la ribera de la carretera le decían adiós a Mundi, como si de un entierro se tratara, recordando a los de Cortijo y Muñoz Marín, aunque era un c la ontenedor cerrado y la elefanta no se enteraba de aquella tristeza. Debió darse cuenta de que algo pasaba y que iba camino hacia otro lugar. Recuerdos traumáticos de estos traslados debieron aflorar en su larga memoria y es difícil no creer que se pusiera nerviosa. Pero no era posible decirle que el caminoo malo se pasa ligerito. Tendría que aguantar.

En la bonita mañana del día 12 salieron hacia Jacksonville en un avión modelo 747. No sólo se iba un ícono, con Mundi y los demás animales partía también una idea arcaica sobre los animales y la naturaleza. El DRNA, la agencia destinada a la preservación y conservación de la naturaleza, al cerrar definitivamente el zoológico y trasladar los animales a  santuarios, había establecido una nueva política progresista respecto al cautiverio animal y una nueva relación con los animales.

Aun quedan otros problemas, demasiados animales realengos, como caballos y perros, que, por ser domesticados, no están bajo su jurisdicción y los gobiernos municipales no tienen los recursos para enfrentar la situación. Otros animales, foráneos, exóticos, prohibidos en la isla pero que llegan de contrabando, son una amenaza grave para las especies endógenas y la flora: los cerdos vietnamitas, las gallinas de palo, los caimanes que saturan ríos y lagos, reptiles como anacondas, entre otros. Fueron animales que, al crecer y resultar inmanejables, los dueños los liberaron, reproduciéndose algunos incontroladamente pues no tienen en la isla depredadores naturales. El problema revela también una ambigüedad en su solución, pues se permite el sacrificio de esos animales salvajes. Los animales exóticos apresados son ubicados en el Centro de Confinamiento de Especies de Cambalache del DRNA, en el municipio de Arecibo. Estos también fueron trasladados a refugios en Estados Unidos continentales.

Otro problema particularmente serio son los monos macacos (macaco rhesus) y los monos pata, que destruyen cosechas en el suroeste de la isla y alguno que otro que llega al área metropolitana y siembra el pánico entre la población. Cazar un mono es toda una hazaña. Son altamente evasivos. Se colocan jaulas con frutas y vegetales en las cercanías donde han sido vistos, aunque posiblemente ya estén a unas cuantas millas de distancia. Las burlas de las personas y los diarios ante la difícil tarea no se hacen esperar. Es un paso de comedia estándar y cada cual desempeña el role play que le corresponde, el Cuerpo de Vigilantes del DRNA al acecho, la gente se mofa y los diarios le dan resonancia a esas burlas. Con eso se entretiene la población lo que dure la cacería o hasta que el mono deje de ser visto. Aunque la población de monos libres es relativamente pequeña, cientos de decenas de macacos rhesus se mantienen en cautiverio, deambulando a sus anchas en el Cayo Punta Santiago, donde el Centro de Investigación de Primates del Caribe los ha sometido a distintos estudios científicos desde el 1938. Son monos naturales de Asia traídos especialmente para su estudio y se han reproducido libremente. No hay primates oriundos de Puerto Rico y es ilegal poseerlos. Un remanente colonial de monos pata y rhesus reside en el suroeste, luego que se escaparan de los islotes Cueva y Guayacán, en esa área, donde fueron ubicados entre 1971 y 1981 para investigaciones.

En un estudio de 2010 de Richard M. Engeman, del Departamento federal de Agricultura, y otros coautores, se estimó que entre el 2002 y 2006, las pérdidas económicas totales de los agricultores comerciales, por causa de estos primates, promediaron 1.4 millones de dólares anuales, causadas mayormente por daños directos, cambio de cultivos, costos de medidas de control de daños y usos sustitutos de la tierra. Era el precio de tener en la isla animales exógenos, sin depredadores naturales. Desde abril de 2008, se ha removido de la isla más de 5,315 primates. Ryan R. Hemme, del Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC), y otros coautores, reportaron en 2016 que los primates en el suroeste de la Isla son portadores del virus del dengue, virus del Nilo Occidental, especies de Leptospira y la bacteria Burkholderia pseudomallei, cuyo contagio puede causar la enfermedad fatal “muermo” en caballos, mulas y asnos, y “melioidosis” en humanos y animales. Por otro lado, Kristen Jensen, de la Universidad de Cornell en Nueva York, y otros coautores, advirtieron en 2004 sobre la peligrosidad y letalidad del Virus B o virus simial en los macacos rhesus de Puerto Rico.

Pero no es sorprendente que el gobierno no haya podido capturar todos estos animales y disponer de ellos, si ni siquiera ha podido brindarle los servicios que necesitan los “sin techo”, miles de personas sin hogar, muchas veces adictos a las drogas y con enfermedades mentales no tratadas.

5. Una isla en duelo

Puerto Rico estaba de duelo. Las expresiones de dolor por la partida de Mundi resonaban en todos los medios de comunicación. Pocos se atrevieron a apoyar públicamente el traslado por temor a ser agraviados y denunciados de vende-patria, traidores, hijos de puta y cabrones que buscan que la Isla sea despoblada para reemplazar a los puertorriqueños con gringos. El traslado de Mundi resultó ser, ¡sorpresivamente!, parte de esa conspiración “imperialista yankee” para despojarnos de nuestra isla y nuestra identidad puertorriqueña. En el menor de los casos, el cierre del zoológico era una estrategia del partido gobernante para empobrecer los municipios del oeste de la isla, particularmente Mayagüez, en manos de la oposición política.

“Nunca voy a olvidar que me diste el privilegio de ser tu cuidador por más de 10 años. Sí, fuiste tú quien me escogió a mí como tu cuidador. Me gané tu cariño, te mimaba como a mi propia mascota, siempre te enseñé muchas cosas, al igual que tú me enseñaste a mí”. Ramón Stricker, uno de varios de sus cuidadores, no podía estar más dolido, se muestra en estas expresiones en su cuenta de la red social Facebook.

Luego afirmó que el cierre del zoológico fue una decisión política. “Tomaron la decisión de separarte de nosotros sin importarle tu estado emocional a los políticos que fueron al parque. Gracias por nada porque en sus manos estuvo el futuro del zoológico de Puerto Rico y lo enterraron con sus caprichos sin sentido… Para finalizar, me sentiré eternamente agradecido porque de aquí salimos con la frente en alto y por la puerta de al frente ya que por detrás tiene que salir la politiquería barata que diariamente arropa nuestro país. Mundi, esto no es un adiós sino un ‘hasta luego’, siempre estarás conmigo no solo en mi brazo derecho, sino también en mi corazón.” 

No fue la imposibilidad financiera de sostener el parque, tampoco que el azote devastador del huracán María en 2017 lo virara al revés y se necesitase demasiados recursos para enderezarlo, precisamente cuando el gobierno se declaraba en quiebra, no podía pagar sobre $120,000 millones de deuda ni la miserable pensión que le damos a nuestros empleados de gobierno jubilados ni la deuda multimillonaria con los proveedores (muchos de los cuales tuvieron que irse a la quiebra), además de que el salario de los empleados tuviese que ser en un principio recolectado a duras penas cada 15 días y sin garantías de que pudiese ser pagado, sin líneas de crédito, sin posibilidad de buscar empréstitos ni emitir deuda nueva porque los mercados financieros bajaron a chatarra la clasificación de los bonos del gobierno. No, eso no fue lo que pesó a la hora del cierre del zoológico.

Tampoco fue por la inmoralidad de tener una institución carcelaria que llamamos zoológico para convictos inocentes. Ni por la pobre condición de los animales envejecidos, que comenzaban a morir y no podían ser atendidos adecuadamente ni reemplazados. Tampoco porque el DOJ federal y el estatal DRNA decidieran que ya era suficiente, que las condiciones de los animales implicaban posibles acusaciones criminales de maltrato animal contra el gobierno de Puerto Rico y no quedaba otra alternativa que cerrar el zoo, para evitarlas, y para el mejor beneficio de los animales.

El DOJ fue tan extremista en sus denuncias que levantó como una posible acusación de violación al permiso de exhibición de los animales -que se perdió al estar cerrado el zoo- que el DRNA permitiese a una periodista de TV hacer un reportaje sobre las condiciones de Mundi. La periodista también llegó a ofrecerle a la elefanta un manojo de alimento, en violación a la prohibición expresa de no alimentar a los animales. Pero eso era peccata minuta. Cualquier periodista hubiese hecho lo mismo. Sólo quería ver cómo Mundi respondía a los estímulos de las personas. Yo, que junto a otros acompañé a la Secretaria y a la periodista, hubiese hecho lo mismo. Y si hubiese tenido la oportunidad, habría intentado darle un sobito a la piel de Mundi para sentirla y describirla. En ese trip se reveló que, si bien Mundi era atendida con cuidado, sencillamente no tenía las condiciones de vida específicas para ese animal. Y tampoco para los demás, por eso la Secretaria y el gobierno habían decidido trasladarlos, cerrar el zoo, a pesar de la fuerte oposición, y establecer allí un EcoJardín inmenso que servirá de responso al agite urbano. Pero no a todos les gusta el silencio, hay quienes prefieren convivir con el ruido y el pasado.

Y es que Mundi era considerada una mascota, la mascota del pueblo. “La partida de nuestros animales nos deja un profundo vacío, como el que se siente al perder una amada mascota o un ser querido”, expresaron algunos empleados del zoológico a pocas horas de la partida de la elefanta, que nunca más verán. La prensa recogía todas las expresiones que podía obtener de los dolientes, de cualquiera que quisiese hablar, aunque algunos de ellos jamás habían visitado a Mundi y ni pudieran diferenciar una elefanta africana de una asiática.

La diferencia es importante, además del lugar donde pastan, en la sabana los africanos y en los bosques los asiáticos, por la devoción, o falta de ella, que le tengae el pueblo. A los elefantes africanos históricamente se les ha cazado, matado, cortados sus colmillos y vendidos. Hasta algunos gobiernos los han masacrado, como a la familia de Mundi en Zimbabue. Hacer eso mismo con un elefante asiático es un poco más difícil pues el pueblo los venera como animales sagrados. Un cazador puede resultar descuartizado por una muchedumbre devota o por el elefante amenazado y nadie levantaría un dedo para ayudarlo. El Dios Ganesha en India tiene cuerpo humano y cabeza de elefante y de él provienen los elefantes.

Los empleados del zoológico, en negación ante la inminencia del traslado, creían que por algún giro sorpresivo, algún deux ex machina que interviniera al último minuto, la elefanta permanecería en tierra. Otros apostaron a un cambio de gobierno antes de que Mundi fuese trasladada.

“Teníamos la esperanza de que Mundi se quedara con nosotros, pero al momento nuestras esperanzas disminuyen. Esperamos y tenemos fe que esta acción tomada por el gobierno no tenga consecuencias negativas. Al igual que las entidades que defienden los derechos de los animales, nosotros queremos dejar claro que siempre defendimos y velamos por los mejores intereses de los animales que habitaban en el zoológico”, afirmaron en una declaración pública los emepleadoos del zoológico. Habían perdido el contacto con la elefanta y tal vez pensaron que esta les extrañaba.

“Es un día de gran tristeza para nosotros, los empleados del zoológico de Puerto Rico, al ver cómo se desmantela uno de los recursos más valiosos que tiene nuestra Isla”. No hubo dudas de que enfrentaban un sentimiento de pérdida y estaban “sufriendo grandemente”, como dijeron. Pero, demasiados hablaban de su dolor y pocos del sufrimiento de la elefanta en cautiverio que, por 35 años, se mantuvo dando vueltas en un redondel, sola y con las esperanzas perdidas. Además, a estas alturas puede ser controversial describir un zoológico como “recurso”, como quien dice una reserva, una playa. Algo de empatía se pierde en esa descripción.

También defendieron sus esfuerzos de “brindar calidad de vida a los animales”, por encima de “las limitaciones y olvido del gobierno central”. “La imagen que han querido crear responsabilizándonos del deterioro de la instalación está completamente lejos de las alegaciones de maltrato. No estuvo en nuestras manos mantener un lugar que requería de presupuesto y la atención del gobierno. Sin embargo, dimos la milla extra por el bienestar de los animales”.

Son estas declaraciones muy cuidadosas de los empleados, puntuales, pensadas. Afirmaron su orgullo de estar en “el mejor zoológico del Caribe y mejor que muchos zoológicos de los Estados Unidos, esto dicho por profesionales y científicos. Los zoológicos dan servicio tanto a las especies que habitan en él como al público. Los zoológicos se han convertido para muchas especies en el único hogar seguro. Se trabaja en proyectos para la conservación, rehabilitación e investigación; incluyendo el educar. Nuestro Zoológico de Puerto Rico cumplió con cada uno de estos propósitos. Durante años rehabilitamos especies nativas y endémicas, algunas de las cuales se encuentran en peligro de extinción. Trabajamos en proyectos de conservación de especies en peligro de extinción en Puerto Rico (mariposa arlequín) y especies a nivel mundial, tales como jaguar, cóndor andino y sapo concho puertorriqueño. En este último proyecto de conservación, trabajamos por más de 17 años consecutivos en colaboración con más de 34 entidades de todo el mundo (Estados Unidos, Canadá y Londres).”

Desde su punto de vista, era razonables sus argumentos y defensa. Lo que pierden de vista, lo que está en el fondo de todo, es que esa “idea de la naturaleza” que se trasluce, esa forma esclavizante de relacionarse con los animales ya no era sostenida por los últimos avances científicos sobre los animales ni la bioética que se deriva.

Lejos de adelantar esta nueva relación que se debe tener con los animales, la prensa se ocupaba de destacar todas aquellas expresiones que responsabilizaran al gobierno por la situación, ya fuese de parte de los partidarios de mantener en cautiverio a los animales como de aquellos que se oponían.  El gobierno siempre es culpable de todo, como si el todo de un país sea su gobierno.

Una mayagüezana vecina del zoo “que desde niña corría por la finca” y veía llegar los animales pues su padre trabajó en el zoológico, fue citada por la prensa de la siguiente manera mientras se arrimaba a la verja en evidente desespero: “Esto es una poca vergüenza, porque no hay dinero para mantener esto en condiciones y mantener esos animales bien, bien tratados, bien alimentados, bien cuidados, pero hay millones para regalar a los amigos del alma” [en referencia a los empresarios corruptos relacionados con los funcionarios y políticos]. Habló mucho y sin pelos en la lengua.

“No es el hecho de que se los lleven a Estados Unidos para que estén bien… Lo que me angustia y lo que me va a doler es ver cómo se llevan a los animales. Anoche yo sentí al burro con un quejido, pero de dolor. Yo dije: ‘¡lo están apresando, lo están apresando!’ Con nada más pensar que yo voy a despertar mañana y yo no voy a sentir el bramido de esos animales, a mí se me parte el corazón. Yo no sé qué pensará el resto de los vecinos, porque hay gente que, como yo, ha vivido toda la vida aquí. Pero, a mí me angustia, me angustia ese silencio que vamos a sentir. O sea, yo estaba acostumbrada a la madrugada, a las 4:00 a.m., sentir al león sacarse su yugo que arropaba a todo Mayagüez, porque se escucha a distancias, bien, bien, bien grande. Así que es triste. Es triste, doloroso”.

No hay que añadirle nada a su sentir. El entorno en que se crió no existirá jamás y para cualquiera puede ser un gran golpe, una tragedia, un silencio al que no está acostumbrada. Al menos reconoce que esos animales tendrán una mejor vida en otra parte.

Otra mujer, perteneciente a la organización Fundación Salvemos al Zoológico, veía con dolor a través de los portones cómo se trasladaba a los animales. “Es frustrante, decepcionante y doloroso. Para mí es una vergüenza. Una vergüenza ajena saber que el gobierno no pudo hacer lo que tenía que hacer o no quiso hacer lo que tenía que hacer. Prefirieron mejor el cierre del zoológico, en vez de producir una reapertura que se iba a convertir en un centro de educación para el mismo Colegio (Universidad de Puerto Rico en Mayagüez). Esto es algo icónico de Mayagüez, una representación de Mayagüez. Y con el cierre de esto aquí, ¿qué vamos a ver? Porque ni alcalde siquiera hay. O sea, ya no hay zoológico, ya hemos perdido las esperanzas de que de que el oeste tenga algo productivo”.

6. Una elefanta boricua

Para hacer patente su oposición y mostrar el carácter identitario que tiene el zoológico para ella, una protestante cargaba una bandera puertorriqueña y acusó al pueblo de estar “eñangotao” por permitir el cierre de las instalaciones en vez de “actuar” para que permaneciera abierto, Y aunque no sabe si el traslado les será de más beneficio, esos animales, dijo, “ya son puertorriqueños” y debían permanecer en la isla, en el zoológico.

Un terrateniente del área suroeste ofreció su finca para Mundi y otros animales, pues ya exhibía algunos. Su propuesta fue rechazada. Allí, dijo la manifestante, “ella podía vivir a sus anchas sin dejarla ir, después de 40 y pico de años que ha pasado aquí, hasta sus últimos días. Tú sabes que Mundi es enfermiza, que Mundi por el ojo derecho ya perdió la visión, que ahora mismo ha bajado un montón de peso, no sabemos por qué razón. Mira, la hubiesen dejado en Puerto Rico porque es boricua. Eso es bien importante. Mundi es boricua. Los años que estuvo aquí, que sabrá Dios cuántas de nuestras generaciones se retrataron con ella, y jamás pensamos que esto fuera a suceder. A la verdad que es bien frustrante, bien doloroso”, agregó la declarante.

Hubo mucha preocupación sobre cómo si la identidad boricua de Mundi le permitiría relacionarse con los otros elefantes en el santuario. “La  hubiesen dejado en Puerto Rico porque es boricua”, y más particularmente, “una representación de Mayagüez”. Mundi tiene consigo algunos de los elementos que forjaron al puertorriqueño de hoy y del que tanto nos enorgullecemos: es afroboricua. Asimismo, era un ícono, la representante de la identidad de un municipio y ha vivido la mayor parte de su vida en la Isla.  Sólo eso era Mundi, puertorriqueña, no un animal salvaje, una elefanta, no de los bosques, asiátia, sino africana, de la sabana, no grande ni pequeña, mediana, ciega de un ojo y con un colmillo partido, traumatizada desde que mataron a sus padres y quedó sola el resto de su vida, y en cautiverio, para continuar su maltrato desde que el Sr. Jones la llevó a Jumbolair a los seis años de edad. Sin embargo, para ellos, sólo era puertorriqueña.

Pero las identidades sólo se sostienen de las relaciones comunes que se tengan y las semejanzas frente a otras identidades. La obligación de ser una cosa única que nos identifique nos pondrá de frente a todo lo que no sea esa misma cosa.

Era una paradoja las circunstancias de la elefanta. Era objeto del amor incondicional de su pueblo, grande ese amor al rebautizarla como boricua, al declararla ícono y representante de un municipio que cifró sus esperanzas económicas en ella, se crearon planes grandiosos y Mundi en medio de ellos, tan querida la elefanta que amenazaron los fans con echar abajo el gobierno si la trasladaban, se crearon fundaciones para “salvarla” y en los medios de comunicación no se hablaba de otra cosa, tomaron las calles como quien toma la Bastilla y declara el inicio de la revolución y sus principios de libertad, igualdad y fraternidad. ¡No pasarán! pudo haber gritado algún manifestante trasnochado de otras luchas igualmente fracasadas, pero que la mayoría al escucharlo no entendió.

Mientras se dilucidaba de qué cuero salían más correas, esos mismos enamorados platónicos de Mundi habían normalizado que se mantuviera en cautiverio. No empece a que se exigía que fuese atendida como una reina, era percibida como un objeto de consumo, un espectáculo. Era esa esencialmente la relación que mantenían con ella. Aunque a nadie debe extrañar, espectacularizarlo todo, incluso uno mismo, es una forma habitual de relacionarnos en estos días. Pocos se preguntaban sobre el derecho de la elefanta a la dignidad, a la libertad, a no ser degradada, a ser lo que es, un animal salvaje, a tener una vida. Es posible que aquellos estuviesen ocupados más en si mismo publicando selfies de ellos en su lucha, que viendo las circunstancias de vida de Mundi.

La verdad es que los animales no responden a categorías como las identidades étnicas, por más empatía que tengamos por ellos. Esos son asuntos de los pueblos. Los animales responden a sus hábitats, Mundi es sabanera, pero le sería imposible vivir en las frías estepas rusas o de Alaska. Tampoco entienden los animales de fronteras entre países, si acaso la sabana se extiende de uno a otro. No comprender la naturaleza propia de un animal es violentarlo, es reducirlo a un interés, a un deseo, a la voluntad del que tiene el poder de hacerlo. Es antiético. Por el conocimiento científico que ya se tiene sobre los animales, es posible determinar su mejor beneficio y procurarlo debe ser el imperativo que guíe esas acciones. Nuevamente, enfrentar el calentamiento global (la mayor amenaza a la vida como la ha conocido la Humanidad) es una de esas oportunidades que se presentan para beneficio de los animales, con el aliciente de que también nos salvaríamos nosotros.

Una tecnóloga veterinaria apoyó su traslado a ERNA, donde tendría mejores cuidados y no estaría sola, y el uso del diminutivo al referirse a la elefanta sólo mostraba su cariño, como se suele tratar a un niño en una oficina pediátrica. “Mundi ha estado aquí sola, es un animalito que es muy social y necesita una familia. Definitivamente va a ser para bien. Ahora mismito, con la economía que tenemos, con todo lo que estamos pasando con PROMESA (Ley federal de quiebras aplicable a Puerto Rico), todo lo que hemos vivido, no hay dinero para poder darle una vida justa a ellos. Por ende, que se vayan, que ellos tienen derecho a no ser exhibición ni tampoco a estar en cautiverio, que estén en un área grande”. Pero eran excepcionales los apoyos al traslado, la mayoría prefería que permanecieran en cautiverio.

Puede entenderse que decirle “animalito” a un elefante de 8,000 libras es una muestra de cariño. Pero ubicarla en una finca en Lajas no es avanzar demasiado, pues es la soledad la que abruma a los gregarios. No podemos pensar que un elefante, salvaje como es, pueda ser como un perro o el gato del vecino que nos pide comida. Sus pisadas son distintas.

Temprano (desde diciembre de 2018) la actriz puertorriqueña Roselyn Sánchez, radicada en Los Ángeles, en la “diáspora”, había reclamado que Mundi fuese trasladada a un santuario. No obstante su estatus de influencer, y su reconocimiento como artista, no logró evitar que el movimiento de los cautiveristas prosperara a lo largo de los siguientes años. Su clamor, sin embargo, mostró no sólo a una persona con gran empatía hacia los animales en cautiverio, sino con conocimiento de las circunstancias de estos. Habló del “abuso inconsciente” que se les daba, ese daño no premeditado pero cuyo resultado es el mismo que si fuese consciente y que, según Arendt y Paz, es el más esparcido y por lo tanto, dañino.

“Si no hay dinero para darle una vida óptima, si está en deterioro, si vive con artritis y molestias. ¿Cuál es la necesidad y el empeño de tenerla en un zoológico que en este momento no es funcional?”, fue citada en la prensa. Muy claramente pudo ver que “en este momento” el zoológico no era un “hábitat excelente.” Pues “esa no es la realidad de nuestro país”, azotado por un huracán de categoría 5 y el gobierno en quiebra. “Este afán a ciegas, esta histeria sin fundamento es solo una ideología llena de ignorancia”, afirmó. “Mundi se merece una mejor vida. Si crees en el bienestar de los animales y te interesa tanto Mundi, déjala vivir en paz. Una persona consciente y con dos dedos de frente sabe que el terreno donde vive y el espacio en que está llora ante los ojos de Dios. Ya está bueno del abuso inconsciente. Ya basta Puerto Rico”. No podía ser más afinada su palabra. Se enterraba con facilidad en el lomo de cualquier argumento contrario.

Con el cierre forzado del zoológico en 2017 a causa del huracán y el informe del USDA, el partido de gobierno comenzó a tantear con trasladar a Mundi a un santuario. Creó un Comité adscrito a la Oficina de la Primera Dama para estudiar la infraestructura del zoo y las condiciones de los animales y decidió finalmente trasladar a Mundi y los 12 felinos a un santuario. Para no enfrentar el odio masivo y sus posibilidades electorales en las próximas elecciones de 2020, fueron dejando caer la bomba ocasionalmente, como un rumor. La empujaban como una olita solitaria para que alcanzara la playa, la soltaban como a un pajarito para que se escuchara de vez en cuando su canto. Sólo le tomaban la temperatura a las aguas, pero cada vez que se filtraba esa posibilidad las aguas bullían de inmediato, ni en Islandia un géiser tomaba tantas alturas en tan poco tiempo. La timidez e indecisión del gobierno permitió que los grupos de interés, junto el alcalde de Mayagüez, se aliaran y consolidaran y reclamaran la transferencia del zoológico y de la joya de la corona, Mundi. Aseguraron que tenían grandes planes para la rehabilitación del zoo y la capacidad administrativa para hacerlo, no como el gobierno central, tan mediocre y desinteresado y quebrado. Pero nadie nunca vio esos planes y el municipio no era exactamente un modelo administrativo. Tan pobre su gestión que una asignación legislativa inicial de alrededor de $10 millones para desarrollar en esa ciudad un centro de trauma para la toda región, desapareció en manos de especuladores financieros. Aunque con el tiempo el dinero finalmente apareció, la negligencia le costó la suspensión de su posición al alcalde y denuncias judiciales por malversación de fondos públicos.

Mientras, al gobierno le era difícil formar una alianza con aquellas organizaciones protectoras de animales para que ayudasen a cambiar la opinión pública, de tan débiles que eran, con campañas fragmentadas, sin recursos para hacerle frente a políticos e intereses económicos, y además, algunas de sus posturas se percibían demasiado radicales, pedían una inmediatez remediativa imposible de lograr y porque cada vez que intercedían por los animales le asestaban de paso una puñalada al gobierno por su negligencia al cuidarlos.

Para los que no lo sepan, Puerto Rico es un paraíso de leyes fabulosas. Cientos de leyes se aprueban cada año para resolver cada uno de nuestros problemas, incluso los imaginados. El problema es ejecutarlas. Cada ley requiere de un financiamiento que no se tiene. El gobierno central contrataba tantos empleados que, en algún momento, su fuerza laboral fue casi tan grande como la de la empresa privada. Es un gobierno que trabaja para si mismo, que vive para si mismo, para autoreproducirse. Los municipios, todavía, son la mayor fuente de empleo de sus minúsculos territorios, y son 78 municipios en una isla de apenas 100×35. Bueno, con mejores mediciones, somos un chin más grande, además de que Puerto Rico es ahora un “archipiélago”, para orgullo nacional, pues tenemos dos islas-municipio y bastantes cayos. La necesidad de tantos recursos fiscales, junto al derroche de nuestros monopolios de utilidades, de energía y agua, quebradas e innservibles, han hecho imposible que nuestras maravillosas leyes sean, lo menos, efectivas. Durante la crisis del petróleo en la década de 1970, por ejemplo, el gobierno llegó a comprar los barcos de una línea mercante en bancarrota y resultó que los barcos eran viejos y obsoletos, y eso nos rompió la quilla económica. El gobierno de Puerto Rico se declaró en quiebra en 2017 y no ha salido completamente todavía.

Los animales tienen derechos al amparo de la Ley Núm. 154 de 2008, Ley para el bienestar y la protección de los anmales. Su Exposición de Motivos es persuasiva y muestra sensibilidad y conocimiento reciente sobre los animales. Incluso, reconoce el reto de cambiar “la percepción y trato hacia los animales” pues son “entes sensitivos y dignos de un trato humanitario” y la relación entre ” el maltrato hacia los animales y la violencia hacia las personas”.  Son “parte de nuestro entorno”, y al recoger una declaración de la UNESCO, reconoce su derecho a la existencia y al respeto y la atención. Tan única es la ley que una persona acusada de violencia doméstica, la orden de protección que establezca el tribunal ampara tanto a la víctima como al animal que posean. Asimismo, un animal puede ser removido de la custodia de un acusado de maltrato o embargado. Diecisiete páginas de ley son suficiente protección para un animal, contiene penas y multas altas disuasivas. Su gran limitación es que, aunque define perfectamente lo que es un animal, la ley refiere más a mascotas y animales domesticados como caballos y vacas. 

Así como Pablo Escobar tuvo un zoológico en su Hacienda Nápoles, de 1,900 especies exóticas, los narcos boricuas intentaban hacerse de alguno que otro animal salvaje, como una famosa pantera negra, no obstante, en una pequeña isla con fronteras vigiladas por el Border Patrol y el Coast Guard no resultaba fácil traer animales exóticos.

La ley falla igualmente en vincular el respeto y protección de los animales con el calentamiento global y establecer los principios éticos de esa relación. Si bien el DRNA asume parte de esa responsabilidad mediante la protección de la biodiversidad y los recursos naturales, las leyes entre ambos lucen compartimentadas. Así como están igualmente compartimentadas la Ley de Política Pública Energética (que administra el Negociado de Energía de Puerto Rico) y la Ley de Mitigación de Cambio Climático (administrada por el DRNA), aunque ambas tienen un único propósito, pero son agencias “que no se hablan”.

El traslado de Mundi y el restos de los animales y el cierre del zoológico fue algo más que una decisión que se tomó en el curso ordinario de la administración de gobierno. Podría representar el re-inicio de una nueva relación con la naturaleza que no puede o no debe desvincularse del nefasto calentamiento global, que nos exige a todos modificar nuestras ideas arcaicas de la naturaleza y los animales y potenciar ventajosamente una relación que no nos sea contraproducente.

Sin llegar a sacralizar la naturaleza, sin tener que convertirnos en panteístas, espinozistas o rendirle culto o adorarla en el día de Pachamama el día 1 de cada agosto, lo que debe prevalecer es la conciencia que generan los amplios descubrimientos científicos y actuar con bases científico-sociales, y por supuesto, la experiencia, como lo hicieron, por ejemplo, las poblaciones pre-colombinas que conocieron muy bien el valor de la naturaleza y los animales. ¿Puede extrañarle a un astrónomo o a un biólogo el culto al Sol de aquellas sociedades? De ninguna manera, estos saben, como aquellas sociedades sabían (el Sol, no es casualidad, fue una deidad para muchos pueblos ancestrales) que es dador de vida, que ahora se puede, antes no, explicar con gran tecnicismo. Hoy nos sirve también de fuente de energía renovable que evita los gases de efecto invernadero que producen los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas, mayormente), que nos están asesinando y nuestra mejor fuente de vitamina D3, indispensable para nuestra salud.

El ejemplo empieza por la casa, se suele decir. El planeta completo es un Arca de Noé y más vale no reducirlo a una limitada barcaza en la que pocos cabrían. Para Jonas, para todos los científicos, hay una amenaza real. “El sometimiento de la naturaleza, destinado a traer dicha a la humanidad, ha tenido un éxito tan desmesurado – un éxito que ahora afecta también a la propia naturaleza humana- que ha colocado al hombre ante el mayor reto que por su propia acción jamás se le haya presentado.” Enfrentar el peligro implica no sólo establecer una relación distinta con la naturaleza, de “respeto”, “responsabilidad”, sino revaluar “el concepto” que tenemos de nosotros mismos, del ser humano, “para garantizar su existencia futura”. Si alguien creyó que estamos ante el fin de las utopías, deberá mirar nuevamente el horizonte. Nunca hubo una sociedad, una época, sin ellas.

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Fotos: Obed Betancourt

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